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La leal oposición de Casado a la reforma laboral

La leal oposición de Casado a la reforma laboral
La leal oposición de Casado a la reforma laboral

La labor de zapa de los medios de comunicación progresistas contra Casado por su oposición a la reforma laboral pactada también con los empresarios es persistente y masiva. La estrategia que usan es la siguiente. Buscan los periodistas más proclives a la causa, de manera que estos no necesitan ser adiestrados, sino simplemente ser convocados para el combate, que, como en el caso de los perros de presa, consiste en morder a Casado y no soltar la pieza hasta que vaya perdiendo vitalidad. A estos efectos, la táctica empleada para debilitar a diario al líder del PP es llamar a ex ministros de Rajoy, soslayando sus nombres, para que les cuenten lo disgustados que están ante esta oposición cerril que no se aviene a razones. Junto a los paniaguados del partido adscritos al centrismo y el absentismo intelectual, estos se prestan muy gustosos a la traición. Estos chicos, me refiero a los ex ministros, fuera ya de la primera línea de fuego, están muy orgullosos de lo que se consiguió entonces, y el hecho de que la comunista Yolanda Díaz así lo haya reconocido con un proyecto de ley que apenas cuestiona los asuntos nucleares de aquella modificación legal sobre el mercado de trabajo, en contra de sus principios iniciáticos radicales, constituye toda una reivindicación de su labor de gobierno.

Pero la gran pregunta es por qué razón el señor Casado debería respaldar una norma que, siquiera mínimamente, devalúa la anterior, que no contribuye adicionalmente a crear empleo y que, sobre todo, refuerza el poder de los sindicatos. Porque esta es la madre del cordero. Si las centrales han dado su ok es porque los que las dirigen han recuperado las facultades de las que fueron privados durante la época de Rajoy. Estas son, básicamente, dos. La primera es que se ha dado de nuevo luz verde a la ‘ultractividad’. Aunque para el común de los mortales esta palabra suponga un arcano, significa que una vez que expira un convenio colectivo su validez se extiende y permanece inalterable en el tiempo hasta que se firme uno nuevo. La consecuencia es que las empresas siguen atadas de pies y manos hasta que se llegue a otro acuerdo al que naturalmente los sindicatos tendrán que dar su visto bueno.

La segunda circunstancia por la que los sindicatos han apoyado con fervor el pacto para esta reforma laboral es porque se ha restablecido la prevalencia del convenio sectorial sobre el de empresa en lo que se refiere a los salarios, lo que implica devolver una parte del enorme poder que las centrales habían perdido. Estos son los asuntos que llevan moviendo y determinando la estrategia de los sindicatos desde hace casi una década. Y olvídese usted de lo demás. Ni a Pepe Álvarez ni a Unai Sordo, líderes de UGT y de Comisiones Obreras, les importa un pimiento la temporalidad, ni el empleo precario ni el destino de los trabajadores. A lo que no se resignaban es a aceptar la mengua de peso en la negociación política que es su razón de ser, y a que después de tanto tiempo cogobernando el país la derecha tuviera el descaro de dejarlos fuera de juego.

¿Por qué la CEOE ha tragado con esta reversión en toda regla? Por la sencilla razón de que para las grandes empresas las tribulaciones de las centrales sindicales y las consecuencias de sus empeños y desvelos son una cuestión menor y muy relativa. Las que sufrirán y lo pasarán peor son las pymes, los pequeños negocios, los autónomos y los que trabajan en sectores donde la estacionalidad es parte de la idiosincrasia de su actividad. Los ex ministros marianistas, igual que el resto de los paniaguados populares, creen que el proyecto de la comunista Díaz es equilibrado y que consolida los aspectos nucleares de la reforma que ellos hicieron en 2012. Así piensan que han logrado una gran victoria política a posteriori y concluyen que lo lógico sería apoyarla. Pero estos chicos hace tiempo no están en la primera línea política y además no han ganado personalmente unas elecciones jamás, de manera que su tendencia al pasteleo, su inclinación por la nefasta ecuanimidad y su acomodación a los dictados de la izquierda mediática e intelectual desaconsejan prestarles atención. La oposición es la oposición, y debe mostrarse tajantemente en contra de todo aquello que no mejore el bienestar de los ciudadanos como es el caso.

La contrarreforma laboral de la comunista Yolanda Díaz no contribuirá a disminuir la temporalidad, ni la precariedad ni mucho menos a generar más puestos de trabajo, que son los principios bajo los que solemnemente ha sido proclamada. El economista José Luis Feito ha escrito con buen tino que las dos equivocaciones principales de Diaz “son, por un lado, que ignora la relación entre los costes de despido efectivos de los contratos fijos y la temporalidad: a mayores (menores) costes de despido, mayor (menor) temporalidad. Por otro, que niega el impacto negativo sobre el empleo de los trabajadores menos cualificados de establecer niveles de costes laborales por encima de su productividad”.

“En cuanto a lo primero, el exceso de la tasa de temporalidad española sobre el promedio europeo obedece esencialmente al exceso de los costes de despido efectivos sobre la media de la UE, además del mayor peso relativo de las actividades naturalmente temporales en nuestro PIB. Si se coarta legalmente la temporalidad sin reducir los costes efectivos de despido, disminuirán los contratos temporales, pero no aumentarán en la misma proporción los contratos fijos. Por contra, para los inspiradores de la contrarreforma, la elevada temporalidad obedece a usos errados o abusos de nuestros empresarios, de manera que basta con prohibirlos o limitarlos para transformar automáticamente los contratos temporales afectados en contratos fijos, sin merma alguna de empleo”.

Obviamente, estos aprendices de brujo no conseguirán sus objetivos y esta es una razón adicional para que Casado se oponga rotundamente a apoyar la reforma laboral: que no servirá para crear a largo plazo más puestos de trabajo, que España seguirá instalada como el país con una menor tasa de actividad del Continente y que continuará teniendo la cota de parados más elevada. El presidente Sánchez reclama a Casado que respalde la reforma laboral con el argumento de que ha sido el fruto del acuerdo con los agentes sociales, y en efecto, ya he mencionado antes las razones por la que la han aprobado los sindicatos: porque única y exclusivamente va en su propio beneficio.

Lo que sigue siendo realmente inexplicable es que haya contado con el respaldo de la patronal a cambio de nada. Mejor dicho, a cambio de empeorar el marco laboral vigente, otorgando así la coartada que necesitaba el Gobierno para obtener el placet de Bruselas. Esto es insólito. El inefable responsable de la CEOE, el señor Garamendi, afirma que así el acuerdo garantiza la paz social, que es un avance enorme para la estabilidad del país. Pero eso es tanto como decir que los árbitros de la paz social de la nación y de la concordia civil son los sindicatos venales españoles, entregados en cuerpo y alma a la izquierda a cambio de las sustanciosas subvenciones que reciben y de otro tipo de privilegios y de sinecuras. A mí me parece que esta actitud refleja un derrotismo y una resignación impropias y nocivas para el bienestar común de parte de los únicos capaces de revitalizar el nervio económico de un estado, que han sido siempre los empresarios.

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