¿Quién boicotea el catalán en la UE?
Las gentes de mi generación terminarán por bajarnos al hoyo y habrá pan-catalanistas tan desquiciados como acomplejados que protesten porque los responsos de las exequias no sean en esa lengua tan entrañable como minoritaria que es el catalán. Respetada como minoritaria, en efecto, se pongan como quieran.
Lo único cierto es que los españoles que no hemos nacido en Cataluña, pero respetamos esa tierra con el mismo amor/fervor que Galicia, Extremadura, Andalucía, Cantabria o Asturias, estamos hasta el mismísimo gorro con sus continuos lloriqueos; un día por la financiación; otro porque sus dirigentes han sido tan manirrotos y mal gestores que no pueden pagar a sus médicos y enfermeras; al día siguiente porque el Barcelona FC lleva tiempo sin ganar la Copa de Europa. ¡Por todo y en todo!
Pueden presumir, ya que estamos en ese estadio, de tener al único ex mandatario regional de Europa que está prófugo de la justicia, sí, el mismo que huyó en el capó de un coche. Pues bien, el tal Puigdemont, falso periodista sin título ni estudios, sostenedor de Sánchez en el poder de la nación española, se queja ahora de lo que entiende «boicoteo» del catalán en el marco de la Unión Europea. Puede llorar todo lo que le venga en gana, al fin y a la postre es lo mejor que sabe hacer, pero tengo para mí que el idioma en el que se entienden los catalanes (y no todos) jamás será oficial en las instituciones supranacionales del viejo continente.
¿Sabe por qué? Porque lo habla un exiguo número de ciudadanos catalanes que son a la vez europeos porque son españoles. Punto. Y porque una entidad supranacional de primer orden como es la UE no puede andarse con constantes vuelos gallináceos.
El hecho de que una y otra vez se rechaza el catalán como lengua oficial de la multinacional política no significa nada de eso que él ha llamado «franquismo». Franquistas fueron sus antepasados no muy lejanos, la familia de otro independentista de postín como Pedro (Pere) Aragonés, partidarios y defensores del general hasta la médula y, además, evasores fiscales por más señas.
Se empeñan en hacernos tragar el catalán a todas horas. Ya gastamos el dinero que no tenemos en pinganillos en el Congreso y Senado, no porque sea imprescindible para entendernos, no. Porque el sillón de Sánchez, convertido en una baratija institucional, así lo requiere.
¡Dejen de dar la tabarra! Se puede vivir muy bien sin ser independentista, respetando a Cataluña, su lengua, su tradición y al mismo tiempo haciendo que cuatro exaltados se caigan del burro.
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