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Se confirma que la falta de sueño aumenta el riesgo de alzheimer

Un nuevo estudio revela la importancia del descanso para prevenir la demencia

Dormir es un proceso fundamental para el buen funcionamiento del organismo, pues el cuerpo humano necesita descansar correctamente para reponer fuerzas y rendir con energía al día siguiente. Una importancia que no solo radica en esa fortaleza física, sino también en la prevención de enfermedades como la demencia o el alzheimer.

Durante años, infinidad de estudios han intentado demostrar la relación entre la falta de sueño y la disminución de las funciones cognitivas del individuo. El alzheimer es un tipo progresivo de demencia que deteriora las habilidades sociales y motoras del paciente, interfiriendo gravemente en su rutina diaria. Uno de los síntomas es precisamente el trastorno del ciclo normal del sueño, que desencadena episodios de somnolencia y nerviosismo muy difíciles de paliar.

Se comprueba la teoría

El alzheimer está relacionado con la acumulación de placas de beta-amiloide.

Un nuevo estudio al respecto, realizado por un grupo de investigadores de la Clínica Mayo en Rochester, han demostrado que el cansancio influye notablemente en el desarrollo de enfermedades neurodegenerativas. Según los resultados, publicados en la revista especializada JAMA Neurology, esta conducta induce a una acumulación mayor de placas de beta-amiloide en el cerebro del paciente. Hablamos de una proteína que actúa como un importante biomarcador del alzheimer.

Esta proteína ayuda a diagnosticar precozmente la enfermedad.

Estas placas de beta-amiloide, altamente tóxicas para las neuronas, se almacenan en el cerebro provocando la destrucción de las mismas. Un proceso que solo podemos evitar durmiendo plácidamente y cuya influencia es determinante para diagnosticar precozmente la enfermedad. De esta forma, si el sueño es insuficiente o de mala calidad, el cerebro no será capaz de eliminar esta proteína tan dañina para nuestra salud.

La muestra a la que recurrió el estudio estaba compuesta por 283 hombres y mujeres con más de 70 años de edad, de los cuales el 22% ya padecía una somnolencia diurna excesiva (EDS). Los resultados finales demostraron que este último grupo estaba asociado al aumento de la acumulación de la beta-amiloide. «La identificación temprana de los pacientes con EDS y el tratamiento de los trastornos subyacentes del sueño podrían reducir la acumulación de esta proteína en este grupo vulnerable», aseguran los responsables del proyecto.