La vena sanchista
Cuando un político percibe el paisaje tenebroso («tenebroso» dice y repite) de perder su silla, donde todo se trata de sí mismo, un pavor como ese va escrito en el rostro. El de la corbata y la alerta roja. Estrés, hiperventilación, vigilancia.
Ojos de plato, pieles fruncidas, contracción de pupilas, tensión mandibular, escalada verborreica, mirada hostil, nerviosismo, agitación, ansiedad ¡Sánchez!
Más allá de reproches enlatados, discursos de equipo de comunicación y minuto final que los candidatos recitan como un niño la «Canción del pirata» ante su profesor, el debate por la Presidencia nos ha ofrecido valiosa información acerca de las dos personas que han comparecido en plató. Pero, sobre todo, de aquel que nos ha conducido los últimos años con corbata roja y voz impostada, hoy rojo furia.
En efecto, la agresividad en el rostro y la voz de un político durante un debate televisivo puede ser percibida a través de ciertos gestos, expresiones faciales y lenguaje no verbal. Excitación, impaciencia, miedo, vanidad, soberbia, arrogancia, egoísmo: ¡yo!
Movimientos corporales amenazantes, resentimiento, ira, violencia gestual. Rictus penetrante, gesticulación. Sonrisa espasmódica y esa vena traidora que puede hincharse en la región lateral de la frente, y hacerse más visible debido al aumento del flujo sanguíneo en la zona.
Rojo sanchismo, peligro biológico, patógenos, alerta máxima ¡te meto!
Rojo que, en contextos financieros, se asocia con números negativos o déficits económicos, cabe mencionar.
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