Opinión

Del «Illa, maravilla» al «Illa, pesadilla»

A Salvador Illa se le está poniendo cara de ex presidenciable a la Generalitat. Su desaforada descalificación de los más de doscientos mil catalanes que salieron el pasado domingo por el centro de Barcelona para protestar contra la amnistía y el referéndum, demuestra que los socialistas están muy nerviosos. Que Félix Bolaños, el ministro felpudo que se arrastró ante la consellera de Presidencia Laura Vilagrà cuando le exigió que no metiera su móvil en el Palau de la Generalitat, llame a los manifestantes «nostálgicos del enfrentamiento» es otra prueba más del estado de nervios del, todavía, partido inquilino de La Moncloa.

El líder del PSC ha basado su carrera en un teórico estilo tranquilo, alejado de cualquier salida de tono, pero desde que se ha convertido en el mayordomo de Esquerra Republicana en el Parlament, y aprueba a Pere Aragonés tanto los presupuestos como decretos contra la lengua española en la docencia, ha perdido esa aura de hombre gris, discreto y, sobre todo, dialogante. Illa sólo dialoga con los separatistas, y a los catalanes que no lo somos que nos den. Ese es el lema del PSC, y ese es el lema que le volverá a llevar a la irrelevancia, como en el período 2016-2018, en el que los socialistas catalanes alcanzaron su cota más baja. El despreciar a los que alguna vez te han votado, o te votan, y de esos había muchos en la manifestación del domingo en Barcelona, acostumbra a traer, a la larga, disgustos electorales.

Así que el «Illa, maravilla» se va a convertir, a la que el PSC siga empeñado en apoyar la amnistía a los golpistas y el referéndum, en el «Illa pesadilla» que les alejará de la presidencia de la Generalitat. Y lo mejor de todo es que a la mayoría del constitucionalismo catalán nos va a dar igual, porque encontramos que no hay ninguna diferencia en que el presidente autonómico sea de ERC, Junts o el PSC. A fin de cuentas, el PSC ha cerrado más acuerdos relevantes en Cataluña con estos dos partidos que las formaciones separatistas entre ellos. Y los socialistas han pactado con partidos secesionistas los presupuestos de la Generalitat, tres de las cuatro diputaciones catalanas, la dirección del ente que dirige TV3 y Catalunya Ràdio y un decreto que burla la sentencia del mínimo del 25% en la escuela catalana. Entre el amo independentista y el servidor socialista no hay una gran diferencia.

No olvidemos a Jaume Collboni, el teórico alcalde constitucionalista que le debe la alcaldía a los votos del PP y que ha dicho por activa y por pasiva que quiere a Esquerra dentro del Gobierno municipal. Y que mandó a su Guardia Urbana a falsear las cifras de asistencia a la gigantesca manifestación del 8 de octubre: los 50.000 que dijo la policía local es la enésima manipulación de un cuerpo que sigue en caída libre. Durante el mandato de Colau el PSC ya se encargó de maniatar y destrozar el prestigio de la Guardia Urbana, y ya con Collboni con la vara de mando siguen empeñados en que la imagen de este cuerpo policial sea cada día peor.

Por cierto, Collboni impidió que Societat Civil Catalana pudiera usar un dron para conseguir mejores imágenes aéreas de la concentración. AENA dio permiso, pero el Ayuntamiento se negó, y pensamos que lo hizo porque no quería nada que pudiera desmentir su manipulación de las cifras de asistentes. Otra prueba del nerviosismo de los socialistas. Y yo que me alegro.