Opinión

La Arcadia de los niños hacinados

Cataluña dista mucho de ser el territorio ideal que Carles Puigdemont trata de vender tanto dentro como fuera de España. Decía Pep Guardiola el pasado fin de semana que la región es víctima de un «Estado opresor». La única institución opresora que hay en nuestro país se llama Generalitat. Si no fuera suficiente con la crisis galopante que carcome el día a día de la comunidad autónoma, amén de las deudas institucionales y de la propaganda inquisidora —o rotulas en catalán o puedes olvidar tu negocio—, hay un drama que supera a todos los demás, ya que afecta a 2.500 niños. Precisamente, el sector más vulnerable de la sociedad. Quizá Guardiola, sumido en sus fatuidades, ignore que esos niños están hacinados en centros sociales, carentes de los servicios esenciales y víctimas de todo tipo de abusos. Desgraciadamente, la vida de estos menores no tiene nada que ver con esa Arcadia feliz y armónica que describían los artistas del Renacimiento y que ahora tratan de fagocitar los falsos padres de la patria catalana. Más bien, recuerdan las penalidades del ‘Oliver Twist’ de Charles Dickens.

La Dirección General de Atención a la Infancia y la Adolescencia advierte de que «hay niños de 17 y 18 años con problemas psiquiátricos muy graves que conviven con otros niños de 6 y 7 años». Personas en situación límite. Muchos de los niños acogidos en condiciones infrahumanas pasan del maltrato familiar que marca sus vidas al maltrato institucional que las termina de destrozar. Todo ello gracias a la irresponsabilidad de unos políticos más preocupados por romper España para sacar su tajada que de mejorar la vida de sus conciudadanos. Un contexto que, además, cuenta con el agravante de estar protagonizado por niños. No obstante, qué se puede esperar cuando el Ejecutivo catalán riega de millones a empresas privadas y descuida o cierra sus propios centros sociales. Edificios carentes de plazas, espacio y las mínimas condiciones de salubridad. Las fotos que les ofrece en exclusiva OKDIARIO son más propias de un país tercermundista que de una sociedad que se considera moderna y de futuro. Ahora, que venga un millonario desde Mánchester a dar lecciones de ética, moral y democracia. ¿Quién soluciona este desastre?