El error histórico de Japón que transformó un inofensivo animal en una plaga: han tardado 30 años en solucionarlo

En la isla Amami Oshima, en el territorio de Kagoshima en Japón, un plan pensado para proteger a los habitantes y preservar a su singular fauna terminó convirtiéndose en uno de los mayores errores ambientales del país.
Lo que se presentó como una medida preventiva acabó desencadenando un grave desequilibrio ecológico que llevó décadas de trabajo, fuertes inversiones y la unión de científicos y vecinos para poder revertirlo.
El fallo ambiental en Japón que convirtió a una mangosta en una plaga invasora
La historia se remonta a 1979, cuando las autoridades japonesas buscaban frenar la amenaza de la serpiente habu (Trimeresurus flavoviridis), un reptil venenoso que ponía en riesgo a los residentes de Amami Oshima.
A su vez, se había redescubierto el conejo de Amami (Pentalagus furnessi), un mamífero endémico y considerado un «fósil viviente», cuya protección se convirtió en prioridad.
Con el objetivo de contener a las serpientes, el gobierno decidió introducir alrededor de 30 ejemplares de mangosta india (Herpestes javanicus), confiando en que actuarían como depredadores naturales.
Sin embargo, la estrategia pasaba por alto un detalle clave: las habu son nocturnas, mientras que las mangostas cazan de día. En consecuencia, las serpientes siguieron reproduciéndose sin control, y el verdadero impacto lo sufrió la fauna autóctona.
Impacto ecológico de la mangosta en especies endémicas de Japón
La mangosta, incapaz de cumplir la función para la que fue introducida, adaptó su dieta y se centró en especies diurnas de la isla, que carecían de defensas frente a este nuevo depredador.
Entre las principales víctimas se encontraba el conejo de Amami, convertido en presa de quien debía protegerlo.
El desajuste ecológico fue rápido y devastador: a inicios de los años 2000 la población de mangostas se había disparado hasta los 10.000 ejemplares, poniendo en riesgo a aves, reptiles y pequeños mamíferos. El remedio se transformó en una plaga con consecuencias más graves que la amenaza original.
El programa japonés de control de mangostas y recuperación ambiental
Tal y como informa Xataka, la magnitud del problema obligó a Japón a poner en marcha en 1993 un plan de control intensivo. Se desplegaron unas 30.000 trampas en Amami Oshima, reforzadas por cámaras con sensores para rastrear a los animales.
La participación comunitaria fue fundamental. Grupos locales como los Amami Mongoose Busters colaboraron activamente en la captura de miles de ejemplares, demostrando cómo la implicación social puede marcar una gran diferencia en los proyectos de conservación.
Los resultados comenzaron a notarse lentamente. En abril de 2018 se registró la última captura oficial de una mangosta, y tras seis años sin avistamientos, un comité de expertos concluyó que la erradicación estaba prácticamente lograda, con una eficacia estimada superior al 98%.
Erradicación oficial de la mangosta en Amami Oshima y lecciones ambientales
Finalmente, el 3 de septiembre de 2024, el Ministerio de Medio Ambiente de Japón declaró erradicada la especie invasora de Amami Oshima. El anuncio supuso un hito a nivel mundial, ya que pocas veces se consigue eliminar por completo una población invasora establecida durante medio siglo.
No obstante, el gobierno continuará la vigilancia con cámaras para evitar reintroducciones accidentales.