Opinión

Ahora les toca levantarse y trabajar

Como en todo y como siempre, es difícil dejar de ser resultadista; en especial los opinadores políticos que, como los periodistas deportivos, hacen la reseña del partido atendiendo únicamente al resultado final.
Resulta que como el PP no ha alcanzado el objetivo (aunque han muerto en la playa), hay que decir que todo lo han hecho mal: mensajes, pactos con Vox, campaña con o sin debates, eslogan de Txapote

El resultadismo es así. No hay ninguna concesión al perdedor, aunque en este caso sea el ganador, y no se va a tener en cuenta que han superado los 8 millones de votos y un 33% de apoyo, algo inimaginable hace 18 meses; no importa que gobiernen en 13 autonomías y que se haya conseguido desocupar al PSOE de casi todos sus feudos autonómicos y municipales; no sirve de nada pensar en que, si hubieran aumentado 51 escaños en vez de 47, todo sería ahora de otra manera. La melancolía no cotiza en la política, que es la menos poética de las actividades humanas.

Lo que menos se entiende es la convicción y la euforia previas. Llevamos años viendo en Sánchez a un durísimo fajador que encaja los golpes como un tentempié (cualquier otro se habría quedado en la lona después de la paliza del primer debate) y que, además, añade a su autoconfianza una completa falta de moral y de escrúpulos que le permite dar todo tipo de golpes bajos, como la artera convocatoria electoral en el mes de julio.

Y no sólo era él. Se peleaba contra el sanchismo y el sanchismo se ha defendido con todas sus armas. En primer lugar, la capacidad propagandista de la izquierda es bien conocida, pero siempre mal combatida. En esta ocasión ha sido tremendamente efectiva y ha conseguido, por ejemplo, hacer que sea Feijóo y no Sánchez quien destaque por ser un mentiroso. Pero, sobre todo, han sido capaces de inocular un miedo insuperable a Vox que ha hecho volver al sanchismo mentiroso y felón a muchos que ya lo habían abandonado. ¿De verdad les resultan mejores compañeros los comunistas y los golpistas y filo-terroristas enemigos declarados de España?

Dicen que confían en que Sánchez los embrida bien, a pesar de los indultos, la sedición, los presos, o lo que venga, y sin embargo, han dado por hecho que Feijóo asumiría los postulados máximos de Vox, pero, además, exagerados y tergiversados. Los recalcitrantes de la ceja ya estaban imaginando un estado nazi; pero no cuela, se trata de una impostura propia de actores, porque lo suyo es más sectarismo que temor.

A pesar de toda esa campaña, el PP se impone en todo el territorio nacional, si se exceptúa Cataluña y el País Vasco que es donde opera la tercera pata del sanchismo. El independentismo, que es mayoritario y que es ideológicamente transversal, se ha sacrificado para salvar a ese sanchismo que les permite ir dando los pasos en su camino de desconexión sentimental y material, eso sí, a gastos pagados por el resto de los españoles.

Por ahí sale también la melancolía de quienes insisten en que sin estos territorios las mayorías serían diferentes; y que nos ahorraríamos muchos disgustos y tiempo y dinero para dedicar a otros que lo necesitan más y que al menos lo iban a agradecer. Pero ni como ejercicio teórico se puede pensar en que no contar con vascos y catalanes es solución de algo. No se puede defender la nación y su unidad sin contar con parte de ella.

Es lo que hay, los españoles somos los que somos y tenemos lo que tenemos. El PP tiene una amplia representación y una mayoría absoluta en el senado para hacer una oposición dura e imprescindible, y junto con Vox tienen ahora oportunidad de demostrar en los lugares donde gobiernan que son capaces de gestionar eficazmente y que no se comen a nadie. Desde luego que se ha perdido una buena ocasión, y que por el momento el sanchismo va a seguir chapoteando en las mentiras, las supercherías y los intereses espurios, pero es también verdad que tiene menos margen de actuación y que en esa ciénaga en la que sobrevive solamente hay organismos eutróficos que consumen todos los nutrientes y que harán que termine faltando el aire. Lo peor es que para entonces más españoles se habrán asfixiado.