Lacayo general del sanchismo
Álvaro García Ortiz era un fiscal de carrera mediocre hasta que Dolores Delgado, la que bebe de la copa de Baltasar Garzón, el ex juez prevaricador inhabilitado, se fijó en quien con tanta saña había cargado contra el Partido Popular cuando, siendo fiscal de medio ambiente en Galicia, se encargó de la acusación pública en el caso Prestige. Así, el fiscal, que se dedicaba a proteger la flora, fauna y animales domésticos gallegos, pasó de repente a convertirse en la mano derecha y posterior sustituto de la tres veces reprobada ex ministra de Sánchez, Lola Delgado, nombrada a dedo para controlar en su nombre tan desprestigiada institución. «¿La Fiscalía de quién depende?, ¿de quién depende? Pues ya está».
Desde el atril del Congreso, Dolores Delgado decía cosas como que «el PSOE es el partido que ha traído el progreso económico y social a esta sociedad», que los líderes de Vox «son excluyentes, intolerantes, xenófobos y racistas», tachaba de «sistémica» la corrupción del PP e incluso insultaba a Cs por pactar en Andalucía. Se bajó del atril de los insultos y se colocó la toga de fiscal general del Estado, traje de ceremonia que dejó en herencia al que había sido azote de Rajoy en el caso Prestige, cuando su permanencia en el cargo abochornó hasta a alguien con tan poca vergüenza como nuestro pseudodemocrático presidente del Gobierno.
«Otro vendrá que bueno me hará», dice el refrán, que parece pensado para el relevo de Dolores Delgado por Álvaro García Ortiz. Antes de ocupar la Fiscalía General del Estado, Dolores Delgado había sido vocal del Consejo Fiscal y durante muchos años se había especializado en la lucha contra el terrorismo yihadista en la Audiencia Nacional. Al lado del de García Ortiz, que sólo había luchado contra los pirómanos que queman los bosques gallegos, el currículum de Dolores Delgado parece enciclopédico. Seguramente por eso el servilismo y la sumisión con la que ejerce el cargo el actual jefe de los fiscales resulta tan bochornoso, porque hasta él sabe que está muy lejos de tener los méritos y el prestigio mínimo imprescindible para ocupar ese cargo con dignidad.
La asociación mayoritaria de fiscales ha hecho público un comunicado en el que denuncian que García Ortiz «reduce la Fiscalía al servilismo». «Su propósito no es una Fiscalía General del Estado independiente del Gobierno, sino la normalización de la injerencia de éste en las decisiones del Ministerio Público», opinan la mayoría de fiscales, en relación con la votación a la que ha sometido a la Junta de Fiscales para imponerles la aplicación de la amnistía a «la totalidad de las conductas que fueron y son objeto» del procés.
Servilismo que Pedro Sánchez y él quisieron demostrar públicamente durante la celebración del X aniversario de la proclamación del Rey Felipe VI. Delante de todos los invitados al acto, Pedro Sánchez, sentado, ha llamado la atención del fiscal general del Estado y lo ha hecho levantarse para acercarse a él y rendirle pleitesía pública con una sonrisa de oreja a oreja que avergonzaría a cualquiera que tuviese un mínimo de dignidad. No ocultan nada porque se saben impunes. «Fernando Galindo, un admirador, un amigo, un esclavo, un siervo», decía el actor José Luis López Vázquez, babeando ante la bella vedete Katia Loritz. Galindo tenían que llamarse los dos, pero López Vázquez actúa para entretenernos, mientras que don Álvaro se humilla para avergonzarnos a todos.
Álvaro García Ortiz se ha convertido en el lacayo general del sanchismo desprestigiando a la institución hasta un punto en el que los ciudadanos ya no podemos confiar en la Justicia. Seguro que el aprendiz de tirano le recompensará por ello.
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