Opinión
Candilazos

La verduga de Zaplana

No estamos hablando de una cárcel del medievo”. Con esta displicencia ha despachado la juez Isabel Rodriguez Guerola una de la cinco peticiones formuladas por la defensa del exministro Eduardo Zaplana, en grave estado de salud por padecer leucemia y en prisión preventiva por el caso Erial, para que bien sea puesto en libertad o pase a estar bajo arresto domiciliario mientras continúa la instrucción y hasta la celebración del juicio.

Sin embargo, el manejo de la presunción de inocencia que está realizando esta magistrada sí que recuerda a la Edad Media, a los Torquemadas de turno. “Cuando la delación hecha no lleva viso ninguno de ser verdadera no por eso ha de cancelar el inquisidor el proceso”. Así entierra el famoso Inquisidor General de la Corona de Aragón, Nicolao Eymerico, el concepto de presunción de inocencia en su Manual de Inquisidores. Para uso de las inquisiciones de España y Portugal (1376).

Y es que Rodríguez Guerola está sometiendo al reo a una daño encarnizado físico y moral –“Rezo todos los días para morirme”, ha confesado Zaplana a los suyos– cuando todavía está muy lejos de probarse su supuesta culpa. El proceso sólo se encuentra en su fase de instrucción y las razones de esta verduga para mantenerle entre rejas ya no se sostienen: principalmente porque siete meses después de su ingreso en la cárcel de Picassent (Valencia) los riesgos de fuga, reiteración delictiva o destrucción de pruebas son mínimos, habiendo tenido comunicación con el exterior desde la celda. Una comunicación que por cierto le ha prohibido ahora la juez pese a estar en la camilla del hospital. Una tortura sigilosa, repugnante.

Además de la titular del Juzgado de Instrucción 8 de Valencia, los magistrados de la Sección Quinta de la Audiencia Provincial María Begoña Solaz Roldán, José Antonio Mora Alarcón y Alicia Amer Martín, también ha desestimado el recurso de apelación por “razones humanitarias” de la defensa de Zaplana. Estos cuatro jueces no pueden irse a la cama con la conciencia tranquila cometiendo semejante indignidad, pasándose la clemencia y la piedad por el forro de las togas.

Que sepan que si –Dios no lo quiera– Zaplana termina perdiendo la vida en estas circunstancia de arresto, sus familiares tendrán todo el derecho del mundo de emprender acciones legales contra estos magistrados por el martirio sufrido durante estos meses. Desde su ingreso en prisión el pasado mayo, Zaplana ha experimentado un deterioro notable de su salud debido a la infección por le rechazado al trasplante de médula ósea. Su peso ha pasado de los 73 kilos a unos 60.

No hay que peder de vista que los jueces de instrucción no son la justicia divina, aunque algunos así se crean. A la propia Rodríguez Guerola ya le enmendó la plana la Audiencia de Valencia para que reabriera el caso del presunto amaño del Levante-Zaragoza del 2011, un año en el que, por cierto, estuvo de baja por enfermedad con una licencia del CGPJ que duró al menos 18 meses. En este caso, que finalmente se juzgará en septiembre de 2019, la instructora mostró además una sorprendente animadversión hacia los periodistas al pedir a los futbolistas que no hablaran con los medios. Incluso les abrió la puerta de atrás del juzgado para que esquivaran a la prensa.

Y para colmo, el hipócrita de Pablo Iglesias ha salido a decir: “Estoy completamente de acuerdo con el PP en esto. Cualquier preso, haya hecho lo que haya hecho, merece que se respete su dignidad si sufre una enfermedad como la de Zaplana. La humanidad engrandece a la democracia también cuando se enfrenta al crimen”. ¿Pero de qué “crimen” habla usted? Otro que se carga la presunción de inocencia como hacen en las mazmorras venezolanas donde los palos, las torturas y las violaciones de los derechos humanos están a la orden del día. Pablenín, esas palabras igual le valían a usted para dedicárselas en vida al etarra Bolinaga, quien sí fue condenado por el secuestro de Ortega Lara y el asesinato de tres guardias civiles. ¡Cuánta impostura!