Desalinizada Olona, y lo de Vox y el Yunque

Desalinizada Olona, y lo de Vox y el Yunque
  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

Si lo quieren así, escribimos el término con comillas. Se me entiende todo en todo caso.  Ese neovocablo y éste otro más rotundo: patética. Patética Olona. El asedio periodístico a que Évole sometió a Macarena Olona fue implacable.  Ahora bien: ¿ello justifica el papelón penoso de la otrora brillante diputada? El cronista no lo cree así. Olona debió saber de antemano que su interrogador no es el paparazzi de los canutazos, sino un protagonista que, cuando la víctima le resulta o incómoda o distante ideológicamente, utiliza sus armas para demoler la resistencia dialéctica de sus invitados. Ese es su estilo. Debió conocer Olona estas maneras y, desde luego, haber preparado de antemano sus respuestas, o por lo menos anticiparse a los denuestos de su oponente. Fue en cueros al escenario negri-blanco que le habían instalado y así le fue: muy mal. Los silencios en un programa de esta naturaleza suelen revelar dos cosas: bien que la persona que se acoge a ellos o no sabe de qué va la cosa o, peor aún, que no guarda contestación a las instigaciones de su interlocutor.

Olona acusó sin datos concluyentes a Vox de practicar con ella una política de ninguneo o tierra quemada, no reveló con detalle lo que puede conocer realmente de la financiación ilegal del partido de Abascal, se quedó muda como un difunto cuando Évole, vez tras vez, le fue «colocando» con gran argucia episodios de su antigua vida parlamentaria, dejó que el presentador le enredara con aspectos íntimos, que no tienen por qué ser contados, de su vida personal y familiar, no supo cómo replicar a las imputaciones de golpismo al general Franco, y al final incluso aceptó la imitación de sus expresiones faciales y gestuales como si fuera el payaso Charlie Rivel redivivo.

Y es que encima con seguridad que Olona poseía respuestas para todas estas invectivas. ¿Por qué no utilizó sus argumentos? ¿O es que no tiene constancia total de que Vox ha traspasado dineros de sus grupos a la caja del partido o a su fundación? ¿O es que no conoce de verdad, pese a sus desmentidos, cuáles son los grupos que manejan la vida interna de Vox? ¿O es que no recuerda que el primer golpista contra la II República fue el infame Largo Caballero? No es posible, no es de fiar, que una persona como ella tan ligada a la gran dirección del partido, no se enterara de la presencia en su cúpula de individuos tan caracterizados como los barreneros del Yunque. Olona se dejó amasar a fuego lento y, por eso, cuando en el tramo más amable de la entrevista trató de presentar su candidatura como líder de no se sabe qué probablemente los espectadores ya no le compraron la mercancía. Olona sonó a Yolanda Díaz (admirada por cierto por ella) siempre amagando con articular en torno a sí una alternativa al que fue su partido, y siempre, a mayor abundamiento, utilizando tópicos sin cuento («Yo he venido aquí para servir a España y a los ciudadanos») lugares sobados sobre los que el personal ya está vacunado sencillamente porque a estas alturas no los metaboliza en absoluto.

Ahora bien, dicho todo lo anterior, debemos preguntarnos: ¿Sirvió para algo en concreto la intervención de Olona en La Sexta? Pues probablemente sí. Por lo pronto, para ir insistiendo en el gran asunto que algún día estallará espectacularmente: la infección del virus Yunque que sufre el partido de la derecha radical, trufado de individuos y asociaciones que pretenden, y es lo único que no niegan, instalar con toda la cara y desvergüenza, nada menos que «el Reino de Dios en España».  Literalmente. O sea, una teocracia sin disimulos. El Yunque es Vox, pero el Yunque no se conforma con Vox. Su aspiración es, en la parte contraria a lo que pretende Sánchez y su orquesta social-leninista, transformar España para asentar su proyecto totalitario.  El Yunque es la franquicia de un movimiento que ordena a los demás cómo deben pensar, cómo deben actuar, a quién hay que matar civilmente y a quién hay que destrozar y calumniar para dejarle con las costuras al viento. Eso es El Yunque y su repulsivo carisma.

Cuesta pensar que los altos dirigentes de Vox que no pertenecen a la secta no hayan caído en la cuenta de lo que estamos denunciando. Un cierto diputado nacional, que ha conocido de cerca en la empresa madre del Yunque los métodos de estas gentes, afirma que «no tiene constancia de que desde fuera de la dirección orgánica del partido se dicte su política y hasta su estrategia». Pero Olona, es lo cierto, afirmó el domingo lo contrario cuando reveló -esa fue su mejor aportación- que el actual vicepresidente de la Junta de Castilla y León, el abogado burgalés García Gallardo, no es más que una marioneta movida por las instrucciones de Madrid. Eso es de lo poco que apareció como nítido en la frustrada intervención de Olona. O sea, los jefes provinciales del movimiento «voxista» sólo son muñecos de las órdenes centrales, y los dirigentes nacionales lo son de las entidades que tienen objetivos más extremos que el propio partido que están interviniendo. Para eso pudo servir la entrevista.

Olona, en otro momento protagonista de un poder femenino de derecha muy aceptable, se quedó en las raspas con unas respuestas desalinizadas en el asedio informativo al que fue sometida. Si aceptó el envite para relanzar su opción política lo más posible es que este primer asalto, su descenso efectivo a la arena pública, haya resultado un fiasco. Otra cosa, lo hemos dicho, es que de este episodio se puedan extraer informaciones muy jugosas de quién, cómo, dónde, cuándo y por qué, maneja los hilos de la extrema derecha española. Eso queda pendiente para posteriores entregas.

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