Opinión

El muy cachondo duque de Edimburgo

Agotado de meter la pata con una puntualidad maravillosa, aburrido de coleccionar infidelidades, el príncipe Felipe, duque de Edimburgo y consorte de la Reina Isabel II, abandona sus compromisos públicos en el United Kingdom. Mucho le pesan 70 años aguantando la tarea palaciega desde que desposó con 25 a la hija mayor del rey Jorge VI, más conocida en el mundo por Elizabeth Alexandra Mary Windsor, la incombustible Queen Elizabeth II. Hay que tener un chasis tan duro como el diamante para poder soportar lo que Felipe de Grecia y Dinamarca ha soportado.

Relataré varias anécdotas que demuestran por qué el protagonista ha de ser considerado un cachondo. En 1967, antes de su visita a la URSS, no dudó en declarar: “Me gustaría ir a Rusia, aunque esos bastardos asesinaron a la mitad de mi familia”. En 1969, debido a desajustes económicos de la Casa Real, soltó: “Como el año que viene entraremos en números rojos, igual me decido a dejar el polo”. También quiso seducir al dictador de Paraguay, Stroessner, con esta frase: “Es un placer estar en un país que no es gobernado por su pueblo”. Y a los nativos de las islas Caimán se atrevió a inquirirles: “¿Es cierto que ustedes descienden de piratas?”.

Con idéntico estilo diplomático le dijo al presidente de Nigeria: “Parece que vaya usted en pijama”, cuando iba vestido con el traje de su tribu natal. A una keniana que le donó una lanza masái en Kenia, le preguntó, por mostrarse afable: “¿Es usted una mujer, verdad?”. Al consorte lo políticamente correcto se la traía floja. Sino que se lo pregunten a Cate Blanchett, que en 2008, tras enterarse el duque que la actriz trabajaba en la industria del cine, le suplicó que le arreglara su DVD.

Así iba por la vida este elegante e impávido sujeto. Lo parieron con cara de cartón y el prójimo le salía por una higa. Aunque aconsejó bien a su primogénito, el príncipe de Gales: “No te cases con Diana, que esa cateta de Knightsbridge sólo sueña con reinar en Kensington Palace”. Pero el altivo Carlos no atendió su advertencia. Así le fue. Y eso que el duque, de busconas y lagartas regias, sabía lo que no está escrito, por algo se llevó al huerto, con disfrute máximo, a Lady Susan Ferguson (madre de Fergie), a Sashia, duquesa de Albertson (prima de la Reina), además de a su más loca amante, Lady Penny Brabourne, y a su mito erótico, Patricia Hodge, sin olvidar a la diosa de sus complejas fantasías, Magdalena Nelson de Blanquer, ni a la ebria, mórbida y hollywoodense Zsa Zsa Gabor. Después de 70 años de duro empleo en la corona y sumando ya 95 tacos, parece lógico que el duque de Edimburgo se retire a descansar, porque nada agota tanto como no haber trabajado un solo instante a lo largo de la vida.