Opinión

El gemelo Javier desenmascara a Emiliano García-Page

  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

Empezaré por decir que, según las evidencias científicas más actuales, dos gemelos monocigóticos no tienen por qué sentir lo mismo o incluso morir al tiempo, como se creía en la antigüedad. No se sabe basada esta mentira en qué especulaciones fantasiosas sin fundamento. Sin embargo, ya se conoce que los monocigóticos son los gemelos de verdad, los que se parecen más físicamente y los que tienen las mismas reacciones inmunológicas e incluso, y esto es lo más importante, suelen poseer los mismos pensamientos.

Esto no implica que estén conectados por extraños vínculos telepáticos pero sí que, al haber compartido placenta, pueden adivinar lo que su hermano piensa en cada momento. Escribo este exordio con la certeza de que los hermanos Page de los que se habla estos días, son realmente individuos monocigóticos, generados a partir de una célula formada por un espermatozoide y un óvulo; en otro caso, todo lo anterior descrito carece de valor. Pero, a lo que parece, dada la semejanza corporal entre los dos Page, hay que convenir en que resultan esplendorosamente monocigóticos.

Esta aseveración llevada ya al ámbito de la política concreta, encierra un enorme interés. Por ejemplo: ¿Piensa Emiliano García-Page que, como denuncia su hermano gemelo, el PSOE ya no es su partido porque ha tomado una deriva incompatible con sus ciento y pico años de historia? ¿Está de acuerdo el presidente de Castilla-La Mancha con que los principios socialistas resultan incompatibles con la militancia en el nuevo PSOE?

Dos cuestiones que para dos gemelos, tan entrañablemente unidos, deben ser difíciles de encerrar mucha disparidad. Al empezar esta crónica divagaba sobre lo que deben sentir los hermanos Page cuando ven como el finísimo jurista Santos Cerdán lleva días esperando en un hotel belga, siempre tan malos, a que le llame Puigdemont. La imagen es similar a la que cunde cada vez que el rey Mohamed aloja durante horas y días e impacienta a un hipotético visitante mientras él se dedica a no sé qué labores impropias de su menester.

¡Vaya humillación al partido gobernante en España la que realiza un fugitivo de España! Como la transparencia invocada por Sánchez y sus amanuenses brilla por su ausencia, no acertamos a adivinar qué traman ambos interlocutores; uno, un independentista, y el otro, un modesto trabajador de la Formación Profesional que, digo yo, carece de la enjundia jurídica básica. Es más: se empieza a sospechar –lo afirman fuentes del cronista muy cercanas a la información de La Moncloa– que si al final la fechoría de la amnistía se formaliza, Puigemont hará pasar a Sánchez por el aro de una firma conjunta y pública.

La especulación posee signos de anticipo porque ¿no es verdad que Junqueras exigió para su adhesión al bodrio nada menos que la presencia de Bolaños, el ministro de la Presidencia? Entonces, ¿no es lo probable que Puigdemont, que siempre urge un huevo más que Junqueras, le haga transigir a Sánchez por la vejación de trasladarse en Falcon a Bruselas y suscribir allí la Ley de Amnistía?

Ahora mismo, todas las posibilidades están abiertas pero, según las fuentes antedichas, la hartura de los fontaneros monclovitas con el líder de Junts es descomunal.

Sabe Emiliano García-Page, y por tanto lo sabe su hermano monocigótico Javier, que el prófugo con el que el PSOE se da el pico en Waterloo está como una regadera. ¿O no lo está y todos sus actos obedecen a una falsilla perfectamente diseñada previamente? Hace años, el lehendakari Urkullu, ahora socio de mala gana de Sánchez y Puigdemont, habló con éste, presidente de la Generalidad a la sazón, y le prometió que iba a convocar elecciones anticipadas, Urkullu regresó a su despacho diciendo: ¡Vaya, por una vez he hecho algo útil por España! Al minuto cayó estrepitosamente del guindo porque también a él Puigdemont le había engañado.

Hace un par de años, también comentando este trance en un grupo de periodistas con Andoni Ortuzar, el presidente del PNV al que Urkullu ya no puede soportar, confesaba. «Con este hombre no se pueden hacer pronósticos». Pues bien, este «hombre» torea, como a los toros abantos, al Gobierno de la Nación Española mientras el desdichado Cerdán hace guardia y se gasta los dineros comiendo mejillones en cualquier bistró bruselense.

Si es verdad, como las apariencias genéticas apuntan, que lo mismo que piensa Javier García-Page sobre este PSOE de Sánchez lo piensa su hermano Emiliano, ¿qué hace este personaje, tan facundo en la palabra y tan corto en hechos, apoyando con sus votos castellano-manchegos a los interlocutores de Puigdemont? Porque la verdad es ésta: Sergio Gutiérrez, diputado por Toledo, es mano derecha de Page, aunque, eso sí, tiene una tradición de variabilidad curiosa, ya que no hace tanto tiempo era un fervoroso componente del equipo de Rubalcaba, de aquel equipo que no han quedado ni las rascas, salvo Gutiérrez ahora convertido en escudero de Page.

¿Le dirá Javier a su hermano Emiliano, con el que ha compartido nada menos que placenta, que ordene a sus parlamentarios en Madrid, encabezado por el susodicho Gutiérrez, que se se opongan a la imposición de la amnistía ordenada por Sanchez? Si lo hace será en vano, porque Emiliano es un fiel seguidor de aquella sentencia de médicos antiguos que rezaba: «Haz lo que yo digo y no lo que yo hago». Page, el político, llegada la hora, apoyará con su voto de lejanía las propuestas de derribo de Sánchez.

Page es un inmenso hipócrita que encandila a sus votantes con propuestas de inflamado patriotismo que no se compadecen en absoluto con las acciones traidoras del que aún es su partido. Que no nos venga con cuentos y mandangas Emiliano García-Page: no moverá un ápice para desplazar al felón Sánchez, nuestro peor gobernante desde Fernando VII. Su hermano Javier le ha dado una lección de coherencia, la que nunca va a practicar su monocigótico Emiliano. Que se sepa.