El jefe Puigdemont y el títere Sánchez

Puigdemont Sánchez

Casi al mismo tiempo en que Infolibre, la página del gran y multimillonario Josemi Contreras –el amo del cortijo audiovisual sanchista donde él se lleva (como siempre) la mejor parte–, se comía su bulo con oprobio y deshora sobre la mujer de Feijóo, desde Elna (Francia) el prófugo por excelencia, Puigdemont, se constituía en el Napoleón indiscutible de la España actual y colocaba en su pedestal de títere mayor de su circo a Pedro Sánchez.

Sánchez es el edecán mayor del prófugo, y Contreras multimillonario y por precio el saltarín mediático preferido del maridito de la Bego. Así se escribe la historia.

Dicen en Génova 13 que le tienen puesta la lupa a las empresas de Contreras (Maraña, López, Ariztimuño, bla, bla, bla) que es el que decide y corta el jurdó en una empresa tan escasa de audiencia como en ruina para el contribuyente, y que cuando se tercie irán con fiscales, auditores y jueces a por todas con nombres y apellidos. ¡Ya veremos…! ¡Y nunca vimos!

Elna es la ciudad donde donde se imprimieron las papeletas para el golpe de Estado del 1-O, sin que ni el CNI, ni la Guardia Civil, ni la Policía se enteraran de nada. Y en Elna también, el pasado jueves se culminó otro golpe definitivo a la dignidad del Estado español y a sus 48 millones de ciudadanos. Un prófugo se choteó a conciencia de la que dicen es la cuarta potencia de Europa, porque es de España de la que se descojonó a mandíbula batiente. En ese empeño, obviamente, ha contado como felpudo con el primer ejecutivo de la nación, nada menos que el jefe del Gobierno, que sin su ambición el golpista catalán no sería más que carne de cañón.

Como habrá sido la cosa, que el prófugo se jactó ante su corrompida militancia de que la investidura de Sánchez se consumó en su despacho bruselense; incluso, fue a más. Ahora es el momento de terminar el trabajo empezado, esto es, conseguir finalmente la independencia, bien «por referéndum acordado, bien por una declaración unilateral».

La derrota de España con escarnio histórico tendrá que cobrarse algunas piezas, como siempre ha ocurrido a lo largo de nuestro inquietante devenir. Si Puigdemont triunfa –y está triunfando–, España pierde y al mismo tiempo Sánchez gana. La locura de un jefe de gobierno no puede mandar al averno a casi cincuenta millones de ciudadanos que deberían ser libres e iguales. Lo que une sustancialmente a Puigdemont y Sánchez es su profundo interés propio, política y económico. En ese circo ha quedado claro quién es el que lleva la vara y quién es el títere gatito que susurra suplicante al jefe.

Dejémonos de cuentos. Puigdemont ha derrotado al Estado y humillado a España. Como jamás lo hizo ningún mambí cubano o ningún podrido Bolívar.

¿Se puede apear uno de este país?

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