Los idiotas no escuchan la radio, escriben en Twitter
El hombre masa, para Ortega y Gasset, es el que se encuentra a mitad de camino entre el ignorante y el sabio, que cree saber y no sabe, y el que no sabe lo que debería saber. «Lo característico del momento es que el alma vulgar, sabiéndose vulgar, tiene el denuedo de afirmar el derecho a la vulgaridad y lo impone dondequiera», decía el filósofo. El hombre masa de Ortega no es en ningún caso el obrero o la gente poco instruida. Por el contrario, el hombre masa es el especialista bárbaro o el sabio ignorante, el idiota que cree saber y como no sabe, insulta.
Hoy en día, donde la televisión ha renunciado de su función formativa y los partidos políticos han abdicado de su misión pública, sólo nos queda la radio para formarnos como ciudadanos y la prensa para informarnos. La radio es un inmenso medio de comunicación. Es valor añadido. Son muchos los periodistas y analistas que se acercan a las ondas para ayudarnos a entender el mensaje de los partidos políticos. Es, y ha sido, el lugar donde nuestros padres y abuelos se informaban —y formaban— y será el sitio donde nuestros hijos continúen haciéndolo. Plural y reflexiva nos ayuda a entender al momento lo que otros medios tardan horas en llevar a sus portadas. Pero es, también, el origen de muchos de los males de la participación inadecuada de algunos idiotas orteguianos.
Uno de mis primeros recuerdos con un transistor fue en un programa de madrugada donde la gente llamaba para explicar sus problemas. Recuerdo que la periodista hablaba con voz pausada a un chico afligido que intentaba explicarle sus problemas con su novia hasta que, en un momento determinado, aquél joven cambió su discurso, lanzó un par de insultos y sus amigos unas risas.
Aquella gamberrada divertida se ha convertido en una jaula enloquecida a la que llamamos Twitter. Por eso, hace unos días me entretuve analizando la reacción de los tuiteros con ínfulas de analista político y comprobé que existen tres categorías bien definidas: los que siguen los debates de la radio, los que siguen los debates/show de la tele y los que, simplemente, siguen las consignas del partido político al que votan.
Los ciudadanos de radio que escuchan, por ejemplo, a ‘Julia en la onda’, son analíticos y con gran capacidad de crítica. Se nota que son fieles a la presentadora, siguen sus debates e intentan ayudarla con cualquier pregunta que la comunicadora lanza en antena. Algo parecido le ocurre a Carlos Herrera y a otros muchos comunicadores del transistor.
Los de la tele son más infieles, menos críticos y, simplemente, parafrasean lo que allí escuchan. Es usual que, simplemente, reiteren una frase literal que entrecomillan para continuar comiendo palomitas o beber su refresco que sólo dejan para fabricar un meme y así divertir a los pocos amigos que le siguen en sus grupos sociales. «Mirad qué cachondo soy», parecen decir. Y luego, obviamente, vuelven a la chocolatina o al helado. Pura masa. Por eso tampoco existen líderes de opinión longevos en televisión o radio como Luís del Olmo, Gemma Nierga, Iñaki Gabilondo, Jiménez Losantos, Expósito o los citados Herrera y Otero. Pero estos últimos son, también, los “culpables” —gracias a Dios— de dar voz al pueblo e imagino que como muchos ciudadanos no pueden hablar en antena y decir lo que quieren se asoman a Twitter para transformarse en masa y verter toda la bilis que han sido capaces de aglutinar durante su ignorante vida.
Y en esa dicotomía vital se tienen que mover los comunicadores de radio. Por un lado usan las redes sociales para acercarse a los ciudadanos y por otro lado tienen que soportar su vileza en Twitter. Parece que esos periodistas que restituyeron el poder a los ciudadanos, facilitándoles opinar y combatir la desvinculación política a la que los partidos pretendían abocarles sean, en ocasiones, el dardo de sus iras. Esas mujeres y hombres del micrófono que han facilitado información para que todos nosotros alcanzásemos nuestro propio estado de opinión, que han eliminado barreras geográficas y culturales y que fueron los precursores de foros de debate ciudadanos ahora tienen que soportar que esa masa les insulte desde Internet.
Es obvio que la descentralización de la red de redes ha permitido mayor participación y ha reducido la distancia entre los ciudadanos y los partidos políticos. Aunque parece que algunos partidos se aburran al hacerlo. Sin ir más lejos, el día 13 de septiembre al PP de Madrid se le escapó este tweet que borró 11 segundos más tarde:
Y son muchos los seguidores de esas redes institucionales —como el podemita que insulta a Herrera— que se convierten en indigentes intelectuales e insultan a las almas del micrófono para, simplemente, mostrarnos su descontento con uno u otro partido político. ¿No es el momento de agradecer a la radio lo que nos ha dado y aceptar cualquier pensamiento diferente al nuestro? Quizás, para ello, los partidos políticos tengan que dejar de azuzar en las redes sociales a los hombres masa —como en Podemos— y ayudarles a formarles para que dejen de usar el insulto y tiendas a la reflexión. No se duerman señores políticos, porque a ustedes también les insultan.
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