Opinión

Sainz de la Maza Falcó

Ocurrió en aquellos días febriles de la renombrada feria sevillana, con el vino derramando su alegría por los bordes cristalinos y la risa saltando de labio en labio. El donaire y el ingenio de José María Ybarra Mendaro, futuro conde de Ybarra, enriquecieron la viveza del diálogo para conquistar el corazón de Carmen Sainz de la Maza Falcó (1935-2007). Ágil de mente y satírico a su modo, el original pensamiento del primogénito de José María Ybarra Lasso de la Vega y María Pepa Mendaro Romero lanzaba unas máximas insólitas y era insuperable cómo las disparaba envueltas en el aticismo de sus ocurrencias.

Así fue cómo el amor se asentó, amparado por ternuras y confidencias, aroma de claveles, de manzanilla de Sanlúcar, gemidos temblorosos de guitarras escondidas y trinos de pájaros en las altas copas de los álamos. José María y Carmen ya se conocían. Previamente, habían coincidido en Arenales (Morón de la Frontera), en una cacería de Gamos. Ella era amiga de Lola y Joaquín Vázquez Parladé, hijos de Teresa Parladé Ybarra y, por tanto, primos segundos del que todos conocían como Pepín, su futuro marido.
Si tuviera que definir su aspecto físico, debería decir que Carmen estaba más cerca de una parisiense bien vestida, llena de finura y de coquetería, con el velillo de Chantilly sobre la cara, que de aquellas mujeres que daba el país con voluptuosa sensualidad, obra tanto de los atractivos naturales como de los compuestos por el aparatoso tocado y la consciencia intencionada. Fue dueña de los tesoros de la discreción y de la hermosura. Era la hija pequeña del matrimonio formado por Leopoldo Sainz de la Maza Gutiérrez-Solana, I conde de la Maza, y de Cristina Falcó Álvarez de Toledo, VII condesa de Frigiliana. Fue, por tanto, sobrina, por parte paterna, del pintor y escritor José Gutiérrez-Solana.

Su madre, Cristina, fue Dama de la Real Orden de María Luisa. Representó a la perfección el concepto de dama, que era la máxima aspiración a alcanzar para cualquier mujer de la alta sociedad durante las primeras décadas del siglo XX. Para ello, debía distinguirse, por lo menos, en las siguientes tareas: buen gusto en la decoración, un frecuente trato con sus iguales, dirigir la educación de sus hijos y destacar en labores benéficas. Era hija de los IV duques de Fernán Nuñez, Manuel Falcó Osorio y Silvia Álvarez de Toledo Gutiérrez de la Concha, XVI duquesa de Bivona, III condesa de Xiquena. Fue en su casa donde relata Piedad de Yturbe, marquesa de Belvís, que descubrió que la belleza se había apoderado de ella. Aquel soleado mayo de 1906, Alice Cuadra –mujer de Mariano, uno de los elegantes de entonces- fue quien exclamó su admiración por el cambio físico, mientras su marido, que tanto se ocupó del Hotel Ritz al abrirse, el año 1911, originó aquel chiste inofensivo y gracioso, muy del Madrid de entonces: «- ¿Por qué no se puede ir al Ritz?; -Porque huele a cuadra».

Leopoldo Sainz de la Maza y Cristina Falcó tuvieron cuatro hijos: Cristina, muy aficionada al campo y a las tertulias literarias, poseyó una vacada que le regaló su padre y que hoy día es la Ganadería Cebada Gago. Le siguió Silvia, quien casó con Alfonso Domecq González-Gordon, hijo del I Vizconde de Almocadén. El único hijo varón, Leopoldo, II conde de la Maza y VIII conde de Frigiliana, fue el primer alcalde de Morón de la Frontera tras la transición. Casó con Victoria Ybarra Allende (hija de Miguel Ybarra Lasso de la Vega), quien también llegó a ser alcaldesa de esta localidad sevillana. El hijo de ambos, Poli, es a día de hoy quien ostenta el título y dirige esta rama de la saga Ybarra. Carmen, la protagonista de esta semblanza, llegó en último lugar, convirtiéndose para siempre en le petit dans la maison.

Tras la boda, Pepín y Carmen fueron a vivir a la Hacienda de Quintos en Dos Hermanas. Esta finca, de historia antiquísima, pasó a ser propiedad de José María Ybarra Lasso de la Vega en 1931, quien construyó una nueva casa en la que instaló su magnífica colección de pintura; antes, durante cuatro siglos, hasta 1801, había pertenecido la finca a la casa ducal de Medinaceli. En 1840, la Hacienda de Quintos fue adquirida por la familia Ybarra, que mantuvo en ella una importante explotación olivarera, siendo en 1896 dueño de la Heredad Chica de Quintos y de El Ingertal (fracción de la Dehesa Cerros de Quintos) José María Ybarra González, II conde de Ybarra.

El matrimonio Ybarra Sainz de la Maza tuvo ocho hijos, cuya educación ocupó gran parte de su vida. Al iniciarse el nuevo siglo, ya viuda de Ybarra, en compañía de su hija Carmen, escribió Tertulias con el campo, libro con el que eternizó las virtudes de vivir en la naturaleza. En su cumbre, buscaba la paz: Pacem summa tenent. Lo demostrativo es frío, lento, impasible, así he procurado iluminar esta semblanza que, por respeto a la belleza de las descripciones reales, ruego al lector trate con indulgencia.