La vida en prisión de la madre de los niños asesinados en Godella: tranquila y pidiendo comida

María G. pasa sus primeros días en la cárcel de Picassent en la más absoluta tranquilidad y dando muestra de buen apetito. Fuentes penitenciarias confirman que no parece muy afectada después de que el juez le acuse del asesinato de sus dos hijos menores de edad.

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La cárcel de Picassent en Valencia. Foto: Europa Press

Sometida al Protocolo de Prevención de Suicidios (PPS) con dos internos que la vigilan las 24 horas del día, María pasa sus primeros días en el módulo de enfermería de la prisión valenciana de Picassent esperando la visita de los psiquiatras que evaluaran su estado mental.

A la prisión llegó muy tranquila y haciendo gala de buen apetito pidiendo a los funcionarios que le procuraran comida. Mientras su pareja Gabriel se mantiene en el ala masculina de la enfermería de la cárcel, María hace lo propio en el ala de mujeres. Oficialmente es la enfermería, pero la zona b2 ejerce de psiquiátrico aunque lo preocupante es que allí conviven presos preventivos como la madre de los niños con delincuentes recalcitrantes ya penados. Un lugar donde se registran incidentes con esos presos veteranos que en ocasiones se resisten a recibir medicación. Un asunto especialmente preocupante en Picassent donde, según denuncian los sindicatos y asociaciones de prisiones, deberían trabajar 24 médicos en vez de media docena.

Precisamente uno de los detalles llamativos del caso es el motivo por el que el juez envió a la madre de los niños asesinados a la cárcel de Picassent en vez de al psiquiátrico penitenciario más cercano de Foncalent. Desde el rescate de la mujer por la Guardia Civil, escondida totalmente desnuda en un bidón de plástico, María cayó en varias contradicciones y fue incapaz de elaborar un relato coherente del paradero de los niños. Primero dijo que al despertarse éste le pego y ella huyó escondiéndose en el bidón. Al ser cuestionada por el destino de los niños les dijo que le preguntaran a su pareja, horas después dijo que los había hallado golpeados cerca de la caseta de la finca y los enterró, y tras conducir a los guardias hasta las tumbas de los pequeños optó por no declarar ante los guardias. En el examen forense que evaluó su capacidad para declarar ante el juez mencionó que Dios le ordenaba matar a los pequeños y ante el juez volvió a callar. Ahora asegura que no recuerda nada.

Su pareja, también de forma espontánea, contó a los guardias que el jueves se despertó y al no ver a los niños se encaró con su mujer y ésta salió huyendo. Les dijo que días antes María hizo un intento de matarlos y que él desconocía qué es lo que había ocurrido con los menores. No quiso declarar ante los investigadores ni ante el juez.
Ahora ambos pasan sus primeros días en prisión acusados del asesinato de los pequeños mientras la Guardia Civil continúa intentando averiguar cómo se llevó a cabo el doble crimen bajo la sospecha del deterioro mental de ambos, pero especialmente de María que no pierde el apetito en la cárcel esperando la visita de los forenses. Quizá el juez la mantiene por eso mismo en una cárcel corriente como Picassent, para facilitar sus eventuales salidas a diligencias judiciales en vez de enviarla a 180 km al centro psiquiátrico penitenciario de Foncalent. O quizá el juez no ve de momento motivos para ingresarla en el siquiátrico. La autopsia determinó que los niños murieron asesinados a golpes pero aún está por determinar quién y cómo lo hizo.

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