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Las sociedades científicas avalan la dieta cetogénica

Inidicada en personas con sobrepeso y obesidad y siempre bajo supervisión médica

Una dieta cetogénica muy baja en calorías actúa como modulador del sistema inmune

Especialistas de la Asociación Europea para el Estudio de la Obesidad (EASO) y la Federación Europea de Asociaciones de Dietistas (EFAD) han repasado un total de 56 publicaciones científicas sobre la dieta cetogénica muy baja en calorías (VLCKD, por sus siglas en inglés) y han decidido respaldar su empleo para reducir el peso y mejorar el estado de salud reduciendo las comorbilidades que suelen acompañar a la obesidad: hipertensión, diabetes y enfermedad del hígado, entre otras. Ambas sociedades han emitido sus recomendaciones en un documento de posicionamiento que está dirigido a los profesionales y a las autoridades sanitarias europeas.

En los últimos años, se ha visto en diversos estudios que las dietas mediterránea, nórdica y otras hacen que mejore la salud, aunque no se produzcan cambios en el peso. Los coordinadores del grupo de trabajo de dietoterapia y obesidad de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO), Cristina Porca y Enric Sánchez, explican que la dieta VLCKD también se asocia con mejoras en diversos marcadores de salud, pero matizan que «añaden un componente esencial, puesto que logran una pérdida de peso significativa y, además, la reducción de peso conseguida se mantiene estable durante un seguimiento de varios años, al igual que con la cirugía bariátrica».

El posicionamiento de la EASO-EFAD resalta que el tratamiento debe hacerse como parte de una estrategia multicomponente, bajo supervisión médica y con el seguimiento de un equipo multidisciplinar.

Sin «café para todos», y sin la etiqueta de «gordos»

El documento de posicionamiento demanda que el tratamiento nutricional se individualice para cumplir con los valores, preferencias y objetivos de tratamiento del paciente. A juicio de los expertos de la SEEDO, se aconseja «evitar aquellas dietas generalistas que se dan a todos los pacientes por igual».

Además, recuerda que el índice de masa corporal (IMC) es un parámetro ampliamente usado para segmentar a los pacientes, pero no es útil para identificar las complicaciones derivadas del exceso de grasa que puede tener específicamente un paciente. Según indican los expertos de SEEDO, «aunque es un índice comúnmente utilizado para el diagnóstico y la clasificación de la obesidad, es simplemente una medida de tamaño y no de salud”; en definitiva, según Cristina Porca y Enric Sánchez, «el IMC destaca por su facilidad de uso, pero tiene notables limitaciones», siendo mucho más recomendable «la evaluación de la composición corporal mediante análisis de impedancia bioeléctrica, que sería el método ideal».

Por otro lado, insiste en que las personas que viven con obesidad experimentan estigma y discriminación por el peso a lo largo de su vida y en diferentes entornos, lo que reduce su calidad de vida y puede acabar incrementando la morbilidad y mortalidad (independientemente del IMC).

Para abordar el sesgo de peso, relacionado con el estigma de la obesidad, según la EASO-EFAD en el manejo de la obesidad el foco no debe ponerse únicamente en la pérdida de peso, sino también en mejorar la salud y el bienestar del paciente; y es que, según se recalca, el objetivo del tratamiento es lograr resultados positivos en la salud, de forma más amplia.

Tintes «epidémicos»

El documento de posicionamiento de la EASO y la EFAD responde principalmente a la necesidad de poner cerco a un problema que tiene tintes «epidémicos» en Europa y que no para de crecer. Todo ello ha motivado que recientemente la Comisión Europea haya puesto de manifiesto la necesidad de priorizar la prevención y el manejo de la obesidad dentro de la estrategia para enfermedades no transmisibles.

En todo el mundo, un total de 2.4 millones de muertes se atribuyen a la obesidad y 70 millones de años de vida ajustados por discapacidad (medida de carga de la enfermedad global, expresado como el número de años perdidos debido a enfermedad, discapacidad o muerte prematura) se atribuyen a un elevado IMC. En 2021, la prevalencia de obesidad en adultos en la Unión Europea se estima que es del 23%, y conjuntamente sobrepeso y obesidad alcanzan tasas del 60%; pero, además, el problema aumenta con el paso de los años, y se estima que en 2025 1 de cada 4 adultos de la Unión Europea vivirán con obesidad.