OkSalud
Director médico en Unidad de la Espalda Kovacs del Hospital Universitario HLA-Moncloa de Madrid

Dr. Francisco Kovacs: «La escuela instruye, pero quien educa es la familia»

“La biología marca las potencialidades de un individuo, y la educación determina cuáles de esas potencialidades fructifican en capacidades y aptitudes, y cuáles se dejan marchitar”

OKSALUD charla hoy con el investigador médico español «con mayor producción científica en el campo de las dolencias del cuello y la espalda», siendo autor de más de 160 publicaciones en revistas científicas internacionales, como Lancet, Spine, Radiology o Pain, con un ‘factor de impacto acumulado’ de más de 650 puntos y más de 15.000 citas en Google Académico, según nos detalla en la entrevista con motivo de su reciente publicación, en este caso el libro ‘Aprendiendo a ser padres’ (Editorial Espasa). También coordina programas de promoción de la salud pública que acumulan más de 150 millones de beneficiarios en 201 países.

Se trata del polifacético Dr. Francisco M. Kovacs, licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad de Barcelona en 1983 y doctor summa cum laude por la misma Universidad en 1986, centro del que fue profesor colaborador para su Departamento de Ciencias Morfológicas de Anatomía y Embriología Humanas entre 1988 y 2005.

Durante su infancia cursó estudios musicales de piano, órgano y composición, dando su primer recital a los siete años y su primer concierto con orquesta a los diez. A los trece había ofrecido noventa recitales y conciertos en veintidós países. Aficionado esquiador, jinete, piloto acrobático, buceador y parapentista, cuenta con un palmarés deportivo destacable como yudoca y tirador.

Con 29 años, el Dr. M. Kovacs fue nombrado representante cónsul honorario de Hungría en las Islas Baleares, cargo que mantuvo con el rango de cónsul general hasta mudarse fuera de España en 2017.

Hoy nos presenta una obra en la que sienta las bases para estimular y educar durante el embarazo hasta…. las motos, las drogas, el alcohol, la violencia, las armas, las salidas nocturnas, las malas compañías, la televisión, el ordenador y las tabletas, Internet y las nuevas tecnologías, las redes sociales… 

PREGUNTA.- Es complicado resumir más de 400 páginas en un par de párrafos, pero vamos a intentarlo para los lectores de OKSALUD…. Vamos a ‘desgranar’ la obra… ¿Qué papel juega la Biología en la educación?

RESPUESTA.- La biología marca las potencialidades de un individuo, y la educación determina cuáles de esas potencialidades fructifican en capacidades y aptitudes, y cuáles se dejan marchitar. Por ejemplo; los genes influyen en la facilidad con la que se pueden establecer conexiones entre las neuronas de diversas áreas cerebrales, pero que esas conexiones realmente se desarrollen no, y cuántas sean, dependen de los estímulos que se reciban, las experiencias que se vivan, y el momento en el que se produzcan. Es decir, de la educación. 

Unas áreas cerebrales maduran antes que otras, y en la facilidad con la que se establecen nuevas conexiones también influye la edad. En la práctica, si algunas de esas conexiones no se han establecido antes de un momento determinado, es muy difícil que lo hagan más adelante. Por eso, lo óptimo es que el calendario de desarrollo biológico sea la guía para definir el programa educativo, y que los estímulos educativos se aporten de la manera apropiada y en el momento oportuno. Definir ese ‘cómo y cuándo’ constituye uno de los aspectos esenciales del libro.

P.- ¿Se podría decir que hay que educar con los cinco sentidos?

R.- Al principio, sí. Pero cuando maduran áreas cerebrales más complejas, la educación incluye también estímulos, vivencias y tareas cada vez más sofisticadas, y que implican no sólo a los órganos y los centros sensoriales. Por ejemplo, con el fin de fomentar las capacidades de deducción e inferencia, el análisis crítico, las relaciones emocionales y sociales, la estrategia, la capacidad de planificación o la creatividad.

P.- ¿Hay una fórmula mágica para elegir la forma de educar a nuestro hijo? ¿Son todos iguales?

R.- Educar implica esencialmente tres cosas: desarrollar todas las potencialidades que permiten los genes del niño, rodearle de afecto y aportarle un modelo al que imitar. Los dos últimos aspectos dependen de la familia, y especialmente de los padres, pero la Ciencia ayuda mucho a cubrir el primero. 

El proceso biológico de desarrollo y maduración pasa por varias fases que son comunes a todos los niños, pero la duración de cada una puede variar de uno a otro. Unos niños crecen en estatura antes que otros; lo mismo sucede con todos los procesos biológicos, y la educación debe adaptarse a ese calendario. Es tan absurdo obligar a un niño a llevar un pantalón de la talla que un funcionario haya decidido arbitrariamente que corresponde a su edad, aunque no le quepa, que agrupar a los niños estrictamente en función de su fecha de nacimiento, clasificando a los niños nacidos el 31 de diciembre y el 1 de enero en cursos distintos, y dificultando que puedan ajustarse según sus distintas aptitudes y ritmos de desarrollo y aprendizaje. Además, los genes pueden facilitar que en un niño concreto sea más fácil desarrollar las conexiones cerebrales implicadas en unas aptitudes que en otras, y el proceso educativo también tiene que adaptarse a esas características individuales.

Para lo que sí existe una fórmula segura e igual para todos, es para el fracaso: aunque la semilla sea la mejor, si el árbol no se riega en el momento oportuno no da frutos y, si se deja morir, esa potencialidad se pierde para siempre. Del mismo modo, si el método educativo no se basa el conocimiento científico sobre el desarrollo biológico, sino en sesgos ideológicos, teorías psicopedagógicas no comprobadas, obsesiones idiomáticas o criterios burocráticos, es normal que no desarrolle todas las potencialidades de los alumnos y obtenga resultados nefastos. Creo que eso ha influido en el hundimiento del nivel educativo español desde la implantación de la LOGSE y sus sucesivas reformas, tal y como las comparaciones internacionales reflejan año tras año y desde hace décadas.

Y si además se destierran del ámbito educativo público los conceptos de esfuerzo, autodisciplina y meritocracia, se imponen hábitos que impiden que la educación funcione como ascensor social y lastran el futuro de generaciones enteras. Eso dificulta el progreso colectivo y aboca a una sociedad injusta, en la que sólo las familias con recursos suficientes para que sus hijos sean educados al margen de ese sistema, pueden prepararse para vivir una vida libre, digna y productiva, mientras que a los demás se les condena a ser seres dependientes y fácilmente manipulables. 

P.- ¿En qué lugar queda la escuela en esta afirmación «Si usted no educa a su hijo, nadie lo hará»?

R.- La escuela instruye, pero quien educa es la familia, y esencialmente los padres. 

Un niño está sometido a muchas influencias externas a su familia; amigos, escuela, redes sociales, publicidad comercial, adoctrinamiento ideológico para asegurar su futuro voto … No es realista creer que el bien del niño a largo plazo sea siempre el objetivo prioritario de todas esas influencias. Por el contrario, creo sensato asumir que, en general, los padres son quienes están más y más honestamente interesados en que el futuro de sus hijos sea el mejor posible. Si ejercen eficazmente su papel, pueden blindarles de influencias perjudiciales y capacitarles en cuanto antes para que desarrollen un criterio propio, firme y fundamentado, que cuando sean suficientemente maduros les permita decidir libre e inteligentemente por sí mismos. Por eso, inhibirse de la educación de un hijo, confiándola al albur del entorno, es una irresponsabilidad. 

Por otra parte, la escuela también aporta un entorno que facilita relacionarse con los demás y desarrollar aptitudes sociales, así como a aprender a aplicar en el día a día conceptos generales, como la meritocracia, la solidaridad, la lealtad, la amistad, el respeto a la verdad, o la justicia. Pero quienes son responsables de inculcar esos principios, son los padres. Y no sólo con lo que dicen, sino sobre todo con su ejemplo.

P.- «Los niños geniales tienen más posibilidades de ser adultos felices». ¿Por qué?

R.-Porque un niño educado con un método apropiado, que fomenta todas sus potencialidades, está más capacitado para percibir en cada momento la realidad con todos sus matices, analizarla correctamente en el contexto apropiado, y definir la mejor manera de prosperar y contribuir a la prosperidad de los demás. Incluso en entornos difíciles, eso le da más posibilidades para ser libre y vivir una vida digna y autosuficiente, manteniéndose fiel a sus principios, y sin necesitar ser dependiente ni sumiso ante terceros. Es más fácil ser feliz en esa situación que en la opuesta.

P.- ¿Por qué muchos padres temen al castigo? ¿Han sido castigados y son blandos con sus hijos? Dice usted que el castigo merecido es necesario y no traumatiza.

R.- La inhibición de los padres puede explicarse por muchos motivos, que además no son mutuamente excluyentes; la confusión ante las opiniones diversas; la incapacidad o el miedo a asumir la responsabilidad de ser padres; los traumas personales; la falta de la autodisciplina necesaria para castigar a un hijo, porque ningún padre disfruta haciéndolo; el desconocimiento sobre cómo castigar eficazmente; la sumisión a la corrección política, que también en este campo resulta suicida… 

Dejar crecer espontáneamente a un niño como si fuera un fruto silvestre, sin intervenir, no es educarle. Educar implica fomentar ciertas actitudes y comportamientos, y reprimir otros; el premio y el castigo sirven exactamente para eso. Y cuando el castigo es necesario, resulta imprescindible. Como en el caso del premio, más importante que el tipo o la dosis, es que sea predecible, merecido y eficaz. Los datos disponibles reflejan que no ser castigado cuando resulta merecido traumatiza tanto como serlo de manera sistemáticamente inmerecida. Por el contrario, como también resulta obvio si comparamos los logros y actitudes de las generaciones pasadas con las de la actual «generación de cristal», aplicado de manera justa e inteligente cuando es merecido, el castigo no sólo no traumatiza sino que resulta una herramienta educativa indispensable. 

P.- También dice que los padres no son amigos…

R.- En el proceso educativo, los padres tienen un papel, y los amigos, otro. Los niños siempre pueden encontrar amigos; lo que necesitan son padres. Y si los padres actúan como amigos de sus hijos, les dejan huérfanos. 

P.- Y sabe… una ministra española, en esta línea de ideología de ‘género’ dijo en una universidad católica que los hijos son de estado. ¿Qué opina de esta ideología que entra en nuestros hogares? 

R.- Algunos países ya han aplicado ese concepto, por lo que creo que ya existen datos suficientes como para poder alcanzar una conclusión al respecto sin tener que basarse sólo en opiniones. Por ejemplo, en la Unión Soviética y los demás países comunistas, los niños ya pertenecían al Estado, y no eran educados para que pudieran ser adultos libres y capaces de labrarse dignamente su propio futuro, sino adoctrinados para actuar como tontos útiles al servicio del gobierno que les esclavizaba, y para que estuvieran dispuestos a denunciar a sus propios padres o hermanos si detectaban en ellos alguna desviación ideológica o crítica al sistema. Eso permitió que durante décadas una nomenclatura de déspotas nadara en la opulencia a base de mantener oprimidos y en la miseria a sus conciudadanos. E incluso años después de que ese sistema se colapsara por su ineficiencia, la mayoría de esos niños siguen siendo adultos incapaces de valerse por sí mismos en una sociedad libre y productiva. 

Que en el siglo XXI una ministra se atreviera a plantear de nuevo ese enfoque, sugiere que no siempre es sensato confiar ciegamente en la capacidad de un político para asegurar que el sistema educativo público capacite a los niños para tener un mejor futuro. Ni tampoco lo es confiar en su honradez intelectual o sinceridad, porque esa misma ministra había enviado a sus propias hijas a un colegio privado, evitándoles la educación controlada por el Estado que recomendaba para las hijas de los demás. Eso puede reflejar el loable desvelo de una madre por sus hijas, pero también la fría crueldad de quien está dispuesta a dejar ciegas a las hijas de los demás, para que a las suyas les baste ser tuertas.

P.- De hecho hay un apartado en el libro sobre ‘Enseñar a su hijo a sobrevivir en la sociedad actual’. ¿Sobrevivimos en lo que llama «tiempos inciertos con modelos sociales enfermizos y decadencia y perversión»?

R.- Desde mi punto de vista, estamos viviendo tres procesos que presagian cambios significativos en un futuro cercano. 

En primer lugar, el rápido desarrollo de algunas tecnologías, que aportan posibilidades fascinantes pero también implican cambios impredecibles en muchas facetas de la vida, y dan a los gobiernos y a ciertas élites la capacidad de controlar y someter a la población con un grado de intensidad, profundidad y detalle previamente inimaginables. 

En segundo lugar, el abandono de los principios y valores en los que los países occidentales han basado su éxito, por artificios de ingeniería social que resultan intelectualmente absurdos y socialmente suicidas, como la corrección política o lo Woke. Esto acelera la decadencia de las sociedades occidentales y aboca a una situación perversa, en la que las acciones enfocadas al bien común son perseguidas, y las tropelías recompensadas. En el libro cito ejemplos concretos que a mi manera de ver reflejan que ese proceso ya está en curso.

En tercer lugar, desde el punto de vista geopolítico, el enfrentamiento en todos los ámbitos entre la potencia mundial actualmente hegemónica y la ascendente, y entre los bloques que las secundan. Por primera vez desde que la Corona española creó la primera Potencia global, con presencia en cuatro continentes, la posible nueva potencia hegemónica no procede de una cultura judeocristiana, y sus valores, enfoques y prioridades son distintas de aquellas en las que hemos sido educados.

Mi opinión personal es que el efecto combinado de esos y otros procesos hace probable que los tiempos que van a vivir quienes ahora son niños, sean más inciertos que los de las generaciones de sus padres y abuelos, y es posible que se rijan por normas y valores distintos de aquellos a los que estamos acostumbrados. Cuanto más imprevisible es el futuro, más difícil resulta predecir qué aptitudes necesitarán quienes ahora son niños para sobrevivir digna y exitosamente a lo largo de su vida. Por eso creo especialmente importante asegurar que sean educados con un método que fomente el desarrollo de todas sus potencialidades. A mi juicio, eso es algo que el actual sistema educativo no garantiza ni considera prioritario, y capacitar a los padres para hacerlo constituye el objetivo esencial del libro. 

P.- Y hablando de lo que usted titula como «corrección política»… ¿Cómo cree que educaron a nuestro actual presidente del Gobierno español? 

R.- Basándome en sus actuaciones públicas, especularía con que su educación enfatizó el tesón, la consecución de sus objetivos a cualquier precio y la defensa a ultranza de los intereses propios y de su núcleo íntimo y familiar más cercano, mientras que no se preocupó por inculcar con el mismo rigor conceptos como el equilibrio entre el egoísmo y el bien común, la honradez académica o personal, la lealtad personal e institucional, o el respeto por la verdad, la justicia y la palabra dada. Pero no le conozco personalmente, y a veces la imagen pública de un político puede no corresponderse con la realidad, por lo que carezco de datos fundamentados para responder con certeza. 

P.- El enfoque ideológico impregna nuestras vidas. Dice usted: «Los niños son niños y las niñas son niñas. Y no son iguales». ¿Y qué les dice a los que sostienen el concepto de sexo sentido (género)?

R.- Si en una habitación se juntan niños y niñas desnudos, resulta posible, e incluso fácil, distinguir a los unos de las otras. Si fueran iguales, serían indistinguibles, por lo que creo que no merece la pena perder más tiempo con esta cuestión. Y los rasgos anatómicos que los distinguen a simple vista ni son los únicos ni los más importantes que los diferencian. 

Eso no tiene nada que ver con las preferencias sexuales que desarrollen cuando maduren, ni cuestiona que niños y niñas sean equivalentes, pero decir que son iguales es simplemente una falsedad tan evidente que sólo puede engañar a quien quiera ser engañado.

P.- Educar en valores. Ofrece información en su obra sobre la mentira y la verdad; verdades comprometidas y mentiras piadosas, la moda y las modas, el botellón, el dinero, la injusticia, la igualdad en el trato, el sistema de justicia, la corrupción, el victimismo y elusión de responsabilidades…

R.- La educación implica inculcar al niño una serie de principios y habilidades. Así, durante su educación se le enseña a analizar imparcialmente la realidad, formarse un criterio propio, buscar y defender la verdad, respetar a los demás, ser justo, vivir una vida libre y digna… en definitiva, aplicar los valores que caracterizan a la sociedad occidental. Pero si cuando el adolescente desembarca en la vida adulta observa la realidad actual, puede llegar a la conclusión de que esos valores son una quimera obsoleta y que intentar mantenerlos le supondría una desventaja competitiva, por lo que le irá mejor si se prepara para sobrevivir aplicando la ley de la selva. 

Por eso, además de inculcarle esos principios, conviene ayudarle a analizar las incongruencias de la sociedad actual y entender su fundamento, de manera que sea capaz de desenvolverse exitosamente sin renunciar a sus principios ni a su propio criterio. Y la guía de los padres es indispensable en ese proceso.

P.- Un guiño a la doctora Nicole Mufraggi. ¿Por qué?

R.- Por una parte, porque es una excelente profesional que me ha ayudado a redactar algunos capítulos del libro. Pero, sobre todo, porque es una persona excepcional. La conozco desde siempre, pues ya era amiga de mis padres antes de que yo naciera, y nunca la he visto hacer más que el bien e intentar ayudar a todos, combinando inteligencia, bondad, firmeza en el fondo y encanto en las formas. Cuando yo muera, agradeceré haber disfrutado de su amistad durante toda mi vida.

P.- Quiero trazar mi destino desde el principio y no dejarme arrastrar… Deme, por favor, un consejito para acabar….

R.- Con ese fin, le doy un consejo genérico, y tres recomendaciones. El consejo; en general: confíe más en la motivación y las recomendaciones de sus padres que en las de agentes externos. Actualmente, la probabilidad de que alguno de sus padres sea perverso, es menor que la de ser víctima de influencias interesadas o de un sistema educativo diseñado con más ideología que fundamento. 

Los tres consejos

      1. Desarrolle todas sus capacidades tanto como pueda; es más fácil hacerlo de niño, pero con autodisciplina y esfuerzo siempre es posible. 
      2. Analícese a sí misma y a la realidad de la manera más objetiva e imparcial que pueda, intentando prescindir de sesgos, manipulaciones y prejuicios; fórmese un criterio propio fundamentado, contrástelo con interpretaciones distintas, y actúe en consecuencia con rigor y disciplina. 
      3. Esté dispuesta a todo para defender su libertad y su dignidad; si se pierden, es muy difícil recuperarlas.