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Netflix

‘La última noche en Tremor’ podría haber sido una película digna pero como serie es mediocre

Protagonizada por Javier Rey y Ana Polvorosa

Crítica de La última noche en Tremor, una de las grandes sensaciones del momento  Netflix. Una historia que podría haber sido una película digna pero que en formato de serie ha resultado ser mediocre. Se trata de un thriller psicológico del creador y director Oriol Paulo (El inocente, Los renglones torcidos de Dios) que está inspirado en el best-seller homónimo del autor Mikel Santiago. Javier Rey (Hache, Orígenes Secretos) y Ana Polvorosa (Las chicas del cable, Un hombre de acción) protagonizan esta miniserie de 8 capítulos. Les acompañan Willy Toledo (Los favoritos de Midas) y Pilar Castro (Alguien tiene que morir, A través de mi ventana). La trama tiene toques paranormales y muchos giros; el problema es que se nota que los guionistas han estirado demasiado la idea original incluyendo subtramas que aportan poco a nada a la intriga. Lo mejor: Ana Polvorosa. Lo peor: El personaje de Ana Polvorosa. Si lo eliminas de la ecuación no cambiaría nada.

Trama

Un músico y compositor en crisis se recluye en un pueblo costero en el norte para terminar su última obra. Sus únicos vecinos en varios kilómetros a la redonda son un matrimonio que vive en la siguiente casa de la playa. Tras un grave accidente durante una tormenta, el protagonista comienza a sufrir unas espeluznantes visiones sobre sus vecinos.

No todas las novelas pueden ser series

A día de hoy, la industria audiovisual está dominada por los true crimes y las adaptaciones literarias. Es lógico puesto que, en ambos casos, se trata de historias ya testadas por el público y pueden crear cierto interés previo. El problema radica en la innegable verdad de que no todas las tramas pueden ser adaptadas a todos los formatos.

A veces, para convertir una novela, por ejemplo, en una serie hay que alargar la historia. De lo contrario, no se podrían rellenar seis u ocho capítulos de contenido dramático. Hay, por tanto, que manipular e incluir personajes y tramas que no existían en el original pero que encajen en el conjunto. Hacer esto bien es un arte y no siempre funciona. Es el caso de La última noche en Tremor.

Fotograma thriller psicológico de Netflix, La última noche en Tremor. Se firman todas a Netflix.

Oriol Paulo, el gran tramposo

Para un servidor, Oriol Paulo es sinónimo de trampa, de artificio narrativo y estético, de pelucas y maquillaje excesivo pero, sobre todo, de entretenimiento. El director suele jugar con las realidades de sus personajes así como con las del espectador. Es un maestro del engaño y de ahí su éxito comercial gracias a películas como Los renglones torcidos de Dios o series como El Inocente. Pero con La última noche en Tremor ha pinchado hueso.

Sin hacer spoilers, decir que la estructura de esta serie es errática y torpe. Los tres primeros capítulos están basados en la repetición de un mismo evento . Luego, el cuarto y el quinto son casi independientes, con tramas que pueden funcionar por separado pero no como parte de un conjunto. En el sexto se te promete un infierno que nunca llega y sólo en los dos últimos episodios llega la sangre al río (o no…). Uno termina La última noche en Tremor preguntándose qué le han querido contar. No se sabe.

Javier Rey y Ana Polvorosa en ‘La última noche en Tremor’.

Lo mejor y lo peor

Lo mejor de la serie es, sin duda, la actriz Ana Polvorosa. Lo irónico es que su personaje, por muy empático que sea (ella es el corazón de la trama) es gratuíto. Hay un episodio dedicado exclusivamente a ella que, de ser eliminado, no cambiaría en nada la trama principal. A su lado está un siempre efectivo Javier Rey aunque aquí llega a cansar que se pase ocho horas susurrando o gritando. No tiene término medio.

Hay también, en La última noche en Tremor, muchos mecanismos torpes como flashbacks innecesarios y una voz en off (en los capítulos cuarto y quinto) que llega a ser desesperante. ¿Por qué hay que escuchar a un personaje narrar lo que ya estamos viendo en pantalla? Hay demasiados subrayados para justificar una historia que, al final, no llega a entenderse muy bien. Una lástima.