Opinión

A Sánchez le gustó Abascal; a Casado, no

En esta rotunda negativa se sustenta la oposición del Partido Popular a la censura de Abascal. Tras arduas reflexiones -se supone- la dirección de Casado llegó a la conclusión de que con Vox ni a recoger una herencia. Esta determinación no ha tenido una antigüedad de julio; se ha adoptado en los pasados quince días cuando el líder del PP ha tomado nota (esta es siempre su frase más comprometida) de las diferentes opiniones de sus consultados, que fueron, en resumidas cuentas, éstas: los presidentes regionales, barones o no autonómicos, se inclinaron casi por unanimidad por un clamoroso No. Sin embargo, muy extensamente, los diputados y senadores apostaron por la abstención. En estas condiciones de división aparente, porque al fin todos votan lo que dice y manda Casado, a este le agradó más el hecho de no dar un ápice de primogenitura política a Abascal. Tras escucharle en el hemiciclo, se reafirmó en su juicio. El líder de la derecha radical ofreció a Casado una oportunidad, casi un regalo, para acrisolar su postura. Su largo, inclusivo, bravío y, sí, tedioso discurso, al igual que los de la ‘liebre’ Garriga, abundó en la tesis de que esta moción será la clave de un futuro intenso. Abascal no presentó, era de esperar, un programa de Gobierno, sino una oferta para derribar a este Gobierno salvo un par de propuestas bienintencionadas (¡quién puede estar contra ellas!) como elecciones inmediatas o la renuncia a las subvenciones a los partidos (¿por qué no se aplica ya el cuento?), no hubo en las fatigosas proposiciones de Vox un plan de salida para esta hecatombe protagonizada por Sánchez y su cuadrilla de incapaces y prevaricadores.

Sánchez, eso fue bien visible durante toda la primera jornada de la moción, se comportó como un perfecto espectador de las diatribas del dúo de Vox. En todo caso, se le halló incómodo, moviendo la testa de derecha a izquierda como sintiendo los aguijones en su propio cuello. Pero Sánchez mayormente no se ha dado por aludido. Es tal su egocentrismo, su psicopatía narcisista que le impide siquiera escudriñar si alguna posición del contrario puede estar repleta de razón. Un mentiroso compulsivo como este aún presidente, se está comportando en la moción según se esperaba; con un desprecio absoluto a los oponentes y una insistencia absolutamente deleznable en sus engaños. De ahí no sale porque, además, en el primer día de este gris episodio parlamentario, él tiene la consciencia de que al final todo se cerrará, cuando se corran las cortinas del hemiciclo, con la iletrada Lastra llamando al aplauso unánime al líder, y una bancada puesta en pie como si se tratara de ovacionar a Messi o a Cristiano.

Aunque, desde luego de algo se puede vanagloriar Sánchez: de constatar que el centro derecha sigue estúpidamente dividido. Las preguntas que ahora mismo se plantea la gente tras lo visto en la moción es esto: ¿cómo es posible que los dos partidos de este espectro ideológico no se hayan puesto acuerdo para plantear una moción conjunta? No hablo de Ciudadanos, porque este partido marginal, cuyo elemento más significativo es el desleal vicepresidente de Madrid, está más para allá que para acá, más con Frankenstein que con la decencia. La cuestión no es baladí. Sobre todo, después de apreciar, en todo su alcance, que muchos de los postulados de Vox son perfectamente asumibles por el electorado del Partido Popular. El exordio insoportable, por su largura, de Abascal sí ha servido para algo más: para resumir, con todo el alfabeto de denuncias e imprecaciones al completo, que las fechorías de Sánchez no tienen límite, que han destrozado a España y que todavía tiene capacidad para un más grande destrozo de nuestro país. Casado ha estado pregonando un “esto no va conmigo”, pero no es verdad; debería reconocer que le ha hecho daño, que Abascal le ha madrugado la iniciativa. Cualquiera que hubiera sido el sentido de su voto entrañaba un daño muy notable. Desde luego la “alternativa Abascal”, no es una oferta extraordinaria, es la propia de un machote de la política que, en todo caso, se acopla bastante a lo que piensan muchos españoles. Ese es el problema del PP; que Vox compre a estos patriotas hartos de Sánchez su voluntad electoral. Cada vez que existe una moción de este jaez los periodistas, muy simplemente nos preguntamos: ¿Quién ha ganado? Sánchez, no: sus miserias han quedado perfectamente retratadas. Abascal casi se ha comportado como un padrecito que aconseja y cobija para su propia complacencia a Casado. No estimo que esta postura le pueda favorecer en las próximas demoscopias y en las venideras elecciones. Abascal ha fotografiado pesadamente, a lo “campeón”, la existencia de una España hecatómbica a los pies de un barrenero psicópata narcisista. Esta es la mejor aportación de un presidente de Vox que exige el voto tratando concesivamente al cercano. Como si ya le hubiera ganado en el campo. Por lo que se ha dicho: a Sánchez le gustó Abascal; a Casado, no.