Cómo afrontar las cuestas en el running
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La inclusión de las cuestas en los entrenamientos de running afectará de manera positiva en el rendimiento de los corredores. Mucha gente no se atreve con ellas, pero es porque no conocen en realidad los grandes beneficios de este tipo de sesiones. A continuación te explicamos cómo afrontar las cuestas en el running.
No siempre se adopta la postura más adecuada para afrontar este tipo de inclinaciones. Cuesta arriba se necesita realizar un esfuerzo extra para vencer la gravedad. El desnivel existente influye en la pisada y eso implica mejorar el efecto rebote de la carrera. A la hora de soportar una cuesta hacia arriba hay que adoptar la postura correcta.
No hay que inclinar en exceso la cintura hacia adelante. La mayoría de los corredores optan por desplazar inclinar demasiado el cuerpo en los ascensos, pero lo que se consigue es inhibir la flexión natural de la cadera y limitar la capacidad de despegue de los pies. Por eso hay que prestarle mucha atención a la posición de la cintura.
La cabeza se debe mantener erguida y la frente en alto. Con ello conseguiremos que la columna cervical no sufra tanto. Pero también se hace necesario controlar la postura del cuerpo en los descensos.
Al igual que subiendo nos inclinamos hacia adelante, ocurre todo lo contrario en las bajadas. Se realiza esto para frenarnos y correr más lento. Lo más normal es que se mantenga la posición sin soltar el peso hacia atrás. Al inclinarse hacia atrás será la espalda la que reciba el impacto de manera directa, por lo que estaría sufriendo mucho más de lo que nos pensamos.
A todo el mundo le encanta descender las cuestas a toda velocidad, pero eso provocará que el cuerpo se incline mucho hacia delante y ocurre algo muy similar a lo que pasaba a la hora de subir.
La posición que adopte el cuerpo en las subidas afectará tanto a la salud como al rendimiento del corredor. Pero hay otros factores corporales que también entran en escena. La mirada hay que mantener fija al frente, consiguiendo de esta forma que se cuide la postura. Si se realiza la carrera con las manos abiertas se dará una sensación de relajación que se transmitirá al resto del cuerpo.
Hay que ir de menos a más. Si corres con mucha intensidad al comienzo de una cuesta lo más probable es que te resientas del esfuerzo en el último tramo. De ahí que se recomiende empezar suave y acelerar en la parte final. Para ello hay que conocer un poco el recorrido que se haga.
Tanto para las subidas como para las bajadas es preferible utilizar zancadas cortas. En cuanto a las distancias, nuestras piernas agradecerán que se hagan cuestas largas, que se pueden alternar con las cuestas cortas de 60 metros a gran intensidad y empleando como recuperación las bajadas.
Aunque no nos guste la dureza de las cuestas, hay que incluirlas en los entrenamientos porque será una manera de conseguir variedad y mejorará nuestro rendimiento.