¿Puede la fibra de los crustáceos e insectos promover la pérdida de peso?
La digestión de quitina, una fibra dietética de insectos y crustáceos, activa el sistema inmunológico
La fibra dietética de fuentes no convencionales puede afectar positivamente la digestión
Los insectos comestibles se consideran una fuente valiosa de alimentos altamente nutritivos, tal y como constata un trabajo recogido en ‘Critical Reviews in Food Science and Nutrition’.
Comer insectos es una práctica común en varios países, como África, Asia, Australia, Oceanía y América Latina. En estos países, los insectos son una fuente importante de nutrientes para la dieta humana y también son reconocidos por sus propiedades medicinales.
Hay más de 2000 especies de insectos que los humanos pueden comer. Los escarabajos, orugas, abejas, avispas, hormigas, saltamontes, langostas, grillos, insectos verdaderos, libélulas, termitas, moscas y cucarachas son los más consumidos en todo el mundo, según un estudio de ‘Nutrients’.
Los insectos pueden proporcionar una variedad de nutrientes, como proteínas de alta calidad, aminoácidos esenciales, grasas mono y poliinsaturadas, vitaminas y minerales. La composición de nutrientes de los mismos puede variar significativamente según la especie; sin embargo, los contenidos de proteínas y grasas son los que aparecen en mayor cantidad.
Como ha informado la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), los insectos comestibles son un recurso infrautilizado con gran potencial para ser un alimento innovador que puede ofrecer numerosos beneficios al ser humano. Por tanto, pueden presentar una opción alimentaria saludable, nutritiva y sostenible para los consumidores.
En cuanto a las propiedades medicinales, los insectos se han utilizado en algunos países como alimento nutracéutico durante mucho tiempo. Por ejemplo, en Nigeria, los grillos (Brachytrupes membranaceus ) se utilizan como fuente de alimento para promover el desarrollo mental y la atención prenatal y posnatal. En Asia, el escarabajo chino (Ulomoides dermestoides) se usa como una forma alternativa de tratamiento para enfermedades como el asma, la artritis y la tuberculosis. En Brasil, la misma especie sirve como estimulante y para tratar la irritación ocular y el reumatismo.
La digestión
Podemos intuir que la digestión de una criatura crujiente comienza con el chirrido audible de su rígida cubierta protectora: el exoesqueleto. Por desagradable que parezca, la cubierta dura podría ser buena para el metabolismo, según un nuevo estudio realizado en ratones y publicado en ‘Science’ elaborado por la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington en St. Louis.
Los investigadores, dirigidos por Steven Van Dyken, profesor asistente de patología e inmunología, descubrieron en ratones que la digestión de quitina, una fibra dietética abundante en los exoesqueletos de insectos y también en hongos y caparazones de crustáceos, activa el sistema inmunológico. Una respuesta inmune activa se relacionó con un menor aumento de peso, una reducción de la grasa corporal y una resistencia a la obesidad.
«La obesidad es una epidemia», ha afirmado Van Dyken, quien ha añadido: «Lo que introducimos en nuestro cuerpo tiene un efecto profundo en nuestra fisiología y en cómo metabolizamos los alimentos. Estamos investigando formas de contrarrestar la obesidad basándonos en lo que aprendemos sobre cómo la dieta afecta al sistema inmunológico».
El sistema inmunológico es bien conocido por proteger al cuerpo contra diversas amenazas, incluidas bacterias, virus, alérgenos e incluso cáncer. Los investigadores han encontrado que un brazo particular del sistema inmunológico también participa en la digestión de la quitina. La distensión del estómago después de la ingestión de la misma activa una respuesta inmune innata que hace que las células del estómago aumenten la producción de enzimas, conocidas como quitinasas, que descomponen la quitina. Es de destacar que la quitina es insoluble (incapaz de disolverse en líquido) y, por lo tanto, requiere enzimas y condiciones ácidas severas para digerirse.
Do-Hyun Kim, PhD, investigador asociado postdoctoral y coautor del estudio, ha realizado los experimentos en ratones libres de gérmenes que carecían de bacterias intestinales. Sus resultados muestran que la quitina activa las respuestas inmunes en ausencia de bacterias.
La quitina
«Creemos que la digestión de la quitina depende principalmente de las quitinasas del propio huésped», ha subrayado Van Dyken. «Las células del estómago cambian su producción enzimática a través de un proceso al que nos referimos como adaptación. Pero es sorprendente que este proceso ocurra sin aporte microbiano, porque las bacterias en el tracto gastrointestinal también son fuentes de quitinasas que degradan la quitina», ha apostillado.
El científico ha observado que en ratones con bacterias intestinales, la quitina de la dieta alteraba la composición bacteriana en el tracto gastrointestinal inferior, lo que sugiere que las bacterias intestinales también se adaptan a los alimentos que contienen quitina después de que salen del estómago.
Contra la obesidad
El equipo de investigación ha descubierto que el mayor impacto sobre la obesidad en ratones se producía cuando la quitina activaba el sistema inmunológico pero no era digerida. Los roedores alimentados con una dieta rica en grasas también recibieron quitina. Algunos ratones carecían de la capacidad de producir quitinasas para descomponerla. Los animales que la comieron pero no pudieron descomponerla ganaron la menor cantidad de peso, tuvieron las mediciones de grasa corporal más bajas y resistieron la obesidad, en comparación con los que ingirieron quitina y con los que sí la comieron pero pudieron descomponerla.
Si los ratones podían descomponerla, todavía se beneficiaban metabólicamente, pero se adaptaban produciendo en exceso quitinasas para extraer nutrientes de la quitina. Van Dyken y su equipo planean dar seguimiento a sus hallazgos en personas, con el objetivo de determinar si se podría agregar quitina a la dieta humana para ayudar a controlar la obesidad.
«Tenemos varias formas de inhibir las quitinasas del estómago. Combinar esos enfoques con un alimento que contenga quitina podría tener un beneficio metabólico muy real», ha afirmado el investigador.
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