Opinión

Sánchez e Iglesias, al asalto del régimen del 78

Nueve meses le han bastado al Gobierno socialcomunista para lanzar su definitivo ataque al régimen de 1978 y promover la ofensiva contra la Constitución y la Monarquía parlamentaria que venían demandando las fuerzas contrarias al actual modelo de Estado. Hoy, como nunca antes, nuestro sistema democrático, la soberanía nacional y la división de poderes peligran ante el acoso de un Ejecutivo que se ha quitado la careta y decidido quebrar de raíz los valores que definen un modelo de convivencia basado en la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, el pluralismo político, la dignidad de la persona y el respeto a los derechos fundamentales y a las libertades públicas.

El anuncio del Ejecutivo de empezar el proceso para indultar a los golpistas  catalanes y el veto del Gobierno a la presencia del jefe del Estado en  Barcelona para presidir la entrega de despachos a la nueva promoción de jueces marcan un punto de inflexión crítico. Sánchez ha decidido demoler el entramado institucional sobre el que articula el Estado de Derecho para garantizarse la permanencia en el poder a través de un siniestro plan de retroalimentación de intereses con el populismo, el golpismo y los proetarras de Bildu, convertidos ya en aliados naturales de un socialismo que está a punto de consumar la más ignominiosa traición a España.

El plan está trazado y representa el mayor desafío al que se enfrenta España desde la instauración de la democracia. Es hora de apelar a los valores que definen nuestro marco de convivencia para, desde la firmeza constitucional  y el compromiso con el régimen del 78, impedir que el socialcomunismo logre su propósito. Hoy, más que nunca, urge defender el modelo de Estado democrático que el socialismo y los enemigos de España pretenden demoler para ocupar el poder.

Es momento de la unidad constitucional y de aparcar las discrepancias partidistas. España está en peligro y su defensa es una obligación moral para todos aquellos que se sienten concernidos con la democracia que encarna la Monarquía parlamentaria. Está en juego la supervivencia de la nación y resignarse es claudicar.