Sánchez inviste a Puigdemont
—Mayoría absoluta para Sánchez—.
La portada del siempre gubernamental El País retrató mejor que nada ni nadie el desahogo, la inmoralidad, la chulería y, sobre todo, el totalitarismo y el desprecio al resultado de las urnas que preside la acción de este Partido Socialista Obrero Español que en un último ejercicio de vergüenza debería desprenderse de la O de «Obrero» y de la E de «Español» y quedarse en un más simple pero honesto Partido Sanchista. Los de la rodeada Ferraz son ya una formación personalista, caudillista, de líder y régimen únicos, al más puro estilo del tan mafioso como fascistoide Partido Peronista argentino.
Esto de la «mayoría absoluta para Sánchez» es tratarnos a los ciudadanos como gilipollas, el enésimo intento de imbecilizarnos y cretinizarnos, un insulto a la inteligencia en resumidas cuentas teniendo en cuenta que Sánchez obtuvo 121 diputados, esto es, 55 menos que la mayoría absoluta, y que Alberto Núñez Feijóo le sacó 16 de ventaja. Ojito a lo que trasluce este titular: una concepción franquistoide de la política en la que el PP no volverá a gobernar jamás, Pablo Iglesias dixit, y en la que no se trata tanto de ganar cuanto de poner de acuerdo a las diversas familias del régimen frentepopulista.
Que quienes hicieron la Transición atesoran un mérito incuestionable e impagable por habernos conducido de una dictadura a una democracia sin derramamiento de sangre es algo que nadie medianamente objetivo ni decente discute. Pero sí se les puede y se les debe echar en cara que regalasen a los independentistas las competencias de una Educación que es la que construye las nuevas generaciones y que confeccionasen una Constitución con más vías de agua que el Titanic cuando encalló a 500 millas de Terranova.
El PSOE se ha convertido en una formación personalista, caudillista, de líder y régimen únicos, al más puro estilo del Partido Peronista argentino
La imprecisión de muchos artículos de la Carta Magna está provocando que el golpismo y el independentismo se cuelen por sus rendijas. Porque, además, siempre estará ahí el nada cándido Cándido para implementar la interpretación más favorable al que le regaló graciosamente el cargazo, es decir, Pedro Sánchez Pérez-Castejón. Si el legislador constituyente se hubiera esmerado un poco más sería física y metafísicamente imposible la celebración de un referéndum consultivo «de autodeterminación» en Cataluña en aplicación de ese artículo 92 que los permite «para cuestiones de especial trascendencia» y «entre todos los ciudadanos». Resulta perogrullesco colegir que el estatus de Cataluña pasa por ser «una cuestión de especial trascendencia», tanto como discutible qué es ese «entre todos los ciudadanos». Parece lógico pensar que es entre todos los ciudadanos españoles, que no entre todos los catalanes, pero la ausencia del adjetivo «españoles» facilita sobremanera que el Constitucional infestado de magistrados sanchistas diga lo que no quisieron decir los padres de la ley de leyes.
Tres cuartos de lo mismo cabe deducir de ese epígrafe 62 que prohíbe los indultos generales, es decir, aquéllos que se otorgan en grupo y no persona a persona, ciudadano a ciudadano, caso a caso. Y una aplicación honrada de la letra y espíritu de este artículo nos lleva a concluir que si están fuera de la ley los indultos generales, que suprimen la pena pero no el delito, con más razón son inviables —so pena de incurrir en un ilícito de padre y muy señor mío— las amnistías que extinguen pena y delito. Pero la indeterminación puede dar lugar a que el Cándido de turno o la Inmaculada de guardia resuelvan que como no está expresamente declarada inconstitucional es expresamente constitucional. Esta golfería intelectual será el argumento tramposo que se sacarán de la manga para blanquear el golpe blando que ha dado su baranda, Pedro Sánchez. Tiempo al tiempo.
De los polvos de las prisas de hace 45 años por sacar adelante el texto constitucional vienen estos lodos. Y de la necesidad cuasidrogodependiente de seguir en el Falcon ha hecho virtud ilegal Pedro Sánchez. Y le ha importado un carajo descojonar el Estado, fulminar la España del 78 en lo que se antoja una suerte de cambio de régimen sin preguntar a los que hasta ahora eran los titulares de la soberanía nacional: los 46 millones de españoles. La cesión del 100% de los impuestos a Cataluña conllevará la práctica independencia de la tierra de mis dos abuelas, básicamente, porque lo que en nuestro tiempo confiere soberanía de verdad a un gobernante es el control de la fiscalidad.
Si el legislador constituyente se hubiera esmerado un poco más sería física y metafísicamente imposible celebrar un referéndum consultivo
Negociar un referéndum de independencia, por muy consultivo que sea, es ciscarse en la Constitución. No digo de autodeterminación porque la autodeterminación es una figura concebida por la ONU para los procesos de descolonización y que yo sepa Cataluña no es ninguna colonia. No tengo que recordarles que esta clase política que nos ha tocado vivir es muy amoral pero también profundamente iletrada. La posibilidad de independizarse sería perfectamente posible yendo de la ley a la ley, reformando la Constitución. Pero para eso Sánchez y sus compinches deberían contar con tres quintos o dos tercios del Parlamento amén de someter esta decisión en última instancia a un referéndum entre todos los españoles. Pero para este pájaro son más cómodos los atajos que ese Estado de Derecho que siempre constituye un incordio para un autócrata.
La amnistía es el más cacareado de los hitos de este descojonamiento del Estado de Derecho que es el Sanchazo pero no necesariamente el más grave en contra de lo que pueda parecer. Y eso que la moraleja que se extrae de ella es que el Supremo, la Fiscalía y los diferentes órganos jurisdiccionales que imputaron o condenaron a los golpistas prevaricaron a modo y manera. Si suprimes el delito y la pena estás admitiendo implícita y explícitamente que las sentencias fueron injustas, que las decretó un régimen no precisamente democrático. Vamos, que Franco continúa mandando en España por jueces y fiscales interpuestos.
Pero tal vez el cuestionamiento más grave de esa separación de poderes sin la cual no hay democracia son esas comisiones de investigación parlamentarias que se van a dedicar a rearbitrar cual VAR futbolístico determinadas decisiones judiciales que, según Junts, Bildu, PNV y cía, fueron fruto de una persecución política. Esto es descojonar el Estado nivel dios. Como si esto fuera la Rusia de Putin donde se les inventa toda suerte de delitos a los disidentes con Alekséi Navalny o Mijaíl Jodorkovski como triste epítome. Aquí, al menos y de momento, no se han planteado envenenar a nadie, a Dios gracias.
Para Pedro Sánchez son más cómodos los atajos que ese Estado de Derecho que siempre constituye un incordio para un autócrata
El descojonamiento del Estado vía Sanchazo suma y sigue con esas reuniones que el partido de gobierno en España, el PSOE, celebrará en Suiza con Junts bajo la supervisión de un verificador internacional. Cualquiera diría que España es esa Sudáfrica del apartheid que terminó por la presión del mundo libre y tras la celebración de un sinfín de reuniones en países extranjeros con mediadores externos. Un disparate que esboza un retrato patético de una democracia, la nuestra, perfectamente homologable a las de mayor calidad del orbe, hasta el Sanchazo, claro.
Por no hablar de ese descojonamiento del Estado que viene de cinco años atrás y que pasa por santificar a quienes asesinaron a 856 compatriotas, once de ellos socialistas. Me refiero a ese pacto permanente con una Bildu que no es más que el lavadero de la banda terrorista ETA. Hay que ser muy mal bicho para tener como amante permanente a una serpiente que dejó huérfanos a decenas de hijos de correligionarios tuyos. ETA es la más fiel aliada de un sujeto que se ha pasado por el forro de sus caprichos los más elementales consensos y los más básicos principios morales. Pactar con Bildu es pactar con ETA, pactar con ETA es pactar con la muerte, pactar con ETA es pactar con Txapote, pactar con Txapote es pactar con el hijo de perra que asesinó a cañón tocante a Miguel Ángel Blanco y al socialista Fernando Múgica.
La culpa del descojonamiento del Estado y de la consiguiente balcanización de España que provocará no es de un Puigdemont que no ha cambiado su discurso sino de quien se lo consiente. Contra el vicio de pedir siempre está esa virtud de no dar que no ha practicado el autor del Sanchazo. El 5-0 que nos ha metido Puigdemont a todos los españoles por culpa de un portero vendido llamado Pedro Sánchez es la mayor derrota de la democracia, de la legalidad, de la España del 78 en cuatro décadas largas de imperio constitucional y, desde luego, la mayor crisis institucional desde el óbito del dictador. Cuando se llevan la victoria quienes protagonizaron un alzamiento como el del 1-O es que el Estado de Derecho y el sistema constitucional se han ido a tomar por saco. El jueves no fue Carles Puigdemont quien invistió a Pedro Sánchez sino más bien Pedro Sánchez quien invistió a Carles Puigdemont. Con todo lo que ello representa.
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