En defensa del Banco Popular

Banco Popular

Leo con tristeza que el juez Calama ha propuesto procesar a la cúpula del Banco Popular por un delito de estafa en la ampliación de capital que el que fuera banco más rentable del mundo realizó en 2016. Conozco a gran parte de los encausados y desde luego no son unos estafadores, sino grandes profesionales de la banca, todos ellos, que tuvieron la mala suerte de que coincidieron diversas circunstancias que empujaron a la resolución del Banco Popular en junio de 2017, elemento que hizo que el banco se quedase sin valor y fuese vendido al Banco de Santander por un euro.

El Popular fue un banco de los que ya no quedan y que siempre mantuvo un estilo distintivo dentro del conjunto de las entidades financieras. Era un banco volcado hacia el cliente, preocupado por él, porque las relaciones que establecía eran de confianza, de amistad, de un trato personal para todos y cada uno de sus depositantes y de sus deudores. Desde luego, es la experiencia que tengo personalmente como cliente que fui durante casi veinte años y también como directivo de la entidad en el tiempo que estuve en la misma. Se decía siempre que el Popular daba un servicio de «traje a medida» a sus clientes, frente al «prêt-à-porter» de la mayoría de la banca. Por eso, era líder indiscutible entre las pymes y autónomos; ninguna de las grandes entidades podían disputarle ese terreno, porque el Popular, más allá de los números, que los hacía y con exigencia, veía a personas, con distintos planteamientos para cada una de ellas. De hecho, todos los grandes codiciaban su cartera de pymes y autónomos, todos.

Fue el banco más rentable del mundo, logrando su gran expansión y rentabilidad con Luis Valls Taberner como presidente -después, su hermano Javier sería copresidente junto con él- y con Rafael Termes como consejero delegado, estableciendo alianzas con diversos bancos internacionales; mercado internacional en el que estuvo muy presente a través de oficinas de representación. Con Javier Valls como presidente y Ángel Ron como consejero delegado, compró el Banco Nacional de Crédito, que se transformaría en el Banco Popular de Portugal. Ya con Ron como presidente compró Totalbank en Florida, el Banco Pastor y Citibank España. Asimismo, intercambió acciones con el mexicano Bx+.

Quizás el incorporar al consejo a esta entidad fue uno de los dos grandes errores del Popular; el otro, introducirse tarde y fuerte en el sector inmobiliario. No obstante, fueron errores que no parecían tales en su momento, pues el primero robustecía la estructura de Popular y el segundo era algo que el mercado demandaba, pues Popular era penalizado en los mercados por no contar con una posición inmobiliaria como la del resto de entidades, ya que entonces era un negocio de dinero fácil. Sin embargo, llegó la crisis inmobiliaria y eso debilitó al banco, al verse muy afectado y con muchos inmuebles y suelos en su balance. En cuanto a la alianza con los mexicanos, no parece que mostrasen la lealtad requerida para ello.

Popular cuidaba a sus empleados, y mucho. Puede que la retribución económica estuviese algo por debajo de la del sector, aunque era compensada con creces con otros beneficios sociales, pero el trato era humano y salvo que el empleado robase, tenía garantizado jubilarse en el banco, pues era una familia que cuidaba a sus profesionales. No hizo nunca un ERE, rara avis en el sector, salvo al final, cuando el mercado le obligó a ello para no ser penalizado. Aun así, fue el ERE más humano de todos los que se puedan imaginar en banca.

Popular fue lastrado por su exposición inmobiliaria, como he dicho, porque quiso mantenerse fuera de la SAREB, ya que tenía miedo a que si acudía a ella fuese obligado a fusionarse como contrapartida, y quería mantener su independencia, porque su esencia e ideario eran otros. Logró salir adelante y sacar una ampliación de capital en 2012. Del mismo modo, logró sacar la ampliación de 2016, por la que ahora el juez pide procesar a su alta dirección de entonces, pero si los clientes de Popular acudían a las ampliaciones era porque confiaban en el banco, porque se sentían parte del mismo y porque sabían que el Popular los había ayudado cuando lo necesitaban y ellos, en la ampliación, querían devolverle el favor al banco. Fue una ampliación como tantas que hace la banca, ni más ni menos. Puede que el banco estuviese algo falto de provisiones quizás, según dice el juez, pero el mercado se estaba dando la vuelta en aquel momento y el inmobiliario a recuperarse, con lo que en poco tiempo se habría compensado, además de que esa situación se solucionaba con una última ampliación de capital que tendría que haber hecho, quizás por unos 3.500 millones de euros.

Sin embargo, desde dentro del consejo -la parte mexicana, más algún consejero que tampoco fue muy leal- empujaron a Ron para que sustituyese a Francisco Gómez. Llegó Pedro Larena, gran profesional, pero quizás con otro perfil distinto al requerido para Popular, y en el breve tiempo que estuvo antes de dimitir no consiguió los objetivos pretendidos. Entonces, parte del consejo, empujado probablemente por el grupo mexicano más algún consejero poco leal, empujó para que Ron dimitiese y se nombrase a Emilio Saracho, con gran trayectoria como banquero privado, pero que tampoco reunía el perfil para el banco. Saracho, en una horrorosa intervención en la junta de accionistas previa a la Semana Santa de 2017, no acertó a explicar un plan, mostró dudas sobre qué hacer y esa inseguridad terminó de hundir el precio de la acción. No ayudaron tampoco las instituciones, muchas de las cuales sacaron sus depósitos y fondos, generando pánico, que terminó desembocando en un problema de liquidez, tras cuarenta días en los que el Popular resistió valientemente viendo cómo salían depósitos.

Finalmente, el BCE determinó el seis de junio de 2017 que el banco era inviable; esa sangría de liquidez provocada no le permitía abrir sus sucursales al día siguiente. Fue subastado mediante la Junta Única de Resolución y vendido al Santander por un euro.

El Popular no era un banco quebrado; simplemente, tenía un problema inmobiliario que se podía resolver por el cambio de tendencia del mercado y con una ampliación de capital que hubiese sido definitiva. Le faltó apoyo institucional. Quizás algún día algunos deberían explicar el motivo por el que no se dio dicho respaldo. De hecho, al presentar resultados, presentaba el global y también por separado el negocio tradicional y el inmobiliario, y en el tradicional era muy rentable y líder en pymes y autónomos. Tan mal no estaría cuando el Santander acogió con entusiasmo la operación de compra, que le dio la posición en el mercado español que le faltaba en el segmento de pymes y autónomos, además de una sede nueva para España -la que acababa de construir el Popular en Juan Ignacio Luca de Tena que le permitiría desprenderse de la de la calle Mesena-. Además, se llevó a los profesionales del Popular, que en la red comercial eran imbatibles. Paralelamente, algún consejero que hubiese soñado que con el ataque de los bajistas que sufrió Popular podría poner una oferta encima de la mesa muy por debajo del valor de la entidad y quedarse con ella, por un posible exceso de codicia se quedó sin ninguna participación. Nunca sabremos qué habría pasado de no darse la resolución del banco. Santander, todo hay que decirlo, se comportó muy bien con los accionistas del Popular, en términos generales.

Es una lástima que grandes profesionales, que toda su vida se dedicaron a trabajar de manera extenuante para hacer prosperar al Popular y atender bien a sus clientes y accionistas, se vean ahora en esta situación. Sólo deseo que salgan con bien de esta situación y quede en nada para ellos, en recuerdo del gran banco que entre todos construyeron, que fue el Banco Popular Español.

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