Opinión

Borrar la historia de España en Cataluña

El borrado de pinturas españolistas del Palau de la Generalitat es señal de impotencia. Como no vamos a ser independientes, vamos a intentar borrar esta parte de nuestra historia. Total, para dejar las paredes desnudas. Con los toros pasó lo mismo. No sé si acordarán, pero la prohibición de las corridas en Cataluña fue un mes después de la sentencia del Estatut. La decisión del TC fue el 28 de junio del 2010. El veto a las corridas el 28 de julio.

Fue también una reacción sentimental. En plan: ¿Ah sí? Pues ahora vais a enterar. Es cierto que algunos partidos habían dado libertad de voto. E incluso que algunos diputados de CiU -como el más tarde consejero Santi Vila- votó en contra de la prohibición. Pero el bloque nacionalista votó en contra de los toros (CiU y ERC), además de Iniciativa, -el antecedente de los Comunes- por sus posiciones animalistas.

A favor de las corridas solo el PSC, PP y Ciudadanos, que entonces tenía apenas tres diputados con Albert Rivera a la cabeza. La CUP no había irrumpido todavía en el Parlament. Ahora, con las pinturas murales que adornaban el Salón Sant Jordi, el de las ceremonias, ha pasado lo mismo. Pere Aragonès ha afirmado que un lugar tan sagrado «no podía enaltecer el imperialismo y el nacionalcatolicismo español».

Mientras que el expresidente Quim Torra, del que partió la propuesta, ha elogiado la retirada de las pinturas «españolistas» como decíamos. Bien mirado es la única obra de gobierno que deja el hombre. Esto y haber colgado una pancarta en el balcón de la Generalitat que, a la postre, le costó el cargo. El problema es que, elaboradas en plena dictadura de Primo de Rivera, las pinturas en cuestión describían escenas de las batallas de las Navas de Tolosa, Lepanto o el Bruc, entre otras. Como si no hubieran participado catalanes.

En la primera (1212), la batalla clave de la Reconquista, nada menos que Pedro el Católico, que morirá un año después en la Batalla de Muret, la cual cercenó la expansión de la Corona de Aragón por el sur de Francia. Los otros dos contendientes, por cierto, fueron los monarcas de Castilla (Alfonso VIII) y de Navarra (Sancho VII). Lo que da idea de que era un proyecto conjunto frente a un enemigo común.

Respecto a la batalla de Lepanto (1571), mi abuela me llevaba de pequeño a la Catedral de Barcelona a ver el Cristo que teóricamente esquivó una bala de cañón durante la batalla y que, por supuesto, dio la victoria a los cristianos. En ella participó como mano de derecha de Juan de Austria el noble catalán Lluís de Requesens (1528-1576). Aunque su figura está un tanto olvidada. Pese a que en Molins de Rei (Barcelona), villa de la que era señor, un instituto de bachillerato lleva su nombre.

Supongo que el hecho de que estuviera al servicio del emperador Felipe II no ayuda a ensalzar su figura en la historiografía catalana oficial. Que yo sepa solo hay una biografía de 1971. Escrita por un historiador local de Martorell, Isidre Clopas. En resumidas cuentas: un mal catalán.

¿Y qué decir del Bruc? La verdad es que el bicentenario de la Guerra de la Independencia (1808-1814), que aquí nos empeñamos en llamar Guerra del Francés -no sé si por si alguna vez hay una auténtica de independencia- ha pasado sin pena ni gloria.  En las inmediaciones del Palau de la Generalitat se rehabilitó el monumento a los ajusticiados tras el complot contra las tropas francesas de 1809, pero poca cosa más. Los tres asedios de Girona pasaron también relativamente desapercibidos, al menos a nivel oficial.

Siempre he dicho que, si Cataluña quería recuperar su independencia, la Guerra de la Independencia era el momento oportuno. Apenas un siglo después de la Guerra de Sucesión (1701-1714). Al fin y al cabo, el Estado había prácticamente dejando de existir. Los dos reyes -Carlos IV y Fernando VII- estaban recluidos en Bayona. Y la capital, en Cádiz, a más de mil kilómetros de Barcelona. En una época, además, en la que no había teléfono, ni internet, ni carreteras decentes.

Pero ahí vuelve a torcerse la versión oficial: los catalanes nos batimos como jabatos. La Batalla del Bruc, que en realidad fueron dos, fue en junio, un mes antes de Bailén. Aunque también es verdad que los franceses entraban y fuego. La velocidad de los ejércitos napoleónicos solo se conseguía viviendo sobre el terreno.

El mariscal Auguerau hasta publicó un bando en catalán. Y Napoleón nos incorporó a Francia al final de su Imperio, cuando la cosa ya estaba de capa caída. Dividió el territorio en cuatro departamentos: Barcelona, Bocas del Ebro, Ter y Segre. De nada les sirvió; los catalanes fuimos más españoles que nadie. Ahora hasta eso quieren borrarlo.