Opinión

Quieren ganar hoy la guerra que perdieron ayer

He aquí la historia de una impostura que comienza con un lema tan falso como estruendoso y una moral tan simple como efectiva. Es el cuento de la honradez de una formación política nacida para llegar al poder, controlarlo y manejarlo a su antojo incluso cuando no gobierna, y de quienes bajo sus siglas hampearon como si de un guion de Scorsese se tratara. Cuando Tamames dijo aquello de los «cien años de honradez y cuarenta de vacaciones», estaba retratando la esencia de una política mayestática y castiza, española y latina: la mentira y la pereza como pecados capitales de una sociedad necesitada, ayer y hoy, de cadenas y orden. La esclava sensación de seguridad siempre fue más fascinante para el hombre que la arriesgada defensa de la libertad.

Se tomaron en serio en el PSOE la frase de don Ramón y disfrutaron de sus cuarenta años de vacaciones pagadas durante el franquismo. De ese descanso y sopor intelectual salieron con el verbo suelto y la mente agarrotada, exhausta de tanta Escuela de Frankfurt, conjura en Suresnes y marxismo demodé. Dejaron la lucha contra la dictadura a liberales, monárquicos y comunistas, mientras ellos, en su solaz retiro espiritual, aprendían con rapidez del socialismo alemán la máxima de que el poder llega cuando llega; y si no llega, se le obliga.

Y cuando llegó, la democracia, el PSOE, exiliado en su miseria, pues se pulió todo lo que robó del Banco de España antes de estallar la Guerra Civil que provocaron, largos y caballeros, los hijos de Pablo Iglesias, empezó donde lo dejó ayer, como si Fray Luis de León dictara las primeras reuniones de la Transición que marcaría su dominio político, moral, mediático y cultural hasta hoy. Porque es hoy y es ahora cuando vivimos la etapa de mayor impunidad respecto a los delitos y deslealtades con la nación cometidos por el partido que más se parece a España, a sus miserias y secretos. En la historia del socialismo patrio, la convergencia entre intenciones y resultados nunca ha sido tan desigual como en estos momentos, donde lo que dicen que hacen se acaba alejando siempre, prietas las filas feligresas, de lo que al final sucede, pues conocen que el pueblo español es dócil juzgando las consecuencias de sus acciones. No se explica entonces cómo sigue triunfando en la mentalidad colectiva la ideología que más fracasos acumula en políticas de libertad, progreso, prosperidad y vida de cuantas existen en el mundo.

¿Cómo es posible que ningún país en más de un siglo de aplicaciones de políticas socialistas haya sido próspero, libre y democrático y, sin embargo, sigan votando en masa tan perversa opción? La respuesta está -siempre ha estado ahí- en el monopolio que, sobre la educación y la propaganda, ejercen, por acción propia y omisión de la contraparte, que sigue considerando que sólo la batalla económica es pertinente, por ejercer la mayor influencia en la decisión del individuo, cada vez más tribal en mentalidad y más aborregado en sus costumbres y críticas al poder. Todo ello explica que la leyenda del PSOE como algo bueno y necesario y que ha traído la democracia y el progreso a España es uno de los cuentos infantiles más difundidos entre las generaciones de españoles que han sido obligados a estudiar bajo las leyes que el propio PSOE creaba o vigilaba desde la cercanía leninista de rigor.

Nunca hubo ni habrá un PSOE bueno, pero esa historia no sé aprenderá en las aulas ni la conocerán nuestros alumnos bajo el sistema educativo actual. El borrado de memoria empieza en los libros y acaba en las sentencias. La última operación de blanqueamiento del partido más corrupto de Europa tiene a los ERE de protagonista. Un caso que se llevó por delante casi mil millones de euros saqueados a las arcas públicas que iban destinados a la formación de parados y que el socialismo andaluz distrajo para su conveniencia. Se condenó por ello a dos ex presidentes socialistas por corrupción, pero ahora, el cándido Tribunal Constitucional, controlado por Sánchez, quiere amnistiarlos para confirmar que la autocracia ya no es sólo un recurso retórico.

Los socialistas han conseguido en pocas semanas y sin despeinarse ni sufrir castigo por ello, que el golpe de Estado en Cataluña no exista, y ahora, borrarán todo delito de saqueo, robo y malversación de los ERE. A esa misma España que evidencia que son el partido de los privilegios, los pastores del partido le cuentan que viva la igualdad. Y a seguir pastando.
En verdad, todo está medido para que un trasunto de la república siniestra que alumbraron y destrozaron al país, llegue de nuevo.

Mediante la provocación política, el acoso y derribo institucional y el insulto y ataque retórico a la España que no es de izquierdas, crean la lumbre que haría estallar un conflicto que ya no esconden y que, por el contrario, desean y promueven. Porque su trayectoria siempre fue el verbo amable y la revolución pendiente, cayendo por la ídem incivilizada que le hace ser deudora de las mayores masacres liberticidas de la historia. Por todo ello, la batalla, como sociedad civil, hay que darla desde otros frentes, dejando al Rey en paz, exigiendo la independencia de jueces y fiscales y vigilando la independencia de una prensa cada vez menos insobornable. O ganarán la guerra que un día perdieron y no consiguen olvidar. Ni Zapatero, ni Sánchez, ni, sobre todo, sus amanuenses de preescolar.