Pujol, culpable
Creo honestamente que Jordi Pujol no está en condiciones de ser juzgado. Y, en caso de sentencia en contra, ni siquiera de cumplir condena. ¡Pero si va con taca-taca!
En el 2012, salió en un programa de TV3 llamado El convidat. «El invitado», en castellano. Un espacio en el que el conductor -en este caso el periodista Albert Om- convivía un fin de semana con un personaje ilustre.
Entonces soltó una frase profética: «Yo todavía puedo estropear mi biografía». Nadie la entendió en su momento. Quedo un halo de misterio. ¿Por qué? Llevaba desde el 2003 alejado de la primera fila.
Pero el expresidente de la Generalitat es culpable. No de los delitos de los que se le acusa, eso ya lo decidirán los jueces, sino de los daños causados.
En primer lugar, por el famoso Plan 2.000, que tenía que ‘catalanizar’ Cataluña. Tarradellas ya lo advirtió. El 16 de abril de 1981 le publicaron una carta en La Vanguardia. No le dieron mucho relieve. En página par. Y con un titular neutro en plan «Josep Tarradellas enjuicia la situación en Cataluña».
En realidad, advertía de lo que luego -más de treinta años después- sería conocido como el procés. Le acusaba de haber roto «una etapa que había comenzado con esplendor, confianza e ilusión el 24 de octubre de 1977». El día de su regreso, todo hay que decirlo.
Pronosticaba también que las relaciones con el Estado «se irían deteriorando y acabarían por ser tirantes» y que «la división cada día será más profunda». Acertó, vaya si acertó.
Tarradellas nunca dio apoyo al 6 de octubre de Companys, cuando se levantó contra el gobierno de la República. De derechas, pero legítimo al fin y al cabo.
En segundo lugar, porque Jordi Pujol bendijo el proceso. En el 2011 publicó un libro con el título «¿Residuales o independientes?», que ya se veía por dónde iban los tiros. Y, al año siguiente, «El caminante ante el desfiladero». Cuando todo es difícil y necesario. El primero era una conferencia. El segundo, una recopilación de discursos.
Si Pujol se apuntaba a la república catalana, ¿quién no iba a hacer lo mismo? Hasta había sido nombrado «Español del Año» en 1982 por el diario ABC. El ‘expresident’, como otros muchos, se embaló. Pese a que tenía la autoridad moral para haberle dicho a Mas: «Artur, cuidado que nos la pegaremos». Sin embargo, no lo hizo.
Mi teoría personal es que se animó en cuanto la justicia empezó a investigar a sus hijos. En plan, «os vais a enterar». Siempre había tenido remordimientos de haber sido un mal padre. A fin de cuentas, se había casado con Cataluña. Los fines de semana siempre hacía visitas oficiales. Nunca estaba en casa.
Desde el 155 está frenando. Como todos. En noviembre del 2024, en un homenaje en la localidad de Castellterçol, en el fondo una operación de ‘blanqueo’, ya admitió que «ahora se puede decir que no seremos independientes». Haberlo dicho antes.
El problema es que el daño ya está hecho. Han dejado literalmente una Cataluña arrasada. No lo digo solo por los daños materiales —políticos, económicos, sociales—, sino sobre todo por los morales. Que tardarán más en curar. Quizá una o dos generaciones.
Por eso voy a terminar con una cita de uno de sus libros más importantes: Des dels Turons a l’altra banda del riu. En castellano: «Desde las colinas al otro lado del río». Los escritos que redactó cuando estuvo dos años y medio en la cárcel durante la dictadura.
No fue editado hasta 1978 y hay un párrafo, en la página 21, que dice así: «¿Cuál es la situación de Cataluña, hoy? La de un país intensamente trabajado por fuerzas de descomposición, resultado de la mediocridad de unas generaciones y de un momento histórico, atizadas, organizadas y cuidadosamente conservadas por una situación política hostil. Es un país que se dirige al precipicio de su destrucción». Esta es, muy honorable, la Cataluña que nos han dejado.
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