Sánchez ordena, Delgado obedece e Iglesias se frota las manos

Sánchez ordena, Delgado obedece e Iglesias se frota las manos
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El Gobierno ha respondido a una baterías de preguntas parlamentarias planteadas en torno a las razones por las que se mantiene bloqueada la petición de la Fiscalía boliviana para tomar declaración al vicepresidente segundo del Ejecutivo, Pablo Iglesias, así como a Juan Carlos Monedero, Iñigo Errejón,  José Luis Rodríguez Zapatero y Baltasar Garzón, en relación con los pagos a Podemos realizados por el Gobierno del expresidente boliviano Evo Morales.  Han pasado nueve meses desde que la Fiscalía boliviana dio traslado de la petición a la Fiscalía General del Estado, pero Dolores Delgado mantiene durmiendo en un cajón la solicitud, seguramente porque toda su energía se ha centrado en permitir la declaración del exministro Martín Villa ante la justicia argentina por muertes en la etapa franquista.

El Gobierno asegura que conoce de la petición de la Fiscalía boliviana, pero se lava las manos con el argumento de que los trámites para dar respuesta a la misma son complejos y dependen de la justicia, lo que es una manera hipócrita de quitarse del medio. Si la Fiscalía depende del Gobierno, como presume Pedro Sánchez, habrá que convenir que Sánchez le ha dicho a su exministra de Justicia y hoy fiscal general, Dolores Delgado, que deje pudrir la petición de la Fiscalía boliviana, pues no es cosa que su vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, se vea ante la tesitura de tener que declarar por los pagos recibidos por el narcogobierno de Evo Morales.

La polémica desatada entre los fiscales por la por evidente falta de imparcialidad exhibida por la fiscal general crece a medida que pasan los días y la máxima responsable del Ministerio Público sigue bloqueando la petición de la Fiscalía boliviana. El prestigio e independencia de la Fiscalía General ha sido miserablemente dilapidado por Delgado, que es la voz de su amo. La consigna es salvar a Pablo Iglesias, que es tanto como salvar el Gobierno de Pedro Sánchez. Un escándalo mayúsculo ante el que el Gobierno, en un ejercicio de supino cinismo, contesta echando balones fuera cuando es el jefe del Ejecutivo el que maneja los hilos de Dolores Delgado como si fuera una marioneta.

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