Opinión

Podemos utiliza vilmente a los desahuciados

El filtro moral de Podemos es, de tan laxo, inexistente. El hecho de que Rafa Mayoral, mano derecha de Pablo Iglesias, cobrara 759.000 euros por «asesorar a los desahuciados» ecuatorianos define perfectamente la hipocresía inherente que coloniza el discurso de Podemos al respecto del altruismo, la igualdad y los derechos sociales. Un modus operandi que no sólo les sirve para abultar sus cuentas bancarias sino que también han utilizado en España con el objetivo de sacar rédito político. El ejemplo más claro es Madrid, donde Manuela Carmena y su equipo hicieron del desahucio una bandera electoral que a la postre han defraudado constantemente. Tanto es así que desde la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) en la capital de España ya la han amenazado con denunciarla por prevaricación administrativa. No obstante, y más allá de la utilización de los desahuciados para fines estrictamente políticos, subyace otro aspecto esencial de la información en exclusiva que les cuenta OKDIARIO: la financiación podemita.

Con estas ingentes cantidades procedentes del Gobierno de Rafael Correa, la República de Ecuador se convierte en el tercer benefactor del partido dirigido por Pablo Iglesias tras el también régimen bolivariano de Venezuela y la dictadura teocrática de Irán. Esta vez, la cooperativa Kinema –fundada por Mayoral, donde ha ejercido como abogado– es la plataforma a través de la cual se cataliza el dinero que después sirve para el desempeño del partido morado. Otro caso más que probable de financiación encubierta del que Podemos debería dar explicaciones. Basta recordar que el pasado 18 de marzo, el Tribunal de Cuentas anunció un examen pormenorizado de las finanzas de la formación tras una denuncia de la Unidad de Delincuencia Económica y Financiera (Udef) que señalaba cómo se beneficiaban de ingresos procedentes de paraísos fiscales y países con riesgo de terrorismo radical como Irán. Informaciones, sospechas y denuncias que desenmascaran poco a poco la mentira sobre la que se sostienen los adalides de la nueva política. Sus fuentes de financiación, al igual que su realidad política, cada día son menos inescrutables.