Opinión

El Gobierno detona el polvorín de Torre Pacheco para tapar la corrupción

Lo que está ocurriendo en la localidad murciana de Torre Pacheco a raíz del brutal apaleamiento a un vecino por parte de un joven marroquí -apoyado por otros dos- ha servido al Gobierno para desatar una ignominiosa campaña contra esa «extrema derecha» (Vox, para entendernos) que le ha servido de excusa y de pretexto para desviar la atención de los escándalos de corrupción que tienen enfangado al PSOE.

En Torre Pacheco hay un clima de inseguridad ciudadana fruto del incremento objetivo de la delincuencia. Y ese clima ha estallado con toda virulencia sin que el Gobierno de Pedro Sánchez haya mostrado diligencia alguna en cortar de raíz la violencia desatada, porque si las cosas no han ido a más, por el momento, ha sido por la actuación, en condiciones muy difíciles, de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. ¿Le interesaba al Gobierno detonar el polvorín de Torre Pacheco?

No hay que ser muy sagaz para concluir que sí,  porque lo que más sencillo le resulta a Pedro Sánchez en esta hora es agitar el recurrente mantra de la «extrema derecha» y de responsabilizar a la formación de Santiago Abascal de sembrar la semilla de la xenofobia. Es de manual -de manual de izquierdas-, pero también es una grosera ignominia culpar a Vox de los incidentes en la localidad murciana, obviando que lo ocurrido funde sus raíces en un incremento de la delincuencia vinculada a jóvenes marroquíes.

No hay el menor atisbo de racismo en los datos, ni los datos permiten responsabilizar del incremento de la delincuencia a toda la población inmigrante de Torre Pacheco, entre otras cosas porque en su inmensa mayoría también la sufre. Eso sería tan falso y tan estúpido como afirmar que la violenta respuesta de un grupo de alborotadores dispuesto a vengar violentamente la agresión del vecino apaleado cuenta con el respaldo de toda la población de Torre Pacheco harta de la delincuencia.

Ni una cosa ni la otra, lo que no quita para que asumamos que la delincuencia existe y que es obligación del Gobierno implicarse en garantizar la seguridad de una localidad harta de la situación que padece. Pero al Gobierno esa obligación no le parece necesaria, porque le resulta más útil políticamente agitar el fantasma del «fascismo» para tapar la corrupción.