Feijóo destrozó al bla, bla, bla, bis
Feijóo destrozó al bla, bla, bla, bis. Porque en eso consistieron las tres o cuatro -ya no pueden recordarse- pesadísimas intervenciones del aún presidente, Pedro Sánchez Castejón, en el Senado en su anunciado (parecía la tarde de un cartel de toros de San Isidro) rifirrafe con el gallego Alberto Núñez Feijóo. Y recalca este cronista su condición de gallego porque la utilizó en grado sumo. A Sánchez, sus más de 700 asesores le prepararon una trampa para tendérsela a su oponente, una martingala cutre que creyeron desarbolaría la arquitectura intelectual y política del jefe de la oposición. «¿Está usted a favor o en contra de la equiparación de las pensiones al IPC?», «¿está usted a favor o en contra de la subida del Salario Mínimo Interprofesional?», le cuestionó a Feijóo. Y así hasta cuatro o cinco interrogantes más.
Naturalmente, no eran preguntas inocentes para un presidente popular que tendrá que modular mucho sus respuestas en los próximos tiempos antes de pronunciarse con un ‘sí’ o un ‘no’ categórico, como le exigió Sánchez. Pues bien: ¿Qué hizo Feijóo? Subió a la tribuna y, dirigiéndose al presidente de la Cámara, el señor Ander García -dicho sea de paso que es un individuo mucho más transigente y tolerante que su homónima, la prefecta Batet, en el Congreso de los Diputados- le vino a decir: «Déjeme, señor presidente un tiempo adicional porque en mi turno no me da tiempo a contestar adecuadamente a tantas preguntas como se me han formulado». Como el presidente del Senado no podía forzar el Reglamento, quedó para la posterioridad más inmediata que Feijóo había vencido en el complicado trance: no respondió y dejó el asunto para mejor ocasión. Veremos si llega el momento de complacer la curiosidad del todavía presidente.
Curiosamente, en las horas precedentes del debate, la mayor obsesión de nosotros -los periodistas- era adivinar si se iba a repetir el tono brusco, abrupto de septiembre en un momento en que el Gobierno y el PP se encontraban a punto de una solución pactada para el permanente conflicto del Consejo General del Poder Judicial. Pues bien, sólo en las palabras de Sánchez se halló el objetivo de imputar a su contrincante un regusto pertinaz por el insulto, y también por la mentira. Claro está que cuando él se presentó como el gran adalid de la verdad y de la credibilidad, el Senado mayoritariamente crujió de estupor. Y no sólo los senadores y diputados del PP, sino los pocos (en esta sesión bastante más que de costumbre) periodistas que cubrían la sesión y, desde luego, los espectadores que habían encontrado entrada para visualizar de cuerpo presente el encontronazo entre los dos líderes.
A este cronista, con cierta guasa, le decía esto un senador andaluz: «¡J…. que este hombre presuma de sinceridad, es como si la UEFA elige al Manchester City mejor equipo europeo del año!». Está bien traída en estos días una referencia sardónica como la transcrita.
Porque, al decir de varios asistentes a la sesión del pasado miércoles, Sánchez cometió esta vez un error sin ningún éxito: la equivocación fue, durante sus casi dos horas distribuidas en diferentes parlamentos, repetir machaconamente sus razones -no sus argumentos- para fundamentar el éxito de su gestión durante la pandemia y durante la guerra de Ucrania. Fue una reiteración, además, muy mal articulada porque ¿qué presentó Sánchez nuevo a consideración del país en general?, ¿qué es eso de anunciar nuevas medidas contra la crisis -que ya anunció- cuando ni siquiera sabe cuáles van a ser ni están presupuestadas? Un resbalón de los grandes.
Es tal la voracidad política que está empleando el Gobierno en intentar el menoscabo de Feijóo que no mide bien sus artes. Este hombre que dirige ahora el Partido Popular no tiene el verbo inflamado de su antecesor, Pablo Casado, ni mucho menos su agresividad incontrolada. Feijóo es pacífico, lo cual enerva al más pintado, sobre todo a la vicepresidenta Calviño que, muy afectada por los rapapolvos sucesivos del gobernador del Banco de España y de la presidenta de la AiRef tuvo que recibir una caricia en el lomo por parte de su jefe para reemplazar su enojo por una forzada sonrisa.
El bla, bla, bla bis del titular, incluso, se le queda corto al cronista porque la pasada semana ya fue usado por Sánchez en el Congreso de los Diputados. Aquella sesión fue el embrión clónico de todas las razones que manejó Sanchez en la Cámara Alta. Fue tan cutre la copia que le dejó la pelota botando a Feijóo y éste no disimuló su satisfacción cuando al principio de su intervención espetó a Sánchez: «Ha copiado usted al dedillo lo dicho hace siete días». Y aún fue caritativo Feijóo con Sánchez porque le pudo decir irónicamente: «Claro que no me extraña en usted, aficionado como es a copiar todo lo que se le pone de por medio». Un recuerdo intencionado a su trolera tesis doctoral.
Visto lo visto, se lo va a pensar mucho Sánchez antes de provocar otro duelo con Feijóo en poco tiempo. De este trance no ha salido ni mucho menos reforzado; es más, los espectadores que soportaron sus lerdas intervenciones el martes han podido reaccionar como ese periodista amigo de toda la vida, socialista reputado e inconmovible, que sentenció con esta diatriba generosa la ocupación parlamentaria de Sánchez en el Senado: «Ha tenido mejores días». O sea, como dirían los taurinos: «Este, no repite en Las Ventas». No hay quien tolere un triple bla, bla, bla más.
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