Opinión

La agonía de un muerto viviente

Todas las locuras que ha cometido el déspota Sánchez -por mucho que el enajenado las considere triunfos- se lograron mediante acciones impopulares y arbitrarias llevadas a cabo contra la voluntad democrática de la mayoría. De ahí, que la gente llana y cuerda le abuchee, pues ve en él a un narciso completamente zumbado cuyo exclusivo fin es encastillarse en el poder, para lo cual volverá a hacer lo que hizo: entregar España a los mercaderes separatistas y a los millonarios hijos de Putin. Semejante patán  depende de traidores y debemos pronosticar, a tenor de lo que afirman las encuestas, que vive sus últimos y aciagos días en Moncloa. Cs, PP y Vox van a darle la puntilla en las elecciones andaluzas. Y las generales de 2023 certificarán su extinción política. Hoy luce ojeras y presenta peor cara que un fiambre. Es un muerto viviente.

Cuando uno cree ser inmortal y se aferra a su muy ridículo ego, significa que desconoce lo que es la 5-hidroxitriptamina o serotonina, u hormona de la felicidad, un neurotransmisor relacionado con el control de las emociones. Como Sánchez no siente ni padece y como está grillado, tendrá que aguardar turno hasta que cualquier frenopático lo admita en el ala de irrecuperables. Mientras eso ocurra, despreciara la felicidad ajena y hará cuanto pueda -pues carece de escrúpulos- para arruinarla. Resulta increíble que maltrate tanto a la ciudadanía, angustiándola con impuestos sangrantes, con tal de recaudar billones para pagar a esos cafres que odian España y blindan su ego-trip, permitiéndole creerse el amo de la nación.

No sé si fue García-Page, o su ventrílocuo en alquiler, quien reveló: «Sánchez ha descubierto la unanimidad de uno solo y no necesita consultar nada, con nadie, porque él lo arregla y lo embarulla todo». A las legiones de asesores del autócrata apenas les está permitido aplaudir las desquiciadas y siempre precipitadas decisiones de este tarambana, inculto y zoquete. Como anda en caída libre, pues la gente no le cree ni su perro se alegra al verlo y, como mantiene un Gobierno de ministros papanatas, totalmente fragmentado, empieza a dar síntomas inequívocos de declive. Aquel que creyó ser un líder estelar, se ha convertido en una oferta de bazar chino. Su frialdad, aparentemente apasionada, ya no seduce y sus mil mentiras y sus promesas incumplidas, diseñan su fétido féretro.

¿A qué espera este indecente sátrapa para dimitir tras haber traído tanta ruina a los españoles? Como el gachó no tiene vergüenza, acusa a Alberto Núñez Feijóo de estorbar, cuando él, es el único que estorba para que España prospere. Cuando tengamos un presidente del Gobierno, digno y recto, como Feijóo, todo nos irá mejor. Pero antes tendremos que sacar y olvidar, al imbécil de la Moncloa. Ya falta menos… ¡Ánimo! Que no hay rata que no muera.