Colau y Aragonés, payasadas a granel
Hay algo muy propio del nacionalismo catalán que es quejarse mucho de algo, pero luego no perdérselo, para ver que se puede sacar. Jordi Pujol era todo un maestro a la hora de lamentarse porque aseguraba que «Madrit» intentaba «exterminar» el autogobierno en Cataluña. Y mientras exprimía todo lo que podía al Madrid financiero y político. Pere Aragonés, como aprendiz de Jordi Pujol en versión con barba, y Ada Colau, la separatista que juega a la falsa equidistancia para engañar a miles de catalanes, intentan seguir su ejemplo. Por supuesto, como no tienen su nivel –hasta para hacer el mal hay categorías–, no llegan al listón de «logros» que consiguió el ex presidente de la Generalitat.
Los grandes gestos «heroicos» de Colau y Aragonés contra España consisten, últimamente, en hacer como que desprecian al Rey Felipe VI, negándose a acudir al acto protocolario de saludo. Y ahí se queda el boicot, que no pasa de detalle y poco más, porque luego no se pierden ni las comidas o cenas correspondientes o las sesiones de fotos. Que hay mucho empresario en esos actos y hay que pasar el platillo pasado, presente y futuro para mantener sus estructuras clientelares. Por supuesto que es un desplante indecente al Jefe del Estado que representa y ampara a todos los españoles, pero en el fondo es una payasada, porque no lo llevan más allá del no presentar sus respetos para luego emitir la correspondiente nota de prensa e intentar contentar a sus respectivos ejércitos de votantes fanáticos.
Así el «los catalanes no tenemos Rey» de Colau y Aragonés se convierte en un «los catalanes no tenemos Rey en el besamanos, pero a la cena nos apuntamos, que algo rascaremos». La última muestra la tuvimos en el Mobile, la feria internacional de telefonía móvil que se celebra cada año en Barcelona. ‘President’ y alcaldesa montaron el numerito de no saludar a Su Majestad, pero sin ir mucho más allá, que a los capitostes del Mobile sí que les gusta que vaya el Rey, y no era cuestión de enfadar a los organizadores de uno de los eventos que más dinero generan en Cataluña. La pasta es la pasta, y riesgos los justos. El nacionalismo catalán es tan cobarde que una condena por inhabilitación por no retirar una pancarta –a Quim Torra– la intentaron convertir en una gesta digna de la batalla de Lepanto o el desembarco de Normandía. Los secesionistas dan mucha pena, si no fuera porque nunca ha habido voluntad por parte de los partidos nacionales de acabar con su influencia.
Lo único que necesita el separatismo catalán para achantarse es plantarle cara. Si la primera vez que a un presidente de la Generalidat se le ocurrió montar el numerito al Rey, el Gobierno de turno se hubiera plantado y hubiera amenazado con suspender la autonomía, si seguían los desplantes, nos hubiéramos ahorrado un montón de sufrimiento. Y de payasadas, como las que protagonizan Colau, Aragonés y los consejeros de la Generalitat cada vez que algún miembro de la Familia Real viene a Cataluña. Mientras se les indulte cuando la armen gorda, o se intenten minimizar sus delitos modificando el Código Penal, tendremos que soportar a una banda de fanáticos cada día más crecidos por su impunidad.
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