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El secreto de los 30 minutos antes de acostar a un niño para que duerma bien

Los niños necesitan un periodo de desconexión entre la cena -igual que los adultos, evidentemente, pero los niños más- y el momento de acostarse, según explica el pediatra especialista en Neurofisiología clínica y especialista en Medicina del sueño, el Dr. Eduard Estivill.
«Este tiempo, tiene que ser un momento donde haya una buena comunicación entre los padres: cantar una canción o explicar una historia divertida, es decir, algo que sirva para ensalzar todavía más los nexos afectivos entre los niños y los papás -que ya deben empezar en una cena común-… y hay que persistir antes de que estos niños se vayan a la cama», detalla el experto, quien, a renglón seguido sostiene que «esta media hora, es media hora de afecto, de cariño, de estar con él pequeño… igual que el resto del día, que también debe ser aunque los padres no tengan tanto tiempo».

Para ello, es fundamental, relata el Dr. Estivill, buscar las actividades que transmitan cariño y afecto: contar una historia, cantar canciones, hacer juegos… No sirve mirar la tele ni usar tablets ni nada parecido. Hay que hacer realmente algo conjunto. Algo que los niños noten que estamos cerca de ellos al menos en ese ratito, que es muy muy personal, para que se sientan bien y se vayan a la cama tranquilos.

Por su parte, la psicóloga especializada en infancia, apego y trauma, autora de libros y cuentos educativos para familias y niños, Cristina Cortés, asegura que es importante entender qué supone irse a dormir para cada niño: «la experiencia va a ser diferente según la edad, según como se organice el tiempo en la familia, si se practica el colecho o no…».

«Dormirse antes que papá y mamá, irse a la cama antes que ellos, puede ser visto en la primera infancia como una despedida y la pérdida de una oportunidad de estar junto a ellos», señala la psicóloga. Además, dormir implica bajar la activación del día, relajarse para poder conciliar el sueño y los niños pequeños no son capaces de realizar esto por sí mismos y necesitan del acompañamiento de papá o mamá para irse relajando e ir entrando en las bajas frecuencias propias del sueño.

«De forma gradual»

«Entre las rutinas de la infancia, las relativas al sueño son importantes», afirma Cristina Cortés, que sostiene que se ha de realizar ese cambio de estado de forma gradual desde la activación hasta el relax, al igual que propiciar esa separación gradual acompañando a la habitación facilitando la llegada del sueño contando cuentos, o hablando sobre algún tema, y en ese hablar, la entonación de la voz propicia el viaje, la transición hacia el sueño.

«Esto facilita por un lado el ir entrando en un estado de mayor calma y por otro percibir que papá y mamá no dejan de estar, su contacto, su olor, hace que un bebé y un niño pequeño se embriaguen de seguridad y alcancen el sueño desde la calma y sin la ansiedad ante la separación», añade la psicóloga.

Cistina Cortés, coincide con el Dr. Estivill en que el tiempo previo al sueño debe ser destinado a crear vínculos con hijos. «En esa primera infancia es fundamental propiciar el ir bajando la intensidad de la actividad y aprovechar la intimidad de la hora para generar un espacio especial de conexión y que la despedida de la noche no sea vivida como una separación, sino como un momento único de sintonía que garantiza que papá y mamá están ahí, aunque estén rodeados de oscuridad», asegura.

Enseñar a los pequeños unos buenos hábitos de sueño tendrá una repercusión importante en su desarrollo y su vida adulta, pues, como señala el Dr. Estivill, un niño con una buena higiene de sueño, es decir, con unas buenas rutinas, es un adulto con buenas rutinas. El especialista en sueño, asegura que los hábitos se aprenden desde pequeño: «Aprender a dormir es como aprender esquiar, aprendemos desde pequeños y lo hacemos mucho mejor cuando somos mayores. Cierto es que también lo podemos aprender de mayores pero nunca lo haremos igual de bien. Por lo tanto, todos los hábitos que se aprenden de niño persisten de forma consistente cuando nos hacemos mayores», declara.

«Por esto, es tan importante que el sueño de un niño sea correcto y que enseñemos a dormir bien si tiene alguna dificultad. Porque entonces persistirá durante toda su vida con esta situación de bienestar y, al revés: un niño con problemas de sueño o un niño que duerme más de pequeñito o que tiene malas rutinas con los hábitos, es muy probable que cuando sea más mayor sea un candidato a tomar medicación», afirma el Dr. Estivill.

La psicóloga infantil, añade que toda conquista que logramos en la infancia va a ser un recurso posterior y si en algún momento perdemos el sueño contar con esos recursos nos ayudará a volverlo a recuperar o manejarlo mejor.

Las necesidades del sueño varían

A lo largo de la infancia, las necesidades de los pequeños también varían, pues, según van creciendo, las horas que los pequeños necesitan dormir disminuyen. «Un bebé duerme en torno a 16 horas y el adolescente retrasa la hora de conciliación del sueño y reduce sus horas», declara la psicóloga infantil. «Entre los 6-10 años, el sistema nervioso central ha madurado en gran parte y el promedio de horas de sueño es de 10 horas al día. Hacia la mitad de la infancia ya es posible diferenciar con facilidad todas las fases del sueño y estas se van volviendo cada vez más parecidas a las que aparecen en el adulto», agrega Cristina Cortés.

A lo largo de la vida, el tipo de sueño también varía. «El sueño de ondas lentas alcanza su punto máximo en los niños pequeños, y se reduce con la edad en casi un 40% en la segunda década (adolescencia)», señala la psicóloga, que concluye: «hacia los 75 años es posible que el sueño de ondas lentas haya desaparecido completamente», explica.

Por otra parte, se identifican diferentes funciones que puede cubrir el sueño y éstas dependen de los diferentes tipos de sueño si es de ondas rápidas o de ondas lentas. Esas funciones se relacionan con funciones fisiológicas o con la consolidación e integración de los aprendizajes y las experiencias vividas durante el día.

«Se ha planteado la hipótesis de que el sueño es importantes para la maduración del cerebro y para la plasticidad de las sinapsis, estas funciones son fundamentales en las primeras etapas del desarrollo, que es cuando el cerebro tiene un crecimiento más vertiginoso y realiza la mayor parte de su conexiones neuronales, aún así las sinapsis y nuevas conexiones neuronales las seguimos realizando durante toda la vida», expresa Cristina Cortés, que concluye con que «el sueño es fundamental como función fisiológica en todos los momentos del ciclo vital».

Influencia en el desarrollo

Por otra parte, el especialista en sueño, el Dr. Estivill, añade que los datos científicos en publicaciones, sobre todo de la Academia Americana de Pediatría, que nos dicen que el sueño influye en el desarrollo del niño porque mientras dormimos se segregan una serie de hormonas, concretamente la hormona del crecimiento, que es la que hace desarrollar a este niño pequeñito.

«También conocemos que una de las fases más importantes del sueño es la fase REM, donde se configura la memoria, por tanto, un niño que duerme bien es más feliz, más tranquilo, más concentrado y por ello un niño con mejor salud», afirma.

Cuando un miembro de la familia, especialmente un niño, tiene problemas para dormir, ocasiona un gran impacto en el núcleo familiar. «Una familia bien descansada se relaciona, comunica, y se regula mejor», afirma Cristina Cortés.

Sobre el impacto positivo que tiene una buena higiene del sueño en la familia, el Dr. Estevill apunta que además de los beneficios físicos y psicológicos por excelencia, aporta a la relación paterno filial: que un niño duerma bien significa que tiene unos papás que tendrán una situación emocional mucho más estable y más tranquila. Serán felices porque su hijo duerme bien, está bien y está contento. Y esto redundará evidentemente en esta satisfacción personal de los papás.

El especialista en sueño, destaca que está demostrado, también en revistas americanas, que las familias que tienen niños que duermen bien son más proclives a tener más hijos, a tener más hermanitos. En cambio cuando, hay un niño que duerme mal es mucho más probable que los papás no quieran tener más niños.

Consejos para los papás

El Dr. Estivill señala que los padres han de entender que un niño sano que no tiene ningún problema de salud, sí puede tener unos hábitos inadecuados: «Normalmente, los hábitos los enseñan los papás, por tanto, han de ser los papás los que aprendan a enseñar a este niño». «Existen hoy en día muchos libros y muchos profesionales que pueden ayudar a dar estos consejos, que son consejos básicamente de puericultura», afirma el especialista en sueño, que destaca: «hoy en día se explica poco en las facultades de medicina pero que es realmente es muy útil para los padres sobre todo primerizos».

Por su parte, la psicóloga infantil señala que el sueño del bebé y del niño pequeño es diferente al del adulto, este se va alcanzando con la edad, y podemos tener diferencias significativas en cómo se alcanza esa madurez. La conquista del ritmo circadiano asociado a la vigilia y el sueño es muy importante. Propiciar calma y actividades no muy excitantes
antes de ir a dormir es sumamente importante y acompañar al niño pequeño mientras concilia el sueño para garantizar esa calma.

«Somos mamíferos acostumbrados a regularnos a través del olfato y del tacto, que son las vías moduladoras de todo bebé, y mediante ellas se calman, tocando, oliendo a mamá especialmente, a la que reconocen desde su nacimiento», explica Cristina Cortés. «En el libro que tengo publicado ‘Mírame, siénteme. Estrategias para la reparación del apego en niños mediante EMDR’, abordo diferentes temas de crianza y regulación emocional, entre ellas el sueño y la importancia del vínculo parental», concluye.

«Además, hay que tener en cuenta que si la gestación y o el parto han sido complicados es normal que a ese bebé le cueste más calmarse y por ende conciliar el sueño ya que ha estado expuesto a mayor estrés perinatal», añade la psicóloga. «Los padres van a ser los moduladores naturales y precisan calma, paciencia y buscar sus propios tiempos de descanso», finaliza.

Casos reales e impacto en la familia

El Dr. Estivill, ha contado en su entrevista para OKSALUD un caso real de cómo la adquisición de hábitos saludables a la hora de acostarse tuvo un gran impacto positivo no sólo en el niño, sino en toda la familia, que ocurrió hace años, pero que, aún hoy «recuerda perfectamente»:

Eran unos papás jóvenes 29 años la mamá 33 el papá hacía ya cinco años que estaban juntos, era una relación magnífica y nació esta niña estupenda que no tenía ningún problema: comía bien y se desarrollaba correctamente en cuanto a sus parámetros físicos. Pero los papás empezaron a notar que había, primero un cambio de carácter en esta niña y, posteriormente, una situación de somnolencia y debilidad. Acudieron al pediatra y éste notó un parón en su desarrollo sobre todo en su altura.

Estos papás vinieron muy preocupados porque realmente las noticias de su pediatra no eran nada halagüeñas, y se sospechó claramente que podía haber un problema de sueño porque esta niña se despertaba varias veces cada noche y por lo tanto no descansaba. Simplemente, le explicamos a los papás como modificar estos conductas, cómo enseñar a dormir con las técnicas conductuales habituales que se utilizan también en la Academia Americana de Pediatría. La anécdota divertida es que no vimos más a los papás: estuvieron un año y medio sin asistir a la consulta porque en realidad si hacían bien las cosas no hacía falta que volvieran.

Al cabo de un año, volvieron con otro niño un niño pequeñito recién nacido y sus papás me dijeron: «¡mire! Este niño ha nacido gracias a usted porque como arreglamos el problema de mi hija, pudimos dormir y por tanto teníamos más tiempo para practicar y tener un nuevo niño». Todo un ejemplo de que si la armonía en la familia es correcta ya que el primer hijo duerme bien, los papás aceptan mucho mejor la llegada de un segundo hijo.

Otro caso real, viene de manos de Cristina Cortés, que nos cuenta:

Recuerdo a una niña de tres años, a la que le permitían decidir cuándo acostarse, según su necesidad.

Antes de escolarizarse esto no ocasionó aparentemente ningún problema, sin embargo, cuando comenzó a acudir al cole, en el primer curso de educación infantil, no conseguía adecuarse a los horarios escolares: se acostaba tarde y reparaba el déficit de sueño nocturno con siestas. A la mañana siguiente, estaba malhumorada, crispada, no le interesaban ni las relaciones ni las actividades del entorno escolar.

Recomendamos a los padres un programa progresivo para que fueran ellos los que marcaran los ritmos, ritmos que le permitieran adaptarse a las necesidades y a las exigencias de la escolarización y socialización.

Cuando la niña consiguió regular y conciliar el sueño acostándose a una hora adecuada, en torno a las nueve , esto le permitía levantarse sin sueño a la mañana siguiente y disfrutar del contacto y del aprendizaje en el aula infantil. Una noche, la niña les dio las gracias a sus papás por llevarla a la cama.

«A veces nos cuesta entender que lo que los niños piden o quieren no es lo que necesitan o precisan y que esa discriminación adecuada corresponde a los adultos que están a su cargo», finaliza Cristina Cortés.