Gabilondo se hace un ‘Sánchez»: de repudiar a Iglesias a abrazarle

Gabilondo se hace un ‘Sánchez»: de repudiar a Iglesias a abrazarle

Las promesas en el PSOE duran lo que un caramelo a la puerta de un colegio. Un día juran y perjuran que no y al siguiente se levantan gritando sí, sin dar tiempo al electorado a digerir los giros copernicanos de un partido que no tiene palabra. El último caso lo ha protagonizado Ángel Gabilondo, candidato del PSOE a las elecciones en la Comunidad de Madrid, quien hace unas semanas iba por los platós de televisión jurando que no habría acuerdo con Iglesias y en el debate de Telemadrid se quitó definitivamente la careta con una frase que pasará a la historia de la hipocresía política: «Pablo, tenemos doce días para ganar las elecciones». Luego fue a más: «Querido Pablo, confío en que apoyes un Gobierno para frenar la foto de Colón. Pablo, querido Pablo. Si nosotros tenemos una mayoría como tenemos que tener y como muestran esas encuestas, espero tu apoyo y la posibilidad de poner un dique de contención de frenar al Gobierno de Colón».

Gabilondo, el «soso» y «serio» socialista que iba predicando mesura por las esquinas, pone su futuro político en manos del radical Iglesias y se encomienda al dirigente podemita para asaltar los cielos de Madrid. Quién te ha visto y quién te ve, Gabilondo, émulo de Sánchez. Ha hecho lo mismo que hizo el presidente del Gobierno: ha pasado en semanas de renegar de Iglesias a ofrecerle un eventual Ejecutivo de coalición en Madrid. Sorprende comprobar cómo el método Sánchez se ha impuesto en un partido donde la palabra dada carece ya de valor alguno. ¿Cómo van a creer los madrileños la promesa de Gabilondo de que no subirá los impuestos cuando su compromiso de no gobernar con Podemos ha durado menos de dos semanas? Cierto que sólo los muy cándidos creyeron a Gabilondo, como sólo los muy cándidos creyeron  en su día a Pedro Sánchez. La cuestión de fondo es esa: ¿Hay alguien en el PSOE con palabra?

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