Ganará el PP, triunfará la abstención

Desde hace años, los sondeos de opinión pública referente a la política son la mejor manera de conformar un estado de ánimo previo a la elección que acaba por determinar una tendencia u otra. Muchos electores confirman su sesgo en función de lo que ofrece la encuesta. La batalla por el escaño pendiente y el trasvase olvidado que luego premia o castiga a formaciones menores se recrudece en las últimas semanas con apelaciones cansinas al voto útil y otras no menos insistentes que solicitan la concentración de todo el espectro de voto en un solo partido.
Si eliminamos de la ecuación lo que Tezanos, ese militante del PSOE con carnet pedrette, ha perpetrado en el Centro de Invenciones Sanchistas, observamos un mapa concluyente de lo que pasará en los comicios municipales y autonómicos. El PP de Ayuso y Almeida, aún no de Feijóo, ganará Madrid con la suficiencia como para gobernar sin que las tuercas desesperadas de unos y necesitadas de otros, le aprieten para ello. Arrebatará a la izquierda terrateniente feudos importantes (Comunidad Valenciana y Castilla La Mancha), esa izquierda de voto cautivo que ya tiembla ante lo que pueda pasar en Extremadura y en cientos de municipios que hasta ahora controlaban con puño de subvención, sobre todo en el sur de España.
Ganará el PP como adelanto de lo que sucederá en las generales, un ensayo probatorio en el que España le dirá -debe decírselo- a Sánchez que hasta aquí llegó su despotismo iletrado, hasta aquí sus acuerdos con golpistas convictos y confesos, sus tejemanejes con ETA y sus hijos, su saqueos confiscatorio al bolsillo del contribuyente, su secuestro de las instituciones públicas, su manejo, previo pago, de los medios de comunicación, su control, infame e infecto, de la Justicia, su manera de gobernar a golpe de BOE y decreto, sus mentiras arriesgadas. Aló Sánchez gritará cada mañana, y cada noche, el No-Do de Fortes, allez España sentenciaremos los que deseamos sacar de su palacio al autócrata felón en el año electoral más decisivo de nuestra historia reciente.
Sí, ganará el PP: municipios, autonomías, y salvo terremoto social, Moncloa. Empero, ningún partido reflexionará con la paciencia necesaria para entender por qué el segmento sociológico que sigue creciendo se sitúa en los márgenes de la política. Tanto mirar a izquierda y derecha para captar al votante decepcionado y enfadado que se olvidan del que ha abdicado de participar porque nada le seduce, hastiado de confianza defraudada, harto de que le engañen con siglas de regeneración, promesas resucitadas, caudillos de todo a cien y mesías de mercadillo, que sólo llegan para llevarse calentito el escaño que otros dejan tiritando.
No soy el único que expresa su convicción de que a España le convendría un triunfo mayoritario de la abstención. Es la única manera de trasladar a las mediocres élites que nos gobiernan que el pueblo dejó de creer en el sistema corrupto que las mantiene. Los partidos ya no sirven para canalizar las demandas ciudadanas, sino para perpetuar problemas que ya existían y vivir de causitas creadas ex novo por su incompetente pericia. Nos azuzan con un estudiado disenso parlamentario que, en realidad, es un circo pactado con el que entretener a la plebe hambrienta. Rajoy lo escenificó junto a González en un foro reciente: lo importante es la supervivencia. Iglesias, por su parte, fue sincero por primera vez en su vida cuando en un mitin bolivariano dijo. «ahora que no soy político, puedo decir la verdad». La abstención sociológica es el fracaso de la política real, la constatación de un sistema putrefacto y la confirmación de cómo la clase dirigente ha llevado a España a la peor de sus suertes en treinta años. Ni siquiera el pasado nos salvará del estropicio que van a dejarnos. Si no fuera porque urge ventilar al sanchismo como régimen, diría que la mejor dieta que conviene a la nación es no consumir el voto durante algún tiempo.