Pradales fue un error ¿en qué equipo juega?

Pradales fue un error ¿en qué equipo juega?
  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

Y mucha gente, aparte del equipo en qué juega, se preguntará en toda España: «¿Y quién es ese?» Lo peor para el PNV es que también se lo preguntan en buena parte del País Vasco. El cronista sabe de al menos tres históricos del partido de Arana que se lo están pasando chupi en la Feria de Sevilla (fundada por cierto por dos vascos) y que no piensan aparecer, como ellos dicen, «por las Montañas Rocosas».

El aburrimiento es la tónica de una campaña electoral, un tedio que transmite como ninguno otro el protagonista del error, el funcionario Pradales Gil, un hombre cazado al lazo, que no da una con sus mensajes; el último parece sacado del hogar de su mamá, ama ahora en euskera: «Aquí se vive muy bien». Eso es todo lo que tiene que decir, aunque, ni es gratuito, ni es una ocurrencia solo suya. Hasta los medios menos afectos al nacionalismo se han puesto de acuerdo al unísono para proclamar que «de Pancorbo a Irún se vive como nunca».

Es un recuerdo y un reto al electorado para que no cometa la frivolidad de votar a los aseados chicos y chicas de Bildu, ya sin el peinado a hacha limpia, que parece que van a ganar. La cuestión en la calle, la única que en puridad se plantea la gente es ésta: si es verdad que este es el paraíso, si las encuestas apoyan masivamente la gestión de Ajuria Enea y Urkullu, ¿por qué el consabido y muy antiguo (Felipe González 1982). «Por el cambio» que tiene pinta de llevarse el gato al agua? Es decir, que si los sondeos aciertan -y en el País Vasco lo hacen casi siempre- resultará que los electores se quieren cargar su propio bienestar. Un contrarios.

Pero que es real en la calle. No es el único esperpento político, existe otro más grave: ETA. Hace 15 años, 2002, los asesinos, ya en las últimas, hundidos por la eficacia policial, mataron a tres personas; hace 30, ejecutaron vilmente a 12, entre ellos el teniente general Veguillas; hace 40 años la banda terminó con la vida de 40 inocentes, otro teniente general, el prestigiado Quintana Lacaci y el senador del PSOE, Enrique Casas. Ninguno de estos datos está considerado en la campaña, nadie, salvo Vox, y de aquella manera nada eficaz, está recordando aquel genocidio que se llevó por delante a 855 españoles. Quedan para la historia 358 asesinatos sin resolver, 216 etarras sin el mínimo gesto de arrepentimiento, 59 mujeres muertas, 20 niños acribillados, 709 inválidos, 200.000 vascos exiliados, 167 millones de euros por recuperar procedentes del «impuesto revolucionario». Pues bien: este es el cambio. Pero, eso sí, «aquí se vive muy bien». Pradales Gil dixit.

Y el PSOE, que es el mozo de espadas del PNV en esta campaña, se refugia en esta constancia tan repetida y apuesta sin ambages por la circunstancia que ya se están ocupando los periódicos en difundir: ocho de cada 10 vascos apuestan por un gobierno de coalición PNV-PSOE, o sea como el de tantas otras veces.

El PSOE no baja en las muestras porque a su izquierda ya no existe más que desolación. Me decía un periodista muy acreditado de Bilbao: «Yolanda Díaz es como esas vacas flacas que en vez de dar leche dan pena”. Le está bien empleado: bastante tiempo ha estado esta estalinista vestida de imitación de Chanel, vendiendo su rancia mercancía comunista ayudada por el faccioso Pedro Sánchez, Yoli se va a quedar otra vez en el “cero” como en Galicia, y lo mismo le pude suceder a Vox que, eso sí, podrá seguir presumiendo de haberle restado no sé cuántos votos al PP, su objetivo más deseado. Enhorabuena.

Con un panorama como este, solo parcialmente descrito, ¿cómo se espera que el gentío se vuelque el domingo en las urnas? El temor en el PNV es que la abstención alcance un récord: el 58 por ciento del electorado. El pícnico y aún presidente del PNV, Andoni Ortuzar, predica una participación deseada del 65%, con ese porcentaje su partido barrería en Vizcaya, quedaría a pocos metros de Bildu en Guipúzcoa y en Álava, ¿quién sabe qué ocurrirá en Álava? Una de las provincias de siempre más conservadoras de España, rendida incluso al franquismo inicial y terminal, resulta que ahora puede ser bilduetarra: ¿quién tiene la culpa de este desaguisado? Pues desde luego el PNV que decretó apenas empezada la democracia la colonización de la provincia, constituyendo allí toda la infraestructura regional (ellos la llamaban nacional) y alojando en las afueras de Vitoria (lo de Gasteiz más que un nombre es una broma) a cientos de miles de paisanos traídos, con promesas varias, desde el Goyerri más profundo. Los hijos de aquellos emigrantes han acabado en Bildu. No se dirá que no lo hemos venido advirtiendo.

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