Opinión

Carcajadas en la Columbia University

  • Graciano Palomo
  • Periodista y escritor con más de 40 años de experiencia. Especializado en la Transición y el centro derecha español. Fui jefe de Información Política en la agencia EFE. Escribo sobre política nacional

Sánchez aprovechó la nueva huida del país a Estados Unidos so pretexto de la ONU y, como en esta ocasión fue el Rey quien subió a la tribuna de oradores en nombre de España, sus edecanes (los mejor pagados de toda Europa) le prepararon una charleta minoritaria en la famosa Columbia University, donde quien esto escribe tuvo ocasión de estar hace algunos años. Es famosa en todo el mundo por ser el centro especializado en «comunicación» con más prestigio.

Supongo que para que Sánchez pudiera ocupar tan prestigiosa tribuna universitaria el Gobierno español habrá pasado por taquilla. Pero lo mejor es lo que dijo, sin despeinarse, oiga: «Si perdemos la libertad de estar en desacuerdo con el poder estaremos sembrando las semillas de la tiranía. No podemos hacer que el poder se concentre en manos de unos pocos. Tiene que ser distribuido en instituciones transparentes y que rindan cuentas».

El colmo del cinismo en boca de un locoide con necesidad de tratamiento. Puedo escribir y escribo que he conocido a todos los presidentes del Gobierno de España desde la muerte del general Franco. Ninguno de ellos se condujo, jamás, con tal falta de escrúpulos, acumulando mentiras a toneladas, ocultando hechos básicos de su gobernanza, utilizando el poder de forma tiránica, fagocitando todas las instituciones del Estado, sirviéndose de los medios públicos de información (EFE y RTVE) como si fuera un pequeño sátrapa sin escrúpulos; poniendo el sello de «secreto de Estado» a sus viajes particulares y familiares a bordo de aeronaves y palacios de titularidad pública… Y éste es el jefe de gobierno que se atreve a dar lecciones sobre la utilización del poder con vitola democrática, transparente y limpia.

No me extraña que algunos de los pocos españoles que acudieron a su disertación leída –es incapaz de tener el mínimo argumento de su cosecha– no fueran capaces de contener la risa floja cuando escucharon a Sánchez hablar de tales temas.

Lo grave no es eso. Lo grave, acrecentada la gravedad a medida que pasa el tiempo, es que estamos ante un hombre incapaz de saber cuándo hace el ridículo, que abronca a todo aquel que bajo su mando osa llevarle la contraria, que está incapacitado para distinguir el bien del mal político. Y lo más serio: no tiene ni voluntad ni capacidad para sentir el ridículo.

Si le quitas las palabras manidas (derecha y ultraderecha); si le robas que la culpa de todo lo tenía hasta hace unas semanas Franco (ahora ya menos); que Feijóo no llega a la altura del betún y, además, le sacas a colación que ni gobierna, ni tiene capacidad en estos momentos de liderazgo alguno, nos quedará lo más potable del marido de Begoña Gómez, a la que espera un jurado popular (esos jurados que tanto gustan a la izquierda cuando enjuician a los de la derecha) para poner la guinda a un pastel deshilachado y flatulento.