OPINIÓN

¡El sofisma Neokeynesiano!

OCU, keynesiano sofisma

«La libertad es el derecho a decirle a la gente lo que no quiere escuchar», Margaret Thatcher.

Decía Henry Hazlitt que «el arte de la economía consiste en considerar los efectos más remotos de cualquier acto o medida política y no meramente sus consecuencias inmediatas; en calcular las repercusiones de tal política no sobre un grupo de la población, sino sobre todos los sectores productivos».

No deja de ser sorprendente la brillantez de tan sensatas palabras cuando a día de hoy seguimos viendo el resultado de las infructuosas políticas económicas en Europa del estatismo, tanto del estatismo conservador de Reino Unido, como del estatismo socialdemócrata de Europa.

Y es que la economía como ciencia, esgrima de un gran defecto bajo mi punto de vista, que subyace a los intereses egoístas de quien ostenta el poder y llena de sofismas interesados las directrices políticas, que si bien algunas pueden beneficiar a todos, la gran mayoría benefician a una minoría a expensas de los demás. Por supuesto, esta minoritaria parte interesada hará uso de la propaganda y del Estado para tratar de confundir o convencer al público sobre las bondades que a corto plazo puede tener una decisión a todos los efectos interesada.

Hoy, el Gobierno de España nos presenta los datos de empleo y en materia económica a su conveniencia, a la vez que este país navega a la deriva liderando el Misery Index (índice de miseria en la eurozona). ¿Y a qué se debe tal circunstancia si tenemos menos paro que nunca? Pues lo cierto es que los datos suelen ser confusos por tergiversados, y es que lo normal es que como les decía, los economistas actuales se centren en confundir o convencer al público mediante la defensa acérrima de los argumentos que sólo explican las consecuencias inmediatas e indirectas sin tener en cuenta las consecuencias de largo plazo y los efectos que una política partidista tendrá sobre el conjunto de la población.

Y no existe mala fe en tal proeza y demostración de pereza intelectual, pues es tendencia en el ser humano considerar exclusivamente las consecuencias inmediatas con actitudes totalmente cortoplacistas sin inquirir en cuáles serán las consecuencias del futuro. Y ésta sin lugar a dudas, es la grandísima diferencia entre buena y mala economía, e imagino que saben a estas alturas del partido de qué lado de la historia estoy.

La cruda realidad es que España no ha tenido crecimiento económico en términos reales en los últimos 16 años tras la demonizada crisis de 2.008, en la que los neokeynesianos se han encargado de convencernos del fracaso de las políticas neoliberales sin mayor explicación que señalar y balear al aire bajo el pobre argumento de la defenestración, cuando en realidad podría enumerar cantidad de ejemplos que explican que el intervencionismo y NO la libertad fueron causantes de tal crisis financiera.

Para empezar, cualquier libertario defendería la quiebra de los bancos y cualquier argumento basado en el miedo sistémico parece abolir de la ecuación la malograda Ley de Peel antecedente del sistema de reserva fraccionaria. Pero no sólo el origen en no dejar caer a los bancos, sino la hipocresía nuevamente de mentir de manera populista a la sociedad con la demostración con el paso del tiempo que del «too big to fail» rien de rien. Por supuesto, podría ampliar entre los causantes de la crisis la corrupción de muchos alcaldes sobre los planes urbanísticos; directores de zona de muchas cajas de ahorros y los «neopromotores» que cambiaron comisiones por financiación irresponsable y metros cuadrados. ¿Esto es libre mercado? NO.

Este hecho, provocado por una renta per cápita que no avanza, es de hecho el gran causante de la precariedad y los bajos salarios. ¿Y a qué se debe? A que lo único que ha crecido durante este tiempo al amparo de la ignorancia económica es Papá Estado que con su buenismo hipócrita se ha profesionalizado para seguir sobornando a la población mediante unos políticos que ostentan un poder estudiado al milímetro para corromperse sin culpabilidad.

La regulación abusiva y la irresponsable gestión de los recursos públicos, ha provocado que los frutos de la productividad de empresarios y trabajadores se destinen al malogrado presupuesto público, destinado no tanto para el estado del bienestar sino para el bienestar del Estado, que es muy distinto. Y si los recursos producidos por el sector privado no están disponibles para la inversión, ¡te cargas la cuasi renta! Y restas incentivo al innato espíritu de creatividad empresarial del ser humano. Sin inversión no hay innovación, sin innovación no existen puestos de trabajo cualificados y sin puestos de trabajo cualificados no existe ahorro que cree riqueza, dando pie al círculo vicioso constante de la catástrofe económica estatista.

Como ven queridos amigos, el sofisma empírico de esta corriente intervencionista me hace plantearles que el debate no está entre izquierda y derecha, sino más bien entre estatismo o no estatismo, entre un Estado al servicio de sus ciudadanos o los ciudadanos a merced del Estado. Y bueno, puedo comprender que ciertas medidas populistas e irresponsables del Estado produzcan gratos momentos a muchos ciudadanos que sobornados por recursos públicos cambian inversión por derroche.

Pero como decía Hazlitt, ¿dejan de advertir el perezoso y el derrochador en medio de su despreocupada disipación que caminan hacia un futuro de deudas y miseria? No se dejen engañar, les tengo demasiada estima como para no avisarles de aquello que me atormenta… Los supuestos economistas del nuevo orden defienden el degenerado despilfarro público como la solución económica y condenan el sensato hábito de ahorrar, aferrados al formidable argumento de que, a largo plazo, todos morimos.

Pero es importante recordar que hoy es ya el mañana que nos aconsejaba despreciar el irresponsable político de ayer. Cuando la única realidad es que debemos comprender que concentrar la atención sobre los efectos de corto plazo de las políticas económicas actuales en relación a grupos concretos de la sociedad en perjuicio del resto; es una condena a las consecuencias de largo plazo que un buen economista debería de prever, anticipar y corregir, puesto que en realidad nuestro mejor argumento consiste en explicar que un sofisma suele imperar ante una verdad incómoda y que es nuestra obligación completar las medias verdades de la tropa estatista con la otra mitad omitida por incómoda.

Al fin y al cabo, tal y como dijo la gran Thatcher, ¡haremos lo que se tenga que hacer! Porque la libertad es el derecho a decirle a la gente lo que no quiere escuchar, y lo que hoy la gente no quiere escuchar es que en el futuro nuestros niños, incluso aquellos que aún no han nacido, pagarán este bochornoso exceso de derroche, deuda y declarada incompetencia por un único fin: priorizar los votos de hoy a cambio de un futuro sin oportunidades. La batalla es cultural, señores/as, que no les quepa la menor duda de que todos aquellos que no desean el bien para esta gran nación, enfrente me encontrarán.

Gisela TurazziniBlackbird Bank Founder CEO.

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