Opinión
PRIMERA LÍNEA

Patricia Guasp o la moral elevada al cubo

Admirable la elevada moral de Patricia Guasp, candidata de Ciudadanos en las autonómicas del 28M. Dice estar «plenamente convencida» de obtener representación en el Parlament balear. Lo dice contra todo pronóstico, pues los sondeos más bien hablan de la desaparición de su partido después de los errores estratégicos de Inés Arrimadas, entre ellos, buscar –presuntamente- el pacto con los socialistas para derrocar a Isabel Díaz Ayuso.

Tampoco se debe pasar por alto que en la elaboración de las listas para Baleares, el año 2019, se defenestró interesadamente a los diputados en ejercicio, entre ellos Xavier Pericay, uno de los originarios fundadores de Ciudadanos, porque la cúpula del partido tenía otros propósitos, entre ellos hacerse notar cediendo el primer puesto de la lista al inocuo hombre de paja Marc Pérez-Ribas.

Patricia Guasp, echando galones de su condición de portavoz nacional del partido, asegura que el hecho de ser ella la candidata a presidir el Govern, viene a demostrar «la apuesta de Ciudadanos por los territorios». Eso no se lo cree nadie, sencillamente porque le ha caído el marrón de encabezar esta candidatura por ser mallorquina, no por su condición de portavoz nacional.

De hecho, fue nombrada portavoz nacional ante la imperiosa necesidad de la líder Inés Arrimadas de hacerse a un lado, porque pintaban bastos y con razón. ¿Por qué no se eligió a Luis del Val, que ya lo venía haciendo en el Congreso de los Diputados? Sencillo. Por el enfrentamiento con Arrimadas. Tampoco otras figuras relevantes de las pocas que seguían en el barco iban a estar dispuestas a caminar hacia el matadero. Así que se eligió a Patricia Guasp, porque pasaba por allí. Ni más ni menos. Encima, rebotada del PP, tengo entendido. Lo que me lleva a la siguiente reflexión.

Ciudadanos en su origen nació como partido socialdemócrata ante la deriva del PSC, que continuaba demasiado fiel a su pasado en el que se mezclaba el nacionalismo moderado y un socialismo mayoritariamente españolista en su caladero de votos. De Ciudadanos, en realidad, merece ser recordado el manifiesto de sus fundadores, todos ellos realmente socialdemócratas en un momento necesitado de hacer valer esa condición perdida a fecha de hoy por el PSOE, el PSIB y el resto de siglas hermanas. Cuando por descarte se recurrió al orden alfabético, se eligió como nuevo líder a Albert Rivera, otro rebotado del PP también tengo entendido. Era una cuestión de tiempo acabar con su alma socialdemócrata y acariciar el liberalismo. Ciudadanos se equivocó al dar el salto nacional sin haber resuelto la cuestión catalana.

Si nos enfocamos en el lío interior del partido, venían conviviendo sus dos almas: la socialdemocracia y el liberalismo. Siempre fue así, cohabitando en un permanente equilibrio inestable tanto socialistas desencantados como conservadores de nuevo cuño.

Tengo constancia de afines al socialismo que se acercaron a Ciudadanos al intuir que era la alternativa deseada y que, sin embargo, acabaron por salir corriendo al comprobar que la dominante era la derecha conservadora.

Después de defenestrar a Xavier Pericay, definitivamente dejé de votarles.
Patricia Guasp nos dice que tiene un programa para «devolver el futuro a la sociedad y el progreso a las islas». Quiero imaginar desde postulados cerca del constitucionalismo. Pero acto seguido, añade: «Mi compromiso es estar en un Govern donde no haya extremistas o nacionalistas». ¿En qué país se reconoce? Porque el Pacte de Progrés vive del extremismo y también de los independentistas. En cuanto al PP, destino final de Ciudadanos, tampoco el horizonte parece dibujarse en compañía de Vox por extremistas.

Por tanto, elija la que elija, sin antes definir exactamente qué entiende por «extremismos», su futuro electoral parece bastante comprometido. Es decir nulo de todo propósito, o sea, cero escaños. Una de dos, Patricia Guasp va a desaparecer del mapa o, caso necesitado, regresará a la casa madre del PP.

La batalla el 28M estará en saber si el Pacte se reedita o si por el contrario la alianza constitucionalista es capaz de enamorar al electorado. Y tienen la palabra los electores que hayan sido capaces de escapar al embrujo de una izquierda queer que lleva ocho largos años alumbrando horizontes vacíos.