Causa general contra la Iglesia

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Ahora va a resultar que la mayoría de los chavales que estudiamos en colegios de curas, o asimilados, durante el franquismo, el tardofranquismo, los albores de la democracia y la España incluso constitucional, hemos sido víctimas de abusos sexuales en nuestros colegios. De bochornosas fechorías cometidas por pederastas disfrazados con sotanas o velos a modo de las rabizas o pederastas. Se ha abierto la veda, una Causa General contra los actores de estas repulsivas prácticas pero sólo, de forma insólita, contra los que pertenecen o pertenecían a la Iglesia Católica. Para los gestores de esta Causa, una nueva Inquisición contra los frailes sarasas y monjas libidinosas, los excesos sólo se perpetraron -se han perpetrado, mejor- en aulas escolares, en incógnitas dependencias escolares, en capillas sacrílegas o en vestuarios deportivos. Queda al margen, sin investigación alguna, lo acaecido dentro de las familias (el 47 por ciento de los casos) en los institutos de Enseñanza Media, en los centros recreativos o las asociaciones políticas, como lo fue en su momento, la Falange y más concretamente el Frente de Juventudes, donde militaron tantos socialistas.

En estos grupos, nada ocurrió, nada se sabe, nada se ha denunciado, y por tanto lo decente y correcto es correr un tupido vuelo. Los curas, esos seres pedófilos que se aprovechaban de su autoridad brutal en las instituciones de entonces, son ahora los tipos más buscados por la moral laica del momento. Son culpables, sí, pero ni siquiera del uno por ciento de los abusos.

Aquí, sobre todo en España que es lo que nos ocupa, corren vientos de siega contra todos los presuntos criminales que en en su tiempo, según parece, se deslizaban villanamente por los dormitorios infantiles y juveniles para violar la intimidad de sus educandos. ¿Que existió? ¡Vaya si existió!, pero nunca en las proporciones que se pretende acreditar en este momento. Toda la ultraizquierda del país, acompañada por idiotas como los del PNV -el partido más curil que se haya conocido nunca en España- se han tirado a la carótida de los religiosos de entonces, no porque pretendan reparar -que lo quieren muy sucintamente- los daños psicológicos, incluso físicos, que padecieron, si es que los padecieron que eso está por demostrar, los escolares que se dejaron chulear -miedo a las represalias- por aquellos profesores revestidos de ayudantes del propio Satanás. Han necesitado desde luego un arquetipo o mejor aún un individuo famoso para encabezar la reclamación, la bronca y la venganza. Lo han hallado en el cineasta Almodóvar que lleva lustros asegurando que fue en su tiempo violado hasta la naúsea por abyectos sujetos ávidos de sexo infantil. Ya han tenido en este personaje la cabeza de la manifestación. Su lícita homosexualidad deriva de aquellos episodios. Eso dice él.

Y tras él se han colocado miles de hispanos que, de pronto, han salido de su particular armario, y se han lanzado a la carótida de sus presuntos acosadores. Y, claro esta, la izquierda del país, acompañada de los tontos útiles socialistas que se han pasado años y años callados como difuntos, no quiere quedarse atrás en la atribución de responsabilidades que ni ya pueden ser penales, porque los casos, de haberse producido, están prescritos, ni políticas porque, por el momento, no son capaces de encontrar ni en el PP, ni en Vox, complicidad alguna con aquellos sujetos repugnantes. Y naturalmente que no se han quedado en eso. La cosa tira hacia arriba. ¿De qué se trata? pues de abrir una Causa General contra la Religión, la Iglesia Católica, y todo lo que huela a trascendencia sobrenatural. Líneas arribas ha quedado dicho que los agitadores políticos de estos partidos se han centrado exclusivamente en los sacerdotes, hermanos o legos (todos son lo mismo en esta operación) y ni siquiera se han planteado investigar si, como ha quedado dicho, estos abusos también se cometieron en otros lugares. Están llegando tan lejos que ya han descubierto incluso el lugar donde acudían los profanadores: las capillas, las iglesias, los confesionarios… esos eran los sitios donde acudían los violadores para satisfacer sus abyectas pasiones.

Pues bien: como está escrito, la Causa no se limita a condenar con efecto retardado a aquellos miserables infractores; no, ahora el tiro se dirige de una vez por todas, a sacar a la Iglesia Católica de la consideración singular que nuestros padres constitucionales introdujeron en la Norma Suprema, a eliminar cualquier vestigio de influencia que aún puedan tener las instituciones que aún gerencia la Iglesia, a despojarla de casi todos los bienes que pueda poseer (todavía no se atreven con las catedrales), a asentar una sociedad no ya laica, sino declaradamente antireligiosa, y a quedarse en exclusiva con lo más delicado de la formación humana: la educación de los niños y adolescentes. El cronista ha leído que primero son las Comisiones Parlamentarias para depurar culpabilidades y luego se pasará a los hechos: a la quema de iglesias de 1931 y 34. Ni por asomo suscribo esta tesis, pero algo es indudable: tras este peripecia, esta cortada, llegará el día (bueno, ya está llegando) en que se prohibirán los actos, también los centros religiosos porque, al final, serán presentados como cobijos de las transgresiones.

Así están las cosas y por tanto es imprescindible plantearse esta pregunta: ¿qué hace la Iglesia para oponerse a esta Causa? Hasta ahora lo que parece es que se limita a reconocer humilladamente sus faltas, a crear grupos de trabajo para, endógenamente, encontrar a los delincuentes, y a prometer, según la doctrina más clásica y tópica que “aquello no va a pasar, que no lo volveremos hacer, tampoco a tapar”. ¿Se entiende que toda su respuesta se limite a esto, sea tan restringida y pacata? En cualquier caso estas cautas réplicas no son homologables a las de esos imbéciles de la derecha que creen, que doblando el pescuezo y el lomo ante socialistas y leninistas, estos les salvarán, no irán a por ellos. ¡Estúpidos! No les van a perdonar. A las doce horas de que Sánchez se personara en la sede de la Conferencia Episcopal, su Gobierno arremetía contra las inmatriculaciones eclesiales; la autora de la Ley que deja a los colegios religiosos prácticamente fuera de la Ley llegaba a la fantástica Embajada de España en el Vaticano; los voceros socialistas advertían que la Ley de Eutanasia va a ser más atrevida incluso que la ya aprobada; y, como remate, ya se se comienza a constatar que la enseñanza de la Religión va a ser abolida de las programaciones escolares. No perdonan: están en una Causa General que, de seguir por esta senda, terminará como en la Rusia del Soviet, con todo atisbo religioso, perseguido hasta la Siberia española porque siempre se opondrá a su mundo ateo, revanchista y vengativo. El que no se dé cuenta de esto es porque, simplemente, es un mendrugo. O es su cómplice.

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