Es imprescindible una política económica liberal-conservadora

política económica

La economía española -y la mayor parte de la economía internacional- ha vivido en la mayoría de las ocasiones bajo un enfoque socialdemócrata. Dichas ideas, bondadosas en su apariencia -reparten gasto y subvenciones al tiempo que emplean la ilusión fiscal para que los ciudadanos no se den cuenta de que esa enorme factura la pagan ellos mediante impuestos- terminan siendo letales para la economía, pues no logran generar un crecimiento sostenible por sí mismo, sino anestesiado por el gasto público, de manera que cuando este último se acaba, la economía cae, quedándose, además, con una enorme losa de deuda y profundos desequilibrios en su estructura económica.

Por eso, es muy importante que el centro-derecha ofrezca una política económica diferente a la política económica socialdemócrata, una política económica de ideas, valores y principios propios, que la experiencia demuestra que obtiene mejores resultados cuando se aplica -véanse los casos de Reagan y Thatcher en el marco internacional; de Aznar en el nacional; y de Aguirre en el regional, por poner unos ejemplos-.

Una política económica, en definitiva, sin complejos, sin ir a remolque del socialismo, sin tener miedo a qué pensará la izquierda de ello; sin caer en las trampas del intervencionismo para que el centro-derecha se quede como el taller de reparaciones de la socialdemocracia y como el pulcro gestor de las políticas de izquierda. No se puede caer en esa trampa.

Así, la opción liberal-conservadora no puede aspirar a ser «el socialismo que funciona», sino que debe ofrecer -y aplicar cuando gobierne- una política económica liberal-conservadora.

No puede conformarse con entrar en el juego de la subasta electoral de prometer más y más gasto público, porque eso significa más y más impuestos.

No puede agarrarse a que será eficaz gestionando el presupuesto, sino que debe ser eficiente en ello, hacer más por menos, de manera que le permita bajar impuestos.

No puede caer en la trampa de centrarse sólo en las rentas bajas, como hace la izquierda, repartiendo subvenciones sin criterio, porque el resto de la sociedad también sufre la crisis, especialmente las clases medias. Ha de ocuparse de todos, por supuesto, y en primer lugar, de las rentas bajas, pero del resto, también, porque la subida de la luz, por ejemplo, afecta a todos, y, para ello, lo mejor es bajar los impuestos sangrantes, solicitando las autorizaciones necesarias a la UE, pero bajándolos.

No puede basar todo el discurso en populismo electoral, como hace el intervencionismo, que puede servir para etapas especiales, como la vivida con la pandemia, pero no para gestionar seriamente, con rigor y con fundamento, que garantice un largo recorrido.

No puede competir con los socialistas en incrementar el presupuesto, aunque trate de dar una de cal y otra de arena bajando impuestos simultáneamente.

No puede entrar a la muleta que el socialismo pone para tratar de desvirtuar el mensaje del centro-derecha, como en lo referido a las pensiones. Nadie ha hecho más por los pensionistas que el centro-derecha. Es más, si el sistema ha llegado hasta aquí, ha sido gracias a que el centro-derecha, cuando ha gobernado, ha saneado las cuentas tras recibir dos veces casi quebrada la Seguridad Social, como la recibirá una tercera, dada la reforma de Sánchez-Escrivá que sólo empeora la sostenibilidad del sistema.

No puede tener miedo del qué dirán por votar contra un despropósito que nada tiene que ver con las pensiones, salvo el ardid del Gobierno de emplear a los pensionistas como rehenes. El centro-derecha -y el PP como principal partido de dicha ideología y de España- debe decir alto y claro que Sánchez chantajea y juega con los pensionistas, como bien denunció hace unos días, y ha de decir que sigue haciéndolo, oponiéndose a ello, y debe decirlo, contarlo y explicarlo sin temor, pues los pensionistas no son tontos y ven clarísima la maniobra torticera de Sánchez.

No puede asumir que los principios de la socialdemocracia son mejores que los del liberal-conservadurismo, porque no lo son; todo lo contrario: la experiencia demuestra que son las políticas liberal-conservadoras las que han impulsado siempre un crecimiento sostenible, no el crecimiento insano, de corto plazo y perjudicial para la estructura económica de medio y largo plazo que el socialismo defiende, como ahora, basado en un gasto público, déficit y deuda ingentes.

No puede, en definitiva, competir con la izquierda por ver «quién es el verdadero socialdemócrata». Es esencial derrotar a Sánchez, porque su política está hundiendo a España, pero debe servir, además, para aplicar la política liberal-conservadora, que la experiencia muestra que es la que mejores resultados procura, porque, además, a la hora de ser populistas, la izquierda gana en ello.

Los votantes de centro-derecha, es decir, todo lo que está a la izquierda del PSOE, esperan y quieren que se defiendan y apliquen cuando se gobierne esos postulados liberal-conservadores, no una socialdemocracia pulcra, que no resuelve los problemas. Son esos votantes los que van a dar o quitar la victoria al centro-derecha para poder gobernar, no la quimera del socialista moderado que vaya a cambiar el voto ante las barbaridades de Sánchez. Los socialistas que quieren echar a Sánchez ya han optado por votar al centro-derecha o abstenerse, y ya no hay más votantes que conseguir en ese espectro, por mucho que la demoscopia crea verlos. No los hubo en julio de 2023 y no los habrá ahora. El centro-derecha debe afianzar y amarrar los votantes liberal-conservadores, ofreciendo, eso sí, una política económica para todos, sin ir contra nadie, pero desde los postulados liberal-conservadores, porque son los que funcionan y son los que defienden los votantes de ese espectro ideológico.

El centro-derecha tiene que bajar impuestos y no subirlos nunca; tiene que buscar la estabilidad presupuestaria reduciendo el gasto innecesario, y no competir por incrementarlo; debe eliminar trabas en la actividad económica y no contribuir a incrementar el intervencionismo en el mercado; debe sacar, cuando gobierne, al sector público del capital de las empresas privadas, y no mantenerlo; debe, en definitiva, aplicar y defender sin complejos su programa liberal-conservador, porque es mejor y es el que esperan sus votantes.

El PP y su líder, Alberto Núñez Feijóo, tienen sobrada experiencia en la gestión y ha quedado demostrado en el pasado, cuando se han aplicado, los buenos resultados que dan las políticas liberal-conservadoras, políticas de eficiencia, que son las que los españoles que miran esperanzados a la opción de cambio de gobierno desean que se apliquen y que son las que hay que aplicar para avanzar en la prosperidad de todos los españoles y superar la pésima herencia que va a dejar Sánchez. Por tanto, estoy seguro de que saben esto perfectamente y estoy convencido de que lo aplicarán, porque otra cosa sería suicida para el centro-derecha y, lo más importante, para España, porque pondría en riesgo el poder echar a Sánchez en la próxima convocatoria electoral, cuya permanencia otro mandato sería letal para España, para la libertad y para la prosperidad.

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