Acabemos con ellos de raíz
No habrá paz para el mundo hasta que las principales potencias económicas y militares actúen de manera conjunta sobre los más de 69.000 kilómetros cuadrados que controla el autodenominado Estado Islámico. Especialmente, en sus bastiones principales de Irak y Siria. Aunque también en África, donde se extiende sin pausa. Las matanzas de ISIS no son problemas puntuales de Francia, Estados Unidos, Bélgica, Kenia, Turquía, Siria o Irak. Tampoco podemos caer en la simplificación de un conflicto entre cristianos y musulmanes, occidentales y orientales. Trampa ideológica que pretenden tender estos genocidas. Hablamos de una amenaza global, la más despiadada desde los tiempos del nazismo, que trata de poner en jaque todo lo que supone libertad, concordia y respeto, sea en la ubicación que sea. El mundo no será un lugar perfecto cuando una fuerza coordinada de los países libres aniquile el yihadismo radical pero, al menos, será un lugar mejor. La acción, por tanto, se antoja imprescindible. Una guerra que también hay que librar con el apoyo de una severa legislación en las redes sociales, foco fundamental de su adoctrinamiento, captación y propaganda.
El camino no será fácil, pero ha de iniciarse cuanto antes para acabar con esta lacra que nos circunda. Hasta que no se tomen decisiones meridianas, las réplicas de terror, caos y desolación seguirán siendo incontrolables. La amenaza será una constante en restaurantes, museos, tiendas o, incluso, como este viernes en Niza, en plena calle. Los recursos del mal se renuevan para hacer del miedo su manera de amputar un modo de vida basado en la libertad. Si los atentados de París del pasado mes noviembre —y antes los de la revista satírica Charlie Hebdo— fueron perpetrados por terroristas armados con kalashnikov, en Bélgica utilizaron bombas y en esta nueva sacudida un camión que recorrió 2.000 metros a más de 90 kilómetros por hora para dejar un reguero inacabable de muerte y destrucción en el centro de Niza.
Las casi cien víctimas de la ciudad francesa durante el día de su fiesta nacional simbolizan otro Pearl Harbor más en la historia reciente de Europa, desarbolada e indefensa ante unos ataques incontrolables. El Estado Islámico es mucho más que un grupo de lobos solitarios sedientos de sangre. Funcionan como una organización perfectamente estructurada y con una sólida financiación mediante la producción de petróleo y la extorsión de los territorios que ocupan. Así como del lucrativo tráfico de drogas y de antigüedades, entre otros conductos. Una fuerza que también tiene presencia en África y que se extiende por regiones claves como Libia, Yemen y el Sinaí.
Las concentraciones de repulsa en parques y plazas, los lemas de solidaridad, las canciones y las flores son expresiones libres de los ciudadanos que hay que respetar. No obstante, el buenismo no servirá de nada ante la sanguinaria depravación de estos criminales. Sólo una intervención militar decidida y tan fuerte como se pueda imaginar nos librará de esta tiranía invisible bajo que la que vivimos. La peor del siglo XXI.
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