El compromiso de la Corona con la paz en Oriente Próximo

Corona Oriente Próximo

No es casual el apoyo expresado por el Rey Felipe en varias ocasiones recientes a la búsqueda de una solución duradera para el grave problema que enfrenta a israelíes y palestinos desde hace muchas décadas. Su posición de defensa de los derechos de los ciudadanos palestinos a tener su propio Estado es nítida y firme, al igual que lo fue la postura de su padre, el Rey Juan Carlos, quien mantuvo varios encuentros con el desaparecido líder del pueblo palestino, Yasir Arafat. Lo cual no impidió que el anterior Jefe del Estado se esforzara siempre por conservar sus lazos de proximidad con los dirigentes del Estado de Israel, cuyo pueblo estuvo asentado en España durante siglos hasta su injusta expulsión de suelo español por decisión de los Reyes Católicos, Isabel y Fernando.

El interés de la monarquía española por guardar un difícil equilibrio en sus relaciones con los pueblos de Israel y Palestina ha estado presente durante las últimas cinco décadas en las que la política exterior española ha colaborado activamente en la búsqueda de una solución pacífica para el conflicto árabe israelí. No hay que olvidar que Madrid fue en 1991 la sede de la Conferencia Internacional de Paz en la que se pusieron las bases de un incipiente acuerdo para acabar con los terribles enfrentamientos que llenaron de sangre la tierra compartida por judíos y palestinos. Para los dirigentes internacionales que participaron en la Conferencia de Madrid, los gobernantes españoles y el entonces Jefe del Estado les inspiraron suficiente confianza para que la capital española fuera el escenario idóneo para intentar buscar la paz entre los hasta entonces irreconciliables adversarios.

No fue fácil mantener el equilibrio para España en ese tiempo y los diplomáticos españoles que prepararon durante años la única visita de Estado que los Reyes hicieron a Israel tuvieron que parlamentar muchas veces para lograr llegar a un acuerdo y hacer posible esa visita. El Rey Juan Carlos, quien, por cierto, conservaba de forma honorífica su histórico título de rey de Jerusalén, viajó a la dividida capital de judíos y árabes y pronunció un valiente discurso en la Knesset, en el que recomendó a los parlamentarios reunidos en la sede legislativa que buscaran un acercamiento con sus enemigos palestinos. Algo que levantó ronchas en los representantes israelíes.

Una muestra actual de esa posición que busca estar en el centro justo del fiel de la balanza está en el discurso del Rey pronunciado esta semana en la recepción al Cuerpo Diplomático: lamentó la tragedia que vive Gaza, que estremece la conciencia de la Humanidad, y condenó también el execrable atentado terrorista que sufrió Israel el pasado 7 de octubre. Para el monarca español hay dos medidas: los rehenes deben ser inmediatamente liberados y hay que facilitar el acceso humanitario para atender a la población palestina de Gaza.

Y como colofón, la misma propuesta de siempre por parte de España: la existencia de dos Estados, Israel y Palestina, tal y como se defiende desde la Conferencia de Paz de Madrid de 1991.

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