Opinión

El impuesto a los pobres derribará a Sánchez

Andan de pelea en pelea, de vuelo gallináceo en vuelo gallináceo, disputándose protagonismo y oropel. Como si ya la gente, argumento esencial de su discurso huero, hubiera desaparecido, precisamente los mismos votos que les llevaron a disfrutar de la extensa y abigarrada mamandurria.

Andan discutiendo si son galgos o podencos, si es más Díaz que Calviño o viceversa; hete aquí que el gran impuesto que se impone a los pobres (la inflación) se desboca hasta el 5,5% sin que el Gobierno sepa o quiera poner coto a un leviatán que históricamente ha sido letal. La inflación ataca directamente la calidad de vida de familias de clase media y baja, millones en España, que ven impotentes y enrabietadas cómo peligra su propia supervivencia entre grandes promesas vacuas de un Gobierno a la deriva.

Si la cosa continúa con la misma deriva, todo parece indicarlo, el invierno hispano se trastocará en general invierno que derrotará a Sánchez entre el frío y las necesidades insatisfechas de la gente española. No hará falta que la oposición política y económica (esta última parece haberse dado cuenta ya lo que puede esperar del poder gubernamental actual) hagan ejercicios malabares. Caerá por su propia incompetencia y sus falsas promesas.

La izquierda se divierte jugando a política. También una cierta derecha. Creen que todo pasa por la conspiración de salón con resultados para los graciosillos. Gobernar es otra cosa. Es preocuparse por las cosas serias: empleo, educación, sanidad, bajos impuestos… Cómo estará el percal que hasta el insípido Rajoy se ha motivado para escribir un libro titulado Política para adultos.

Gobernar a golpe de panfleto está tirado. Prometer al socaire del gasto público es lo más fácil. Lo difícil, oiga, es encarar sin concesiones a la demagogia los grandes y hasta aburridos asuntos que hacen más difícil la vida del contribuyente.

En eso, Sánchez&Díaz, ni están ni se les espera.