El poder por incomparecencia

Los golpes de Estado modernos ya no se harán con la fuerza de las botas, sino con la excusa de los votos. Todo lo que convenga al poder obtenido con el plácet de las urnas sirve ahora para incentivar el deterioro institucional y el asalto a una democracia que ya no exige los estándares morales de antes. La mediocridad política ha intoxicado a la sociedad, que le devuelve servidumbre acrítica sin el más mínimo respeto por el pensamiento y la razón. O se cree o no se cree, al propio y al contrario. La corrupción sólo mancha cuando la comete el adversario, con el bloque de pasiones forofas oscilando entre la impunidad de unos y la incapacidad de otros. En ese bucle polarizado se extiende la podredumbre, donde autocracias liberticidas como el sanchismo, crecen sin remisión.
La última semana nos trae nuevos episodios de ignominia personal, con el número uno congratulándose de que cada vez más hogares españoles reciban el ingreso mínimo vital. Primero crea la pobreza y a continuación, se alegra de mantenerla. Tras la rueda de prensa bolivariana de Pedro, le tocó el turno al bulócrata Bolaños, que va a impulsar, con la nocturnidad y alevosía que caracteriza al personaje, una reforma para que la UCO dependa del Ministerio Fiscal, o sea, del PSOE. La UCO, unidad central operativa de la Guardia Civil creada para investigar los delitos económicos, la delincuencia y el crimen organizado -triada que define a la perfección a la cueva de Alí Ferraz-, lleva acorralando al Gobierno de la rosa nostra el tiempo que dura la mentira de Sánchez. Como toda organización mafiosa que se precie, su relación con la policía, salvo que pueda sobornarla, siempre será la que todo ladrón tenga con la ley. Al no poder doblegar la voluntad de quienes dirigen la investigación contra los presuntos delitos del PSOE, el PSOE te hace una ley para controlar a quienes osan investigarles. No es que vayan con todo, es que están dando un golpe de Estado en nuestras narices con la tranquilidad que les da saber que la mitad del país sobrevive feliz en su charocracia de tebeo.
Lo de la fontanera del PSOE, la tal Leire, que tiene más fotos en jaranas socialistas que Esther Palomera, suena más a peli de Ozores que a realidad aumentada en esta autocracia socialista que lleva seis años legitimando su golpismo mentira a mentira, bulo a bulo y subvención a subvención. Alguien que se dedica a traficar con favores por su influjo en el gobierno, y en su líder, y que se permite trapichear con las instituciones, habla de mediaciones aupada por la inmunidad mediática y social de quien ha establecido un cordón sanitario contra la decencia, la razón y, en definitiva, contra la democracia. Todavía está la brunete mediática contorsionista justificando que la relación de Leire y el PSOE es inexistente. Por ello, conviene repetir todos los días, y así lo deben asumir los ciudadanos que aún les quede un poco de furor crítico y vergüenza torera, que un gobierno que persigue la independencia y libertad de jueces, periodistas, policías y guardias civiles, no es un gobierno democrático, sino una autocracia criminal al servicio de un objetivo: el poder de una persona y el saqueo de una nación.
Mientras esto ocurre, la oposición, la dura y la blanda, se dedica a culparse mutuamente de no saber manifestarse. Ambas partes acuerdan en diferentes territorios todos los días, pero se resisten a aunar fuerzas en la nación que les reclama liderazgo y altura moral. Si los partidos políticos acuden tarde, poco y mal a las concentraciones y actos que organiza la sociedad civil contra Sánchez, ¿por qué reclaman a ésta que les apoye cuando convocan actos partidistas para mayor gloria de quién dará el mitin de cierre solicitando unidad? A quienes siguen rodeando a Feijóo, que ya contribuyeron a hundir en el descrédito a otro partido no hace tanto, les sigue pareciendo una estrategia colosal solicitar permiso para una moción de censura a los mismos que la tirarán abajo por mantener la felonía que les hace poderosos y fanfarrones en el chantaje. Aún no entienden en los pasillos de Génova, tampoco en los de Bambú, que el poder no se gana por incomparecencia, ni el gobierno por omisión.