Leopoldo Abadía y Toni Segarra: «El Papa Francisco en sí mismo es un manual de marketing»
Todo lo que sabemos de marketing y de comunicación lo inventó la Iglesia. Esta institución ha inspirado, probablemente sin darse cuenta, a las marcas más exitosas y gran parte de las campañas de marketing más famosas del planeta. Así lo afirman Leopoldo Abadía y el reconocido publicista Toni Segarra. Ambos aseguran que la Iglesia lleva 2000 años influyendo y nos ilustran con ejemplos como el de la manera de organizarse de los bancos con sus sucursales tan parecido a las parroquias o la manera de disponerse las tiendas de grandes marcas. De paso, nos recuerdan que, entre muchas otras cosas, el primer CEO de la historia fue San Pablo, que los apóstoles fueron los primeros comerciales y la similitud demasiado extraña entre Steve Jobs presentando el iPad y Moises presentando las tablas de la Ley.
Segarra, conocido por crear campañas como Bienvenido a la república independiente de mi casa, afirma que las marcas que se toman en serio a sí mismas y quieren un futuro próspero, deberían preguntarse qué valor perdurable tienen. Si miramos a la Iglesia, encontramos el legado de su dogma, extendido por sus discípulos. San Pablo, autor de la primera campaña de publicidad con sus cartas que todavía hoy se leen en las iglesias de todo el mundo, es un ejemplo de ello.
Una estrategia esencial que ha utilizado la Iglesia desde sus orígenes es valorarse a sí misma. Lo hizo y lo sigue haciendo con la construcción del misterio. Al valorarse a sí misma mantiene su valor, subraya Segarra. Lo cierto es que quien explica todo, pierde valor. La Iglesia ha sabido mantenerlo para mantenerse durante veinte siglos, por eso «su campaña de publicidad es un ejemplo en el mundo del marketing y la publicidad».
Otra de las claves de la Iglesia seguida por compañías es su principio de contratar al mejor cuando quiere comunicar, como hizo con Miguel Ángel para pintar los frescos de la Capilla Sixtina.
Todo ello siempre bajo el principio de Ecclesia semper reformanda est que nos recuerda Leopoldo Abadía; una actitud constantemente activa que le ha valido ser definida en alguna que otra ocasión como la infinita movilidad de lo eterno. Y, sin embargo, su esencia, sus principios, sus misterios, se mantienen intactos. He aquí otro de los secretos: cambiar lo nimio y nunca reformar lo esencial.
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