No sólo Putin es una amenaza para nuestra seguridad
El terrorismo yihadista ha regresado con fuerza, y esta vez ha atacado Moscú.
El pasado 22 de marzo, a las afueras de Moscú, en una sala de conciertos, el Estado Islámico atentó brutalmente dejando, desgraciadamente, más de un centenar de asesinados. Este no es un ataque terrorista más, sino que conlleva unas derivadas muy significativas en el panorama geopolítico que os analizo a continuación.
En primer lugar, porque confirma la fuerte reaparición del terrorismo yihadista. Con la victoria de la coalición internacional contra el Daesh en 2018, se logró desarticular la capacidad del estado islámico de atentar en nuestros países. Se había descabezado a la organización y reducido significativamente sus fuerzas. Sin embargo, con un nuevo liderazgo, modificaron su estrategia de conquista de territorios por una estrategia de influencia en territorios ejecutada por ramas autónomas del ISIS como la que atentó en Moscú, el ISIS del Gran Jorasán con operaciones en la frontera entre Irán, Afganistán, Pakistán y Asia Central. De hecho, gran parte de sus atentados actualmente se concentran en su disputa con los talibanes.
La segunda derivada de este atentado viene por el momento elegido. Una semana después de la pseudovictoria de Putin en las presidenciales rusas. Putin siempre se ha presentado como el garante de la seguridad de los rusos, sin embargo, esta crisis abre una nueva grieta en su credibilidad. Informes oficiales demuestran que, ya en noviembre, Estados Unidos advertía de la intención del yihadismo de atentar en Moscú.
Aunque pueda parecer que Rusia sólo tiene abierto el frente ucraniano, el Kremlin lleva años actuando militarmente en otras regiones del mundo. Y, en especial, para entender las razones del ataque terrorista del 22 de marzo, debemos poner el foco en Siria.
Desde que Bashar Al Asad pidió ayuda al Kremlin para combatir contra los rebeldes, Putin ha sido el protector del dictador sirio cuando este era un paria internacional que utilizaba armas químicas contra su población. En este contexto, Rusia ha atacado posiciones del estado Islámico en Siria; y estos han respondido con atentados en embajadas rusas alrededor del mundo, como sucedió en Kabul en 2022.
Y, finalmente, una última derivada, esta vez con grandes tintes de manipulación. La crisis de credibilidad que mencionaba anteriormente ha llevado al Kremlin a desarrollar una huida hacia adelante responsabilizando a Ucrania del atentado.
Esta teoría se desmoronó en el mismo momento en el que el estado islámico asumió públicamente su autoría. Si algo le interesa al Daesh, es que se sepa que han sido ellos quienes supuestamente triunfan en su infame guerra contra el infiel. Sin embargo, Putin necesita cerrar esa brecha de seguridad incluso asumiendo que fue terrorismo yihadista pero declarando de manera pública y burda que fue financiado por Ucrania.
Queridos amigos, el mundo se dirige hacia una nueva realidad de seguridad. Mientras Europa se prepara para un rearme industrial de defensa que pueda hacer frente a las amenazas bélicas de países como Rusia, no podemos dejar de lado las amenazas que un día parecían vencidas como el terrorismo. Este nuevo resurgir del yihadismo y sus lobos solitarios tiene el caos como su hábitat natural. No sólo Putin es una amenaza para nuestra seguridad, otros actores también tienen interés en desestabilizarnos, y lo seguirán intentado.